Viva la andante caballería

Sinfónica de Sevilla. 3º de abono | Crítica

El japonés Hiroo Sato en el Primero de Rachmaninov
El japonés Hiroo Sato en el Primero de Rachmaninov / Guillermo Mendo

La ficha

Real Orquesta Sinfónica de Sevilla.

*** 3º de abono. Solistas: Hiroo Sato, piano; Ruth Rosique, soprano; Pablo García-López, tenor; Josep Miquel Ramón, barítono. ROSS. Director: Andrés Salado. Programa: ‘El caballero Cervantes’ (Concierto para piano nº1 en fa sostenido menor Op.1 de Serguéi Rajmáninov, ‘Don Quijote a Dulcinea’ de Maurice Ravel, ‘El retablo de Maese Pedro’ de Manuel de Falla. Lugar: Teatro de la Maestranza. Fecha: Jueves 8 de noviembre. Aforo: Dos tercios de entrada.

Suele mirarse a Rajmáninov como el desclasado del siglo XX que sigue escribiendo música en el estilo más genuinamente romántico, pero el autor del Concierto en fa sostenido menor es sólo un joven de 19 años que admira a Grieg. Y su concierto, revisado en 1917, lo revela. Hay lirismo, que canta en la cuerda, virtuosismo de tecla y una vivacidad y un ímpetu juveniles que a veces hace que los directores se desboquen en exceso de decibelios como en la stretta final, que hizo inaudible al solista, un Hiroo Sato que se mostró durante toda la obra más flexible con la agógica (Andante) que en las dinámicas.

El último Ravel, el de estas canciones de Don Quijote a Dulcinea pensadas para el cine, dista mucho del refinado y genial autor de tantas otras mélodies. Partiendo de poemas de escaso valor y tratando de acercarse al mundo de la cultura popular, el músico tiró de brocha gorda, cargando el ritmo de referencias españolas. Sobrado de recursos y con la variedad expresiva que exige el diferente tono de las tres piezas las cantó Josep M. Ramón.

El retablo de Maese Pedro se programa poco y casi no se representa, lo que resulta penoso, pues ópera es, y posiblemente la mejor que se escribiera jamás en España el siglo pasado. Ampliada la cuerda respecto al original pedido por Falla (13 frente a 8), a Salado se le fue algo la mano con el volumen en las partes más rápidas, lo que tapó a los cantantes por momentos (Ramón al final), pero se deleitó con exquisito gusto en las lentas. Rosique asumió a la perfección las indicaciones de Falla de dar al Trujamán “voz nasal y algo forzada”, aunque ello perjudicara en algunos momentos la inteligibilidad. García-López fue lírico e intenso a la vez.

Es incomprensible que la ROSS no utilice el sistema de sobretitulado del Maestranza cuando programa obras con textos cantados. Que estos se impriman en el programa de mano sirve de poco si a la hora de la interpretación las luces de la sala se apagan por completo.

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