Cuentos de animales | Crítica

Para reflexionar sobre la condición humana

Franz Kafka

Franz Kafka / DS

La editorial Arpa acaba de inaugurar su colección de clásicos con dos volúmenes: Tres relatos de mujeres, de Stefan Zweig, y Cuentos de animales, de Franz Kafka. Ambos trabajos llevan el cuidado habitual de las ediciones de esta casa. Nosotros nos detenemos en el segundo volumen, que contiene una serie de relatos o fábulas de Kafka. Se trata de un conjunto de textos que constatan esa literatura simbolista y alegórica, metafórica y magnética, de la prosa kafkiana.

La traducción corre a cargo de José Rafael Hernández Arias y de Luis Fernando Moreno Claros. E incluye un posfacio –que quizá hubiese sido un prólogo estupendo- de Reiner Stach, especialista en la obra del autor checo. En este estudio, conciso, completo, didáctico, se nos detallan las claves de este volumen en el que nos encontramos algunos antecedentes de la novela La metamorfosis, y en el que también percibimos las principales preocupaciones de Franz Kafka, los temas que construyen su literatura: la familia, la libertad, la opresión, la idea de verdad.

Un texto destacado en esta recopilación es Un informe para una Academia, donde un hombre, convertido en mono, recuerda cómo era su vida antes de su transformación. La narrativa, o para ser más precisos el discurrir de unos hechos, naturalmente es aquí lo de menos. Lo relevante son las reflexiones que el protagonista de esta historia argumenta a lo largo del relato. En una visión panorámica de este cuento, Kafka aborda conceptos como el de la libertad, al que califica de “sublime” pero del que también se deducen peligros, sombras. La libertad como una de esas palabras que suenan muy bien en los discursos, pero cuya praxis exige cuidado y responsabilidad.

En este registro entre la alegoría y la moraleja nos encontramos con el maravilloso –y breve- Pequeña fábula, en el que se describe nuestra vida como una calle sin más salida que un trágico final. Condensa Kafka, en apenas un párrafo, siglos de filosofía y de literatura. Similar es también El buitre, aunque algo más enigmático y abierto a numerosas interpretaciones, que dejamos a los lectores, cada uno que aporte la suya.

El cierre de este libro de cuentos, de este Cuentos de animales, nos recuerda al verso memorable de Antonio Machado, ese el arte es largo y, además, no importa. Franz Kafka coincide con ese criterio. En Josefina la cantante o el pueblo de los ratones, el escritor checo, entre el pesimismo y la ironía, nos desvela que la cultura es inútil, que cada artista, cada creador, es un nombre que se perderá en el tiempo, alguien a quien olvidaremos. Los creadores –vanidosos, ególatras, soberbios- no son más que una porción insignificante de nuestra historia, de nuestro pueblo. Apenas nada cambia con ellos ni con sus obras.

Cuentos de animales se disfruta y nos maravilla. También nos ofrece ese carácter indispensable para hablar de literatura, que es un artificio con el que nos aproximamos a nuestras complejidades. Unas veces definiendo, otras veces interrogando. Kafka nos da respuestas, y también nos hace preguntas.

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