rojo | crítica

Un combate vibrante y desigual

Juan Echanove y Ricardo Gómez protagonizan 'Rojo', de John Logan.

Juan Echanove y Ricardo Gómez protagonizan 'Rojo', de John Logan.

Colocado como una obra de arte que colgara de la cuarta pared, al espectador, testigo mudo de esta obra-combate, se le proporciona un suplemento de intimidad, el de coincidir con las pupilas de los dos personajes en los contados momentos de suspensión de la palabra. Resulta una buena idea escénica dentro de esta obra diseñada al milímetro, que avanza recorriendo una estrecha espiral que relaciona dos preguntas sobre percepción e interpretación (primero del cuadro, luego del restaurante Four Seasons para el que fue diseñado) al hilo de la evolución del par maestro/alumno. Es la manera elegida, esos pequeños raptos de frontalidad, para medir el grado de fragilidad de los personajes.

Dejábamos caer que Rojo, multipremiada obra del dramaturgo y guionista estadounidense John Logan, tiene mucho de combate, de roce violento, y ahora añadimos que la larga refriega necesita de un peso pesado (Rothko/Echanove) y un sparring (el ayudante que encarna Ricardo Gómez). A este último le toca bailar con la más fea, con la nada desdeñable (y provechosa en muchos sentidos) carga didáctica de la propuesta, al ensayar una muy sobreescrita defensa dialéctica a las pregnantes y feroces reflexiones rothkianas. Para colmo, su personaje pertenece más al cine que al teatro, más al engrudo psicológico-moral que al orden de la aparición, de la carne. Al actor y al personaje se los come Juan Echanove (que anda aproximando su figura y voz a las de don Paco Rabal), brillante en su encarnación del pintor en el lúcido y terrible crepúsculo de vida y arte, espíritu mortificado y aprisionado en un cuerpo desatado que siempre logra desobedecer lo que se espera de él a partir de una sobredosis de humanidad.