La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Objetivo, el Rey
Introduje la llave en la cerradura de mi casa sabiendo que, en mi hogar, se había apagado su luz. Tardé en hacer ese sencillo proceso porque me invadía la certeza, que se hincó cual dentellada en mis entrañas, al saber que al deslizar el arco de la puerta él no iba a salir , nunca más, a recibirme intentando treparme por las piernas. Cada día, su menudo cuerpo se sacudía alborotado ante mi llegada. Con sus patitas hacía un acelerado pateado estresado, impaciente por la nerviosa alegría de que su ama había regresado a casa. Whisky se me enredaba en los pies, siempre, dificultado mis pasos. Me hacía un bloqueo hasta que no conseguía convencerme de que lo cogiera con mis brazos para refugiarlo en mi pecho. Hacía la alegre ceremonia de los lengüetazos y gemidos hasta que lograba regresar al suelo porque necesitaba enseñarme cómo correteaba a toda prisa por la casa. Era mi acompañante, leal como todos los perros, que me ha acompañado hasta en mis escritos. A Whisky le gustaba sentarse en mi regazo mientras escribía mis artículos o mis libros. Hoy siento frío. A veces me daba la sensación de que leída mis frases. De hecho, le he llegado a preguntar a él si le gustaba, o no, lo narrado. Una vida entera, la suya, juntos en la que ha sido el muñeco, el juguete, el amigo de mis hijos, de las amigas de mi hija, de los amigos de mi hijo, de mis amigos, de mi leal Chelo a quien hoy, por primera vez, la he visto llorar. Porque también para ella ha sido su amigo, su acompañante, parte importante de su vida. Mi niño era como Juan Ramón Jiménez describió a Platero: "Era pequeño, peludo, suave; tan blanco por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro". Aquél era un burro, y el mío un Bichón maltés. Su vida se ha apagado al son de los últimos latidos del año. Se ha ido, ahora, como si quisiera quitarse de en medio, como si estorbara, como si formara parte inherente de los graves problemas que nos ha dado este terrible año 2020. Nunca fue un incordio para la familia. Siempre nos ha dado motivos para mantenernos despiertos ante sus constantes provocaciones. Con su marcha me nace la certeza de que no volveré a sentir aquellas sensaciones, emociones, risas, enfados, preocupaciones, carreras , amor que él me provocaba. Ésa es mi pena. Después del doloroso proceso de verle cómo ha sufrido, durante muchos años, por una enfermedad crónica de la que resucitaba gracias a los cuidados del veterinario, de las medicinas, de que le dedicáramos mucho amor, mimos y cariño, su vida ha terminado dándome la última bofetada. D.E.P. Whisky de Pepito Dexter Jim.
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