La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Sánchez entra en los templos cuando quiere
Primero el diluvio y después la Nochebuena. El 25 de noviembre de 1961 tuvo lugar la riada del Tamarguillo. El desbordamiento de este arroyo, afluente del Guadalquivir, dejó a miles de sevillanos sin hogar pero no produjo una sola víctima mortal. Milagro a medias, porque apenas un mes después, el 19 de diciembre, la Operación Clavel que recaudó toneladas de víveres para los damnificados, apadrinada por Bobby Deglané y la duquesa de Alba, se saldó con una veintena de fallecidos cuando una avioneta se estrelló contra los cientos de personas que esperaban la llegada de esta caravana solidaria.
El año de la riada del Tamarguillo empieza a construirse la barriada Madre de Dios, que con sus vecinas Los Pajaritos y Las Candelarias comparte la dudosa honra de formar parte de los tres barrios más pobres de España. Acogió a muchas de las familias que lo perdieron todo con el desbordamiento de un arroyo inmundo que se convirtió en el Mar Rojo. Pese a su nombre, Madre de Dios no cuenta con ninguna iglesia. El nombre es una parte de la advocación Candelaria Madre de Dios, una festividad que cada 2 de febrero reúne a miles de peregrinos en la aldea de El Rocío.
Sin iglesias, igual que tampoco tiene restaurantes, franquicias (de eso se libra), cajeros automáticos o tiendas de ropa, la barriada Madre de Dios se adelantó una semana a la Nochebuena. Sin pastores que lo protegieran del frío, sin reyes que lo adorasen burlando las indicaciones de Herodes, una vecina encontró en un portal de la calle Cráter a un bebé recién nacido completamente desnudo, todavía con restos del cordón umbilical. Esta samaritana, mientras llegaba la policía a la que acababa de avisar, fue a una farmacia para comprar leche y pañales. No cabe una postal navideña más hermosa. El milagro de la calle Cráter en uno de los volcanes de la pobreza. A la barriada Madre de Dios llegaron en los primeros años sesenta cientos de matrimonios jóvenes que seis décadas después se las ven y se las desean para subir a sus casas en unos bloques construidos la mayoría sin ascensor. Pese al nombre futurista de muchas de sus calles: Argos, Pegaso, Periscopio, Galaxia o Andrómeda, que da nombre a una tienda de bocatas y al club de Petanca, más que Blade Runner allí se rueda todos los días Grupo Siete o Deprisa, deprisa.
¿Dónde termina Madre de Dios?, pregunté una vez a uno de sus vecinos. “Habrá que preguntarle a Jesucristo”, me respondió. El niño perdido, y no en el templo precisamente, fue trasladado al Hospital Infantil y ya hay tres familias candidatas a acoger al bebé. En el invierno demográfico hace mucho frío, y más sin pañales ni caricias. Los Evangelios están llenos de niños nacidos de madres estériles: Sansón (Libro de los Jueces), Juan, hijo de Zacarías y de Isabel, la prima de María (Evangelio de san Lucas), Samuel, hijo de Ana (Libro de Samuel). Al niño de Madre de Dios habrá que ponerle un nombre como a aquel Enmanuel acogido por un carpintero de Nazaret que prefirió repudiar a la madre en secreto. Un valiente visto desde este tiempo de chivatos y correveidiles. Esta noche es Nochebuena y mañana Navidad. Un niño ha nacido en el Cráter de un Volcán.
También te puede interesar