La calle Culebras y su cruz
Sevilla conserva una cantidad importante de cruces en plazas, calles y en el exterior de iglesias, sobre todo en su extraordinario casco viejo. En este sentido, es posible contemplar rincones legendarios con cruces impregnadas de historia que nos recuerdan sus funciones originarias: las de término o de humilladero para delimitar collaciones, confluencias de caminos o salidas de la ciudad, entre las que podemos destacar la del atrio de San Jacinto y la Cruz del Campo; las conmemorativas de epidemias, como la del Baratillo; las de altares públicos callejeros, destacando la artística Cruz de la Cerrajería o la de la calle Ángeles; las incrustadas en paredes con diversas pretensiones, representadas por las dos de la calle Cruces; las de hospitales, siendo espléndido el crucero de San Lázaro que se trasladó a la Plaza de Santa Marta; las que presidían cementerios parroquiales, algunas de las cuales se hallan hoy en hornacinas de iglesias o en plazuelas colindantes: Santa Catalina, San Julián, San Bartolomé, San Vicente...
La calle Villegas discurre entre la Plaza del Salvador y su confluencia con Francos, Cuesta del Rosario y Plaza de Jesús de la Pasión o del Pan. La corta vía mantuvo desde el s. XV el nombre de Culebras (se ignora el origen reptiliano) y aparece así en el Plano de Olavide, siendo rotulada Villegas en 1888 en honor al pintor José Villegas Cordero. En tiempos pasados, Culebras llegaba en su acera de los impares hasta la Plaza de los Polaineros, integrada después en Álvarez Quintero. Según diversos autores, una cruz habría sido instalada en 1608 a petición de los panaderos cerca de otra preexistente de hierro (desaparecida) en el cementerio parroquial de la Plaza del Salvador. El camposanto estuvo activo hasta el último cuarto del siglo XVII, años en los que se derriba la mezquita de Ibn Adabbas y comienza a erigirse la Iglesia del Salvador. El crucifijo que ha llegado hasta nuestros días se traslada en el siglo XVIII o comienzos del siguiente a una hornacina con tejadillo y dos faroles de forja situada en la esquina achaflanada entre el templo del Salvador y la calle Culebras, de donde le viene el apelativo popular de Cruz de las Culebras. Bajo la hornacina, puede leerse en castellano antiguo una inscripción pétrea de 1714 que hace referencia a una ley dictada por el rey castellano Juan II en el siglo XV y que principia así: “El Rey y toda persona que topare con el Santísimo Sacramento se apeare aunque sea en el lodo so pena de 600 maravedíes, según la loable costumbre de esta ciudad, o que pierda la cabalgadura”. El edicto insta a arrodillarse al paso de la hostia consagrada portada por un religioso que transite por el lugar en una procesión reglamentada como la del Corpus o en otra circunstancia. Al lado de la Cruz de las Culebras, en la llamada antaño “acera de los cereros”, se encuentra un magnífico retablo del Cristo del Amor conformado en 1930 por Enrique Mármol, uno de los mayores altares de las calles de Sevilla.
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