Tomás garcía rodríguez

Doctor en Biología

Árboles del fuego en Sevilla

Este árbol fue introducido en Europa en el siglo XVIII por el conde Greville

El árbol del fuego (Grevillea robusta), conocido también como pino de oro o roble australiano, fue introducido en Europa en el siglo XVIII por el conde inglés Charles Francis Greville, de quien procede su nombre genérico, expresando el término robusta el gran porte que puede alcanzar. El apelativo de árbol del fuego es un reflejo de sus espectaculares inflorescencias en racimo que semejan llamas amarillo-doradas, las cuales surgen a mediados de primavera y encierran un gran poder de atracción sobre los insectos por su copioso néctar. Planta siempre verde, muestra unas hojas compuestas con envés verde claro que recuerdan frondes de helechos. Su madera es blanda y maleable y, debido a ello, el prestigioso lutier canadiense Jean Larrivée la ha utilizado para fabricar sus famosas guitarras acústicas. Resiste las sequías, aunque no tolera heladas extremas y un exceso de polución ambiental, por lo que puede servir como indicador de la calidad del aire en el medio urbano.

Escasas hasta fechas recientes en Sevilla, añosas grevilleas de buen tamaño pueden contemplarse en el Parque de María Luisa, la Casa Rosa del Paseo de la Palmera, la calle Cardenal Bueno Monreal o el bulevar Poeta Manuel Benítez Carrasco. En las últimas décadas, son plantadas con determinación en diversas zonas de la ciudad, incluso en alineaciones viarias como las existentes en la Isla de La Cartuja o en Los Bermejales. Se elevan ya altivos, aunque jóvenes, en el campus universitario de la Facultad de Odontología, en el situado entre los antiguos pabellones de Brasil y México de la Exposición Iberoamericana de 1929 o en el de la avenida Reina Mercedes. Es patente que estos hermosos árboles australianos ofrecen un notable valor ornamental y pueden considerarse apropiados para futuras plantaciones en calles, plazas y parques.

En un histórico rincón sevillano que antaño formaba parte de un arrabal enclavado muy cerca de la muralla de la ciudad, en torno a la iglesia gótico-mudéjar de San Lorenzo y el nuevo templo basilical del Gran Poder, doce impresionantes plátanos de sombra circundaban la plaza hasta tiempos actuales. Plantados muchos de ellos a principios del siglo XX, estos mayestáticos árboles fueron adquiriendo unas venerables figuras con brazos orantes que completaron un recinto místico, embriagador y subyugante. Hace un par de años, media docena de luminosos árboles del fuego --alternando con recios almeces- sustituyeron a las vetustas platanáceas, aportando a este mágico lugar, con su brillante follaje perenne y su fulgor floral, una imagen de hermosura ruborosa ante las cofradías que arraigaron en la plazoleta y que realizan su estación de penitencia por las calles de Sevilla en los sentidos días de su Semana Santa.

"Árbol noble, yo te canto:/ yo te canto, árbol sencillo;/ yo que crezco y me levanto/ lo mismo que un arbolillo./ Quiero en ti copiar mi vida/ y alzarme sobre la ruta,/ como copa florida/ que dé sombra y que dé fruta" (El paseo, Enrique Banchs).

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