La fuerza de la expresión romántica

ORQUESTA BÉTICA DE CÁMARA | CRÍTICA

Alberto Martos, Michael Thomas y la Bética.
Alberto Martos, Michael Thomas y la Bética. / Federico Mantecón

La ficha

****Programa: Concierto para violonchelo en La menor, op. 129, de R. Schumann; Sinfonía nº 3 en Mi bemol mayor, op. 55 ‘Eroica’, de L. van Beethoven. Violonchelo: Alberto Martos. Director: Michel Thomas. Lugar: Espacio Turina. Fecha: Sábado, 24 de mayo. Aforo: La mitad.

En uno de los mejores conciertos de las últimas temporadas, Michael Thomas y la Orquesta Bética de Cámara se metieron a fondo en el corazón de la rebeldía, de la tormenta y del ímpetu del Romanticismo. Y lo hicieron con una sobrecarga de energía impresionante, hasta el punto de que al final de la Eroica nadie se atrevía a romper la magia con aplausos, tal era el grado de tensión incombustible que Thomas le inyectó en su dirección a la Bética, en esta ocasión implicada hasta la extenuación en articulaciones eléctricas, golpes de arco chispeantes y plenitud de colores en sus secciones. Espectaculares en este sentido las tres trompas en el Scherzo de la sinfonía, con sonido agreste pero brillante muy en conformidad con la música y con la versión que el maestro estaba planteando. Las maderas estuvieron intachables todo el tiempo, pero especialmente en la famosa marcha fúnebre. Marcha que, aunque anotada por Beethoven como Adagio assai, de la mano de Thomas sonó con tempo y ritmo de marcha, marcado y animado. Toda esta sinfonía fue interpretada por las cuerdas con vibrato muy comedido, lo que redundó en un fraseo más fluido y nítido. Los silencios y calderones o desaparecieron o quedaron en la mínima expresión en aras de un discurso continuo e ininterrumpido que buscaba acentuar la teatralidad de la expresión beethoveniana sobre la solemnidad. Las anacrusas y síncopas del Scherzo adquirieron un relieve poco usual en la mayoría de las interpretaciones de esta sinfonía. Por último, quedan para el recuerdo los acusados contrastes dinámicos del Finale.

En el concierto de Schumann Alberto Martos se contagió del arrebato pasional de Thomas e hizo cantar a su violonchelo con garra, con un fraseo enérgico y con profundidad en los graves, mientras que la franja aguda sonaba con definición y brillo. A destacar su afinación y precisión en la articulación, con espléndidos rebotes de arco en el tercer tiempo.

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