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Juan Carlos Romero. Guitarrista flamenco

"Me siento relevo de muchos, me gusta sentir ese espíritu de continuidad"

  • Habla como suena su música: contenida, profunda, serena. Publica ahora 'Paseo de los Cipreses', un disco de poso elegíaco y espíritu vitalista que presenta el martes en el Central.

-¿Cuándo cayó por su propio peso como idea central del disco el homenaje a las personas queridas y desaparecidas?

-Yo estaba enfrascado con otro disco, tenía ya esbozos, cosas muy cortitas, pero entonces empezaron a irse uno tras otro [habla de los fallecimientos de su padre, de su técnico de sonido Antonio Moreno, del escritor y flamencólogo Félix Grande, del cantaor Enrique Morente y de los guitarristas Niño Miguel y Paco de Lucía]... y yo no podía hacer otra cosa que reflejar todo eso. No me gusta esa poca naturalidad que tenemos ante un hecho más de la vida como es la muerte. Creo que hay que padecer el duelo, y después entregarse a la vida, pero el duelo hay que pasarlo si quieres estar luego en la vida con cierta tranquilidad. Y eso es este disco. Hubo quien me advirtió: "es que una cosa es la vida personal y otra la vida artística...".

-¿Cómo se hace esa separación?

-Yo no lo sé. Ése es el misterio. Porque yo no tengo dos vidas, yo no tengo más que una. Todos eran gente realmente allegada a mí, al margen de la admiración artística que yo tuviera hacia ellos. ¿Cómo voy a hacer yo un disco que no tenga nada que ver con todo esto? ¿Que no tenga nada que ver conmigo? A lo que me dedico ya es poco comercial, por lo tanto qué menos que aprovechar la libertad para hacer lo que quiera.

-Y además, se supone que esto va de expresar algo personal...

-Hombre, hay que comunicar cosas. Cuando me dicen: la gente lo que quiere es divertirse, pasarlo bien... ¡Y yo, y yo! Aunque nunca he concebido así el flamenco. Entiendo que la música puede ser una diversión solamente, pero yo no participo de ese mundo, no tengo nada que aportar ahí. El flamenco no es una música para divertirse, en todo caso es una música para disfrutar. Aunque tampoco me ha parecido una música triste, nunca. Un día se lo comenté a Félix [Grande]: Félix, ¿por qué alguna gente dice que el flamenco es triste? Y él me dijo que el flamenco es una música cuya herida viene ya cauterizada, y entonces no provoca tristeza, sino consuelo. Me pareció muy hermoso... pero es que además es cierto. También me decía a veces Félix: "El flamenco es una moral". Y ahora lo entiendo mejor que nunca. Porque el flamenco no es sólo un conjunto de códigos emocionales o artísticos, musicales, sino también una forma de estar en la vida. Y a mí me han enseñado, y lo he vivido desde chico, que la muerte no se oculta, ni se hace como que no existe; en el flamenco a la muerte se le grita, se le aúlla, se la coge por las solapas y se la zarandea y si uno puede hasta le escupe, pero no se evita. La enfrenta.

-Si la conciencia de la mortalidad nos hace sentirnos aún más vivos, ¿puede decirse que el disco en un manifiesto por la vida?

-Absolutamente. Es una asunción de las condiciones del contrato de vivir. Te aferras a la vida con más ganas cuando aceptas que la muerte forma parte de ella. Cuando ocurre, cuando muere algún ser querido, te quedas encogiéndote de hombros: ¿cómo es posible esto? No hay respuestas. Lo único que puedes hacer es sobreponerte con una sonrisa, que eso sí lo sabemos hacer los andaluces. La alegría como medicina.

-Para no estar aquí dos días, porque entiendo que daría como mínimo para eso, dígame muy brevemente qué significaron para usted estas personas.

-Todos eran muy especiales, lo eran de verdad. Antonio Moreno era alguien absolutamente peculiar, originalísimo, de esas personas que te dejan huella porque sabes que vas a conocer a poquísima gente así, y con Enrique [Morente] pasaba lo mismo. El Niño Miguel fue el primer ídolo que yo tuve con una guitarra en la mano, a partir de ahí... Félix, que era tan culto, tan inteligente, tan buen aficionado al flamenco, era un conversador enorme, como Enrique. De mi padre qué te voy a decir: sobre él descansa que yo esté hoy ahora mismo queriéndome subir a un escenario con una guitarra. Y Paco forma parte de mi vida; lo he tenido como un Dios, siempre admirando lo que hacía, esperando lo que hacía, y consiguió algo que no consigue casi nadie: que todo el mundo se sintiera representado por él. Decía lo que todos queríamos decir, y así lo sentíamos todos.

-En el plano meramente musical, ¿cuál fue el planteamiento?

-Decir lo que quería decir no con pocas notas, pero sí con las estrictamente necesarias. Eso, cuando eres más joven, te cuesta entenderlo porque tienes la necesidad de decirlo todo, lo quieres poner todo, y vas aprendiendo que no por dar más notas dices más...

-¿En eso consiste el proceso de búsqueda de la voz propia?

-No. No sabría decir cómo sucede eso. Hay quien cree que tener una voz propia es tener el empeño de tener una voz propia. Pero no es una cuestión de empeño. Yo no sé cuáles son las características que me distinguen a mí de otro que también toca la guitarra. No lo sé exactamente. Yo no he hecho nada en particular. Simplemente he hecho las cosas como yo las sentía, como yo creía que eran. Y a eso me he dedicado cada día, pero no he tenido nunca el empeño de averiguar lo personal que era tocando, ni creo que eso deba ser un objetivo en sí mismo.

-¿Cómo ve el momento actual de la guitarra flamenca?

-Por una parte muy bueno, porque se toca la guitarra muy bien, mejor que nunca, ahora lo difícil es encontrar a alguien que no toque bien. Antes te podías encontrar con guitarristas más o menos rudimentarios, pero hoy ya no hay de esos. Así que la diferencia sólo la va a marcar la música que seas capaz de hacer, cómo vas a componer, eso es lo que va a marcar ahora la diferencia, no el hecho de que te comas la guitarra o hagas tal o cual cosa supertécnica... Y luego hay una cuestión peliaguda: hoy, información, la hay toda, pero no se puede confundir la información con el conocimiento, que va ligado a lo vivido, y a veces se confunde. Cuando sólo tienes oportunidad de ver vídeos en YouTube y de escuchar discos, eso deja unas lagunas que se perciben. Pero cada uno tiene que estar en el tiempo que le ha tocado vivir. Yo soy de una generación que vivió, digamos, los últimos retazos de aquel viejo mundo del flamenco en el que la gente se reunía con frecuencia. Y tengo siempre la impresión de que la generación de ahora tiene ese hándicap, pero en fin, tendrá que hacer frente a esa carencia con otras virtudes.

-Ese es un punto clave: si ha cambiado la manera en que la gente se acerca al flamenco y lo vive, cómo, y por qué, evitar que cambie. Pero incluso asumiendo que todo lo que está vivo cambia, ¿qué es lo que no se debe perder nunca?

-Uf. Ese es un debate con muchos recovecos y muy resbaladizos todos ellos. En mi opinión, ayudaría que hubiera una enseñanza que tuviera en cuenta todo esto de lo que hablamos. Muchas veces se dice que esa enseñanza le quitaría frescura al flamenco, porque el flamenco está en la calle y tal, pero lo que tenga que estar en la calle va a seguir estándolo. El caso es que lo que se percibe en la calle no es el flamenco que yo aprendí. Hay muchos jóvenes a los que una seguiriya les cansa, les aburre, y normalmente eso pasa porque no se conoce suficientemente bien el flamenco, y una condición indispensable para amar algo es conocerlo. Por eso estamos en una época tan rítmica. Todo lo que se hace está relacionado con lo rítmico, porque parece un lenguaje más accesible, aunque sea también complejo, que lo es, pero también más accesible. De hecho los estilos que más se graban son los rítmicos: bulerías, tangos, alegrías... Y en cambio se ha movido muy poco el mundo de los cantes, digamos, más solemnes: la soleá, la seguiriya o la malagueña, ahí se ha hurgado poco. El flamenco es una herencia. Y yo me siento relevo, no tengo ningún problema, no necesito sentirme un ente autónomo, me gusta sentir ese espíritu de continuidad. Si tú hoy coges una guitarra y quieres hacer flamenco, eres, lo sepas o no, el resultado de Paco, de Sabicas, de Montoya, del maestro Patiño... Aunque al margen de eso, el flamenco es música, claro que lo es, pero no es sólo música. Quien se acerque a él pensando que sólo tiene que entender unos códigos musicales no se está enterando.

-Pero aquí volvemos al mismo punto de antes: si esa forma de experimentar el flamenco sólo puede ser fruto de una verdadera vivencia, como decía usted antes, cómo transmitir eso...

-Los guitarristas quieren que les enseñes falsetas y cosas así, y eso está bien, hay que enseñarlo, pero tiene que saber lo que hay debajo de eso. Y si no lo van a vivir, deberían al menos interiorizarlo a través de la palabra. Hay que conocer la humanidad que explica el flamenco. Si tú aprendes una soleá y no sabes qué representaba eso para los que primero la interpretaron, cómo vivían esos que la interpretaron, qué sentían, a qué mundo se enfrentaban... como no contextualices esa música, te pierdes mucho de esa música, como creas que es sólo un dibujo melódico, estás perdido. Porque entonces para qué estás cantando la misma soleá que se cantaba hace un siglo. No puedes aislar asépticamente una melodía, cantarla y ya. Un "ay" no son sólo dos vocales con una nota musical, en ese "ay" hay una historia. Y tú tienes que hacerla tuya. Igual que un actor hace suyo un papel y durante hora y media se ha creído el Cid Campeador, por qué nosotros no podemos vivir aquello como si fuese nuestro. ¿O es que no lo es? De todos modos, el problema no es que unos sean más atrevidos y otros más conservadores, a mí las dos cosas me parecen no sólo legítimas, sino necesarias, porque se compensan la una con la otra. Yo quiero dejar claro que lo que defiendo, por encima de cualquier cosa que haya dicho aquí, es la libertad artística. Y la libertad es una cosa que tú tomas, nadie te la tiene que otorgar. Y ya otra cosa es que luego uno sepa qué quiere hacer con esa libertad.

-Presenta el disco el martes en el Central. ¿Qué ha preparado?

-Fundamentalmente los temas del disco nuevo, pero son sólo ocho y uno de ellos es el Vals flamenco al Niño Miguel que en directo no lo hago aunque se justifica que esté en él porque quiero recordar su apogeo, cuando era un figurón, y no esa imagen última de él en la desdicha. Y después añadiré temas de otros discos que me suelen acompañar, como los fandangos de Huelva, primero porque me gustan mucho y segundo porque quiero que mi tierra esté presente... Irán conmigo José Valencia como artista invitado, y Paco Cruzado (segunda guitarra), José Carlos Roca (cello), Carmen Molina (cante), Los Melli (palmas) y Agustín Diassera (percusión).

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