David González Romero y Fernando González Viñas | Editores de El paseíllo
“Urtasun es un benefactor de la tauromaquia”
Julio Mayo | Archivero e historiador
Por una casualidad quedamos con Julio Mayo (Sevilla, 1974) debajo del arco de la Macarena, pero no hay sitio mejor para iniciar la entrevista a un archivero e historiador que ha dedicado gran parte de sus desvelos al estudio de la historia del fenómeno devocional mariano, una pieza fundamental para comprender la historia de la mentalidad de los andaluces. Es Julio Mayo una persona que reivindica con orgullo su condición de historiador local, forjada en los archivos en busca de documentos en los que encontrar los datos precisos con los que demostrar una hipótesis histórica. A su vocación la califica de “veneno”: “hay un momento en el no vives para otra cosa y dedicas a la investigación todo tu tiempo y tus recursos”, asegura el que actualmente es el archivero municipal de Los Palacios y Villafranca”. La obra de este historiador se encuentra desperdigada en casi mil artículos publicados en revistas y obras colectivas. Además de sus trabajos sobre Consolación de Utrera (encontró el documento que desvelaba el donante de la joya del barco que porta la imagen) o el Rocío, también ha dedicado parte de sus desvelos al paso de Cervantes por Utrera y su familia inglesa de Sanlúcar de Barrameda o a algunos aspectos de la biografía de Murillo. El momento más duro de su vida fue cuando, en 2013, se declaró un incendio en el archivo de Los Palacios y Villafranca. Afortunadamente, se salvó la documentación más valiosa.
–Su pasión por los archivos y la historia local no se improvisa. ¿De dónde viene?
–Debo mi vocación, afición y gran pasión por la historia local a mi abuelo Francisco Mayo, quien me inculcó estos valores desde muy niño. Él era un tabernero de Los Palacios, sin estudios, que escribía todos los días en unos diarios lo acontecido en el pueblo. Jugando, me enseñó de una forma muy didáctica a denominar con un nombre cada uno de los años históricos más representativos. Así aprendí y memoricé que El año del Lagarto fue 1905 y se llamó así en memoria de la pertinaz sequía que se padeció; que el Año del Tío Lanas fue el de 1912 porque vino muchos días a mi villa natal un panadero desde Coria del Río, en barca, con pelos y barbas, para traer el pan a causa a la incomunicación que provocaron las grandes inundaciones de aquel año; el Año de la Luz, que se le denominó así al de 1910 porque es la llegada de la luz eléctrica a Los Palacios, etc.
–Usted es un historiador forjado en la brega de los archivos, de los que no paran hasta encontrar el documento que busca.
– Historiador no es el que lee o estudia historia en los libros, sino el que hace una labor de reconstrucción de un acontecimiento o una etapa histórica a partir de unas fuentes documentales, mediante el uso de una metodología. En Sevilla tenemos un altísimo nivel, con investigadores que nos forjamos en los pasillos de la Facultad, hablando entre nosotros. Tenemos la suerte de que Sevilla es una de las provincias que mayor patrimonio documental atesora. Ahí está, por ejemplo, Utrera, que tenía 8 notarios en el siglo XVI... Eso es una cantidad brutal de documentos que todavía no ha visto nadie.
– Dígame un documento que haya encontrado y que le llene de satisfacción.
–Uno sobre la donación de la joya de oro más preciada que hoy se conserva de la Carrera de Indias, que es el barquito de la Virgen de Consolación de Utrera. Esta imagen, que fue la que me hizo a mí historiador, es el fenómeno devocional y mariano por antonomasia del Siglo de Oro en Andalucía.
–Cuéntenos más...
–Este documento nos indica que Consolación era una advocación americanista y revela la identidad del donante del barquito: Rodrigo de Salinas, un factor de Pedro de Morga, que lo legó al convento de frailes Mínimos de Consolación en 1579. Es una pieza excepcional de la joyística española.
–Utrera y América, buena combinación.
–Utrera siempre estuvo vinculada a la Carrera de Indias, ya que formaba parte del camino terrestre alternativo al río Guadalquivir para embarcarse en Sanlúcar de Barrameda, que era, como dijo Antonio García Baquero, un antepuerto de Sevilla.
–¿Algún documento estrella más?
–También he realizado contribuciones documentales importantes sobre la biografía de Cervantes, a quien le he documentado una familia de ascendencia inglesa.
–¿Inglesa?
–Rastreando la labor de Cervantes en Utrera como aprovisionador de la Armada Invencible, me topé en un documento con un tal Juan Titón de Cervantes. Por un momento pensé que era el mismo escritor, como era tan juguetón... Pero corresponde a un primo suyo de Sanlúcar de Barrameda de origen inglés y cuyo apellido original es Tintam. Así se comprende lo bien que recrea Cervantes el puerto de Londres en La española inglesa, donde nunca estuvo.
–La Sevilla inglesa, una desconocida.
–La Feria de Abril tiene un claro perfume victoriano... En el Siglo XVI había en Sevilla jesuitas que hablaban perfectamente inglés y tenían una buena biblioteca en este idioma.
–Precisamente, el jesuita inglés Robert Parsons fundó el llamado Colegio de los Ingleses en Sevilla para la formación superior de los católicos de ese reino.
–Los vínculos fueron muchísimos. El mercado londinense era clave en las mercancías que llegaban a los puertos de Sevilla y Lisboa.
–Dígame algún tópico sobre la historia de Sevilla que sea falso.
–Es de broma que se diga que el nombre de Triana viene de Trajano, y el de la Macarena de Macarius. En general las leyendas le han hecho mucho daño a la historia de Sevilla.
–¿Qué le ha parecido el año Murillo?
–Valoro la contribución que este tipo de efemérides conmemorativas otorgan al reconocimiento de un personaje muy popular en Sevilla, pese a su origen culto. Mi lamento es que se ha querido establecer una división artificial entre un Murillo civil y el religioso. Esto es contrario a su personalidad y al contexto histórico del Siglo de Oro.
–Sobre la pretendida casa de Murillo usted ha hecho aportaciones importantes.
–Un ejemplo de la nula importancia que las instituciones públicas prestan al esclarecimiento documental de la vida y obra del personaje lo representa el escaso interés mostrado por corregir la ubicación exacta de la casa donde vivió sus últimos días Bartolomé Esteban Murillo. Ésta no se corresponde con la que actualmente es propiedad de la Junta, en la calle Santa Teresa, sino que tuvo que estar en la actual plaza de Santa Cruz, más o menos donde está Los Gallos.
–En general, los sevillanos desconocen la rica historia de su provincia. Aprendamos algo. ¿De dónde viene el nombre de su pueblo, Los Palacios?
–Tradicionalmente se ha dicho que hace alusión a unos palacios edificados en la Edad Media, en la Atalayuela del Huelamo, dedicados a almacenar piezas de caza de volatería. Pero el origen pudo deberse también a la asimilación del nombre de la heredad con el del cargo que ostentaba su propietario, que curiosamente era el alcaide de los palacios del Real Alcázar de Sevilla, don Gonzalo Núñez de Medina, durante el reinado de Pedro I de Castilla.
–Uno de los peores momentos de su vida tuvo que ser el incendio del archivo municipal de Los Palacios. ¿Qué aprendió de aquel drama?
–Que todas las medidas que se adopten son pocas. Además, he aprendido a valorar más la utilidad y el servicio público de mi profesión.... Aquello fue como si me arrancasen las entrañas.
–Pese al fuego se consiguieron salvar piezas de gran valor históricos, como el Libro del Becerro.
–Este libro agrupa una serie de documentos municipales, datados en el siglo XVII, que están relacionados con la posesión territorial, de gran importancia para entender la formación del término. Su nombre hace referencia al tipo de piel con el que está cubierto. Es muy común encontrar también Libros del Becerro en los archivos municipales de otros pueblos y ciudades, así como en un gran número de iglesias. El de Villafranca de la Marisma tiene una mayor antigüedad, por ejemplo, que la fecha de fundación de los Estados Unidos de América.
–Sigamos hablando de la historia de la provincia.
–Sevilla no se entiende sin sus pueblos. Ya quisiera la capital tener el grado de unidad y cohesión social que tienen muchos de ellos, que con independencia de ella, mantienen una identidad y personalidad propia. Muchos pueblos aventajan hoy a Sevilla en el desarrollo y organización de Jornadas sobre Historia local. ¿Quiénes son hoy los historiadores locales de Sevilla? ¿Puede decirme algún nombre de referencia? Porque los de la universidad no quieren ser historiadores locales, ni impartir la especialización de Historia local en sus facultades.
–Ya hemos hablado de Consolación de Utrera. En sus investigaciones usted ha prestado una especial atención a la religiosidad popular y a los fenómenos devocionales marianos.
–Esto suena hoy en día mal en la Universidad, pero quien no se acerque a estudiar la sociología de estas advocaciones religiosas no va a entender ni de gitanos, ni de barroco, ni de folklore,...
–Hablemos del Rocío, un acontecimiento sobre el que existen muchos tópicos pero cuya historia es muy desconocida.
–Durante mucho tiempo, se ha mirado al Rocío con una visión exclusivamente folclórica. En estos últimos años la hermandad Matriz ha hecho un gran esfuerzo por promover la investigación seria sobre el fenómeno devocional. Hemos tenido la oportunidad de encontrar un buen número de documentos que han ayudado también a esclarecer muchos asuntos que hasta el momento no estaban del todo resueltos. La Romería de Pentecostés se consolida en el siglo XVIII como una fiesta de encuentro y convivencia de pueblos comarcanos en la que va a entrar a participar en el siglo XIX la ciudad de Sevilla, a través de Triana. Sobre esta hermandad nos encontramos realizando un profundo trabajo de investigación que concluirá con la publicación del estudio. Hemos podido contribuir a desmitificar algunas leyendas como la de la aparición de la Virgen del Rocío, cuyo descubridor de la imagen estaba asociándose insistentemente a un pastor, o ganadero, ajeno a Almonte. La localización del manuscrito más antiguo sobre la leyenda ha ayudado a comprender que el hallazgo de la imagen lo protagonizó un almonteño. Otro documento, nos ha servido también para acreditar que, en el origen, Sanlúcar de Barrameda fue la filial del Rocío más antigua. En el siglo XVIII perdió su privilegiado número de orden por faltar varios años a la Romería de Pentecostés.
–Como hablábamos antes, la piedad popular es algo que siempre está presente cuando tratamos de nuestro pasado.
–Reivindico siempre la importancia que ha tenido la religiosidad popular en la unidad de los pueblos y defiendo el hecho religioso como una innegable realidad cultural. Hay un tema determinante: la contribución de las cofradías en la vertebración y organización social de la ciudad de Sevilla, todavía hoy.
–Tenemos una relación complicada con nuestro patrimonio histórico, que aún hoy en día sigue siendo víctima de numerosas agresiones.
–Profeso una gran admiración a la defensa patrimonial que dispensó mi paisano Joaquín Romero Murube, quien se enfrentó al poder establecido desde la prensa diaria sevillana, especialmente durante las décadas de 1940 a 1960, con el objeto de impedir el avance de la picota en aquellos años de desarrollismo. El patrimonio se emplea para reforzar nuestra identidad. La historia de una ciudad debería leerse y reconstruirse también a través de su patrimonio monumental sobreviviente. Nuestro lamento es que el pasado americano de Sevilla debería haber tenido una mayor presencia constructiva en el entramado urbano.
–¿No permanece la huella americana en la ciudad?
–Al margen de los edificios que formaron el conglomerado institucional de la Carrera de Indias, cuesta mucho trabajo definir el mapa urbano de los personajes que integraron el día a día de aquella sociedad económica tan pujante (mercaderes, cargadores, corredores, banqueros, marinos, comerciantes, almaceneros, carpinteros, artesanos, imagineros, pintores, etc.). Solo el nombre de muchas calles del centro urbano son testigos de aquel pasado deslumbrante porque casi todos los edificios vinculados con aquellos personajes y oficios desaparecieron para siempre. Una carencia importante en el desarrollo de la protección de espacios dentro de los planes urbanísticos es la ausencia manifiesta dentro de los equipos redactores ya no de historiadores, sino de investigadores que puedan ayudar a afinar una correcta materialización de esos planes.
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