FERIA Toros en Sevilla hoy en directo | Morante, Castella y Rufo en la Maestranza

La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

La feria o la verdad de lo fingido

Quienes protestaban porque cantes y bailes dificultaban sus negocios no sabían que eso la convertiría en una mina

Nada más auténtico que este decorado. Nada más cierto que esta mentira. Nada más verdadero que esta ficción. Nada más real que esta representación en la que todo es a la vez natural y artificial, sincero y fingido. Lo inventado no hace tanto tiempo -un 18 de abril de 1847 se celebró la primera- parece cargado de siglos. Lo diseñado artificiosamente parece natural, desde el traje de flamenca que nunca fue un traje regional, sino el rediseño -reinvención: palabra clave en todo esto- de las faldas de volantes que usaban las gitanas y las mujeres del campo que acudían a las ferias de ganado, a los farolillos y pañoletas diseñados por el gibraltareño de origen menorquín Gustavo Bacarisas que acabó de definir -como si la feria, tan sevillana, fuera un rompeolas de todas las Españas como el Madrid de Machado- lo que habían creado el vasco Ibarra y el catalán Bonaplata con la seria intención, derrotada por Sevilla, de impulsar la agricultura y la ganadería.

Ya en la celebración de la segunda feria, la de 1848, los señores que querían hacer allí aquello para lo que había nacido, es decir negocio agrícola y ganadero, se dirigían al Ayuntamiento pidiéndole que pusiera orden porque "los sevillanos y sevillanas, con sus cantes y bailes, dificultaban la realización de los tratos". Poco a poco los sevillanos, siempre con sus cantes y bailes, y las realidades económicas y sociales acabaron con la feria agrícola y ganadera. Pero no con el negocio.

Lo que ni el vasco y el catalán que la crearon para dinamizar la economía de la ciudad y la región ni los tratantes que protestaban porque los cantes y bailes dificultaban sus negocios podían sospechar es que sería precisamente lo que les estorbaba lo que convertiría la feria en una mina de oro que 175 años después de su creación, en este 2022 ávido de vivirla tras tres años de privación y dos de suspensiones, dejará en la ciudad 864 millones de euros. Imposible no recordar, una vez más, a Ortega: "El andaluz (…) se complace en darse como espectáculo a los extraños, hasta el punto de que en una ciudad tan importante como Sevilla, tiene el viajero la sospecha de que los vecinos han aceptado el papel de comparsas y colaboran en la representación de un magnífico ballet anunciado en los carteles con el título Sevilla". ¡Y vaya si tiene éxito y da dineros la representación gracias a esa verdad de lo fingido y autenticidad de lo inventado!

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