Ezequiel Martínez. Periodista

"El huerto te pone los pies en la tierra, sientes que la amas"

  • Pionero del periodismo medioambiental, fue 21 años director y presentador de ‘Tierra y Mar’, un ejemplo de que la TV pública andaluza no tiene por qué estar condenada a la mediocridad

Ezequiel Martínez, en los Jardines del Cristina.

Ezequiel Martínez, en los Jardines del Cristina. / Belén Vargas

Ezequiel Martínez (Madrid, 1948) es ese inconfundible hombre del sombrero que, entre otras muchas cosas, fue uno de los periodistas pioneros en la información medio ambiental en España y Andalucía. Aunque comenzó de obrero en una fábrica de automóviles, su tesón le llevó a licenciarse en Periodismo en la Complutense, iniciando así una carrera profesional largamente galardonada (tiene los premios Andalucía de Periodismo y el Nacional de Medio Ambiente, entre otros) , pero sobre todo muy valorada por el gran público. Ezequiel Martínez, que estuvo 21 años (de 1992 a 2013) al frente del programa de Canal Sur TV ‘Tierra y Mar’, consiguió que miles de andaluces ajenos al sector se interesasen por los temas agropecuarios, siempre vinculados al medio ambiente y a la sostenibilidad. El secreto, una mezcla de rigor técnico con la sensibilidad ecológica, cultural y antropológica que convertían sus programas en mucho más que mera información sobre el campo andaluz. Viajero impenitente, es también un hombre de arraigo, con especial atención al huerto que cultiva en su casa de Mairena del Aljarafe. Asimismo, es autor de libros como, entre otros, ‘La odisea del viajero’ (El páramo) o ‘Tierra y Mar’, en el que recoge textos sobre dicho programa.

–Usted es uno de los pioneros del periodismo medioambiental en Andalucía, pero no fue ese su primer camino.

–Empecé haciendo maestría industrial y a los 17 años me puse a trabajar con un mono azul en la extinta Barreiros, la actual Peugeot, una fábrica automovilística. Allí empecé como mecánico, tornero y fresador. Durante aquella época me matriculé en Ingeniería Técnica, pero aquello no me iba y, después de hacer el COU, con 25 años, estudié por las tardes Periodismo en la Complutense.

–Estudiar y trabajar, todo lo contrario de un ‘ni-ni’.

–Ese ejercicio de esfuerzo se lo recomiendo a todos los jóvenes, porque el trabajo manual es muy importante. En el quinto curso de Periodismo conseguí una beca de la SER y compaginaba el trabajo en la fábrica por la mañana, aunque ya en la oficina técnica, con las prácticas en la radio por la tarde. Al medio día comía un bocadillo. Iba a Gran Vía 32, donde colaboraba en el programa Dondirón, en el que conocí a Ángel Carbajo, un gran profesional con una voz preciosa, y sobre todo a José Fernando Dicenta, de la saga de los Dicenta, que fue mi gran maestro. Aquello supuso un gran esfuerzo.

–¿Y cuándo comenzó a hacer información medioambiental?

–Empecé haciendo periodismo generalista (política, cultura...), pero ya cuando estaba en TVE me empezaron a interesar los temas medioambientales. Sin embargo, fue cuando llegué a Canal Sur y a Tierra y Mar –después de pasar por Expodiario, el informativo de la Expo 92 que hacíamos bajo la dirección de Juan Teba– cuando de verdad adquirí conciencia de lo mucho que se podía hacer por la ecología desde un medio tan poderoso como la televisión. Cuando llevaba dos años en el programa, Miguel López, hoy todavía secretario general de COAG, me llamó y me dijo: “menos pajaritos y más trigo”. Yo le dije: “Miguel, esos pajaritos que denostas son los que hacen que a ti te vean y admiren una empleada del Corte Inglés, un fontanero o un albañil, que no ponen el programa para enterarse del maíz o del trigo, sino para ver lo que damos de Doñana”. Años después me reconoció que llevaba “toda la razón”.

–21 años dirigiendo y presentando Tierra y Mar, un programa que unía en sus contenidos la industria agropecuaria y la ecología, dos campos que solemos ver como diferentes, cuando no enfrentados.

–En el programa hicimos el esfuerzo de mostrarle al agricultor y al ganadero que, a su modo, ellos eran conservacionistas. Por su parte, al ecologista radical le enseñamos que no todo lo que hacen los agricultores es malo, como muchos piensan. Si no fuera por los agricultores y los ganaderos el medio ambiente sería otra cosa. Por ejemplo, ellos se encargan de mantener los arroyos, algo que no hace el urbanita que va al campo el fin de semana a criticar lo mal que lo hacen los que están allí.

–¿Se está avanzando hacia un modelo de agricultura sostenible o seguimos anclados en el productivismo?

–Seguimos en el segundo modelo que usted señala, porque la PAC ha centrado todas sus ayudas en aumentar la producción al máximo. La agricultura debe ir hacia un modelo más ecológico y sostenible. De hecho, en Almería se está dando una revolución con la que se ha pasado de una agricultura industrial a tope a otra integrada. La mayor producción de frutas y hortalizas de Almería, que son productos de primor que inundan los mercados europeos, están ahora mismo en producción integrada, y ya están dando el salto a lo ecológico.

–¿Qué es la producción integrada?

–Es un paso intermedio para llegar a la ecológica que consiste en disminuir el uso de fitosanitarios y de productos químicos que tanto daño hacen a la tierra. Hay que cuidar y mimar la tierra. Además, el consumidor medio europeo cada vez demanda más productos ecológicos bien certificados. Es decir, busca salud y garantía de calidad.

–21 años dan para mucho, habrá vivido momentos inolvidables. ¿Puede recordar alguno?

–La subida al Mulhacén en caballerías, acompañados de técnicos y un biólogo del Parque Nacional de Sierra Nevada que nos iba explicando las diferentes especies de flora que nos encontrábamos, dependiendo de los diferentes estratos de altitud, hasta los 3.482 metros de la cumbre. Hicimos noche en el refugio-vivac de la caldera del glaciar al pie del Mulhacén, a 3.080 metros, y allí al amor de la lumbre nos contaron historias de lobos y de una cordada de alpinistas franceses que murieron víctimas de un alud. Lo cuento en las páginas 293-297 del libro de Tierra y Mar. Otra anécdota es muy emotiva. Realizamos un reportaje sobre el verdeo en Aznalcázar. Grabamos a una cuadrilla formada por miembros de la etnia gitana. Lo emitimos el 25 de octubre de 2000. Ese reportaje lo enviamos a los premios 28-F de 2001 que otorgaban el Parlamento Andaluz y el Consejo Asesor de RTVE en Andalucía. Nos concedieron el premio en TV por los valores de igualdad y convivencia que encerraba el reportaje. El premio de 500.000 pesetas se lo entregamos a las familias que participaron en el reportaje.

–Muy generoso. Cuente alguna más.

–El día que me invitaron a presentar a Mario Vargas Llosa cuando dio el pregón del aceite en la cooperativa Santa Teresa de Osuna, donde se hace el aceite 1881. Para mí fue un honor y, en mi intervención dije que estaba convencido que en breve le iban a conceder el premio Nobel. Efectivamente, se lo dieron a los dos años. Otra fue cuando, gracias a Miguel Delibes de Castro, hicimos el seguimiento de una cría de lince que habían rescatado en Doñana y a la que pusieron Esperanza tras sugerirlo yo. Esperanza ya falleció tras vivir unos trece años y tener crías.

–Hay corrientes, incluso dentro del ecologismo, que desdeñan los esfuerzos por conservar el lince.

–Siempre hay que buscar un líder que concite la atención del público y que logre fondos para el conservacionismo. Si no fuera por el lince, probablemente no se podrían realizar otros estudios sobre la tortuga mora o el águila imperial. La recuperación del lince, gracias al trabajo de gente como Delibes o Astrid Vargas, ha sido modélica.

–Dígame una batalla ganada.

–Hacer ver a la sociedad que es posible con pocos medios y un buen equipo de profesionales hacer programas de calidad que conciten el interés del público, como Tierra y Mar.

–¿Qué le parece la deriva de Canal Sur?

–Tiene una parrilla de supervivencia. Es cierto que hay muy pocos medios, pero debería haber más imaginación. La programación actual es manifiestamente mejorable. Por otra parte, lo que no puede ser es que el director, Joaquín Durán, lleve de forma interina en el cargo cinco o seis años.

-El litoral español y andaluz ha sido el gran mártir del ‘boom’ inmobiliario.

–Cada vez que voy a Cabo de Gata me hago una foto delante del Algarrobico, un monumento a la agresión a la ecología. Hay que demolerlo ya. Soy un hombre de izquierdas, pero reconozco que el PP derribó el famoso hotel de Atlanterra, en Zahara de los Atunes. Sin embargo, hay que destacar que, en Andalucía, y pese a las muchas barbaridades, todavía tenemos kilómetros de costa sin urbanizar.

–Pero ya vuelven a verse las grúas.

–Es importante que se creen normas y leyes para evitar que se vuelva a repetir lo del boom del ladrillo.

–Me han comentado que usted cultiva un huerto.

–Sí, en mi casa de Mairena del Aljarafe. Ayer, precisamente, me hice una ensalada magnífica con los tomates, berenjenas y calabacines recogidos durante estos días.

–Hay todo un movimiento social que reivindica la figura del hortelano diletante. Una especie de zen mediterráneo.

–El huerto nos pone los pies en la tierra; sientes que la pisas, que la amas... Con poco que uno le da a la tierra (abono, agua, sol...) ella te devuelve unos beneficios increíbles. Además, por pequeño que sea un huerto, te da frutos para ti, los familiares, los amigos y los vecinos. También es un magnífico ejercicio físico que te obliga a mover las bisagras. Luego está la filosofía de Fray Luis de León: “Qué descansada vida/ la del que huye del mundanal ruido/ y sigue la escondida/senda, por donde han ido/ los pocos sabios que en el mundo han sido”...

–La relación de la poesía con la agricultura y la naturaleza es antigua: Hesíodo, Virgilio...

–...Columela... En Tierra y Mar citaba muchos versos de los clásicos. ¿Por qué? Porque al agricultor le gusta que le recuerdes que hubo sabios que estuvieron muy pendientes de la agricultura. Hay una frase que Cicerón escribió hace más de 2.000 años y que yo cito constantemente: “La agricultura es la profesión propia del sabio, la más adecuada al sencillo y la ocupación más digna para todo hombre (y yo añado y mujer) libre”. En el programa también recitaba a Machado, a Miguel Hernández... Creo que eso fue parte de su éxito, junto a la búsqueda de lo antropológico, de las culturas y el léxico agrario que se estaban perdiendo.

–Es usted un viajero infatigable.

–Mucho menos de lo que me gustaría. La diferencia entre el turista y el viajero es que el segundo no lleva un planning cerrado. Esto nos lo recuerdan periodistas y escritores viajeros como Kapuscinski, Bruce Chatwin, Javier Reverte o Conrad.

–Acaba de llegar de África.

–Sí, hemos hecho el viaje en un camión con 13 personas de diferentes sitios (Madrid, Barcelona, Chile...). Una noche que acampamos escuché unos ruidos. Me asomé y era un hipopótamo a sólo cinco metros de la tienda. Me quedé quieto, no fuese a arremeter contra nosotros... Imagínese: una tonelada y media. En este viaje buscaba los orígenes del hombre, porque en Tanzania está la datación más antigua que conocemos de restos de homínidos, de hace 1,7 millones de años. Hasta que no se demuestre lo contrario, todos provenimos de un lugar remoto de África.

–Mucha gente está obsesionada, quizás, con los grandes viajes, cuando hay destinos muy cercanos que sorprenderían a más de uno.

–Puedes hacer un gran viaje desplazándote a un lugar muy cercano al que habitas. Hay que saberle sacar el jugo a una encina, a un paisano que vuelve con las cabras por la tarde...

–Dígame un sitio de Andalucía...

–La Cala de San Pedro en el Cabo de Gata, a la que se llega desde Las Negras, en barco o tras una caminata de más de una hora. Allí hay una comunidad de antiguos hippies que practican el nudismo. Es un paraíso, un lugar de ensueño.

–Alguno más...

–Muchos. Es un pecado no conocer los pinsapares de Grazalema o de la Sierra de las Nieves de Ronda. Los pinsapos son un legado fabuloso que nos llega desde el Terciario. También me gusta el Valle de los Pedroches, una estepa en medio de Córdoba donde sigue existiendo el ruralismo, con gente que vive pegada al terruño y al ganado. Vaya a la sierras de Las Villas y Segura... O el Parque Natural de Barbate, o la Sierra de Aracena... Andalucía es increíble

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