Francisco González De Canales

Espacios públicos, espacios de la democracia

El autor lamenta que la Plaza de España se haya “machacado” con eventos con fines solo lucrativos

La Plaza de España de Sevilla.
La Plaza de España de Sevilla. / José Ángel García

03 de marzo 2024 - 06:00

La plaza pública, espacio político de la ciudad por excelencia, debería ser lo que mejor y más fehacientemente nos representa. Hace unas décadas, un líder de Oriente Medio que pretendía promover un glorioso espacio de este tipo le preguntó a Richard Sennett, pensador capital sobre dichos asuntos, sobre cómo deberían ser los espacios de la democracia. Sennett, astuto como siempre, se percató de la trampa de esta discusión planteada desde un régimen poco conocido por lo democrático y llegó a la conclusión de que, en realidad, el espacio público de las ciudades no es tanto el espacio de lo político, sino más bien, el espacio donde se constatan las consecuencias de lo político.

Esta pequeña sutileza resulta al final más relevante de lo que parece. Un espacio público, vivido plenamente en democracia, se caracteriza por manifestar la diversidad, la rica coexistencia de modos de vida contrapuestos, la superposición en un mismo topos de distintas formas de entender la ciudad y de vivirla.

Esta es la teoría ¿Pero es eso lo que de verdad observamos en los principales espacios públicos de nuestra urbe? Paséese usted por la Plaza de España, pero no por la tangente. Entre en el espacio. Verá que a la mayor diversidad a la que uno puede aspirar está en el origen o procedencia de aquel o aquel otro turista. Esta es la realidad cotidiana, al margen de que nos guste hablar de nuestros espacios propios con más o menos novelería.

Aún recuerdo tiempos en los que algunos sevillanos insistían aún impertérritos en sentarse al abrigo de alguna de las provincias o a pasear con la persona amada al acabar el día. Hoy, sin embargo, la experiencia humana de este espacio se ha vuelto cada vez más pobre, homogénea y plana.

Si nuestros espacios públicos representan lo que hemos querido hacer de nuestra ciudad, en Sevilla, y en especial en sus espacios públicos más centrales, lo que se constata es una cesión creciente de su representatividad a los intereses del turismo u otras explotaciones de carácter privado, independientemente de la corporación municipal que nos rija.

Lugares como la plaza de España, tan delicados en su factura, han sido machacados reiteradamente por eventos que sólo buscaban una efímera finalidad lucrativa. Ahora se pretende buscar distintas formas de hacer caja para curar heridas en gran medida autoinfligidas. Por ello, es necesario hacer una reflexión muy seria en esta ciudad sobre formas de prosperidad que vayan más allá de consumirse a sí misma. Porque de momento esto es lo que hemos querido hacer con ella. Esto es lo que nos representa.

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