Margarita Aizpuru. Profesora universitaria, comisaria de arte y activista feminista

"Se está vendiendo una Málaga de los museos que es un puro escaparate"

Margarita de Aizpuru, durante la entrevista.

Margarita de Aizpuru, durante la entrevista.

Margarita Aizpuru (Sevilla, 1960) lleva presente en la vida política, social y cultural de la ciudad desde su adolescencia, primero como activista del llamado "movimiento estudiantil" y feminista empedernida, luego como comisaria y animadora de diferentes actividades relacionadas con el arte contemporáneo: exposiciones, encuentros, performances... Licenciada en Derecho e Historia del Arte -después de estudiar bachillerato y COU en Santa Ana y la Preu-, actualmente vive a caballo entre un chalet en San Juan de Aznalfarache y un piso en Madrid, y combina su condición de comisaria independiente de exposiciones con la de docente en la Facultad de Bellas Artes de Salamanca y miembro del colectivo Mujeres en las Artes Visuales (MAV). Las relaciones entre arte y género han centrado gran parte de su actividad como investigadora. Vegetariana por influencia de su padre y apasionada de la ciencia ficción y las nuevas filosofías transhumanista y posthumanista (la fusión entre el hombre y la máquina), la empoderada Aizpuru es una persona que habla como una metralleta, sin importarle las palabras y sus consecuencias.

-No se ofenda, pero me han dicho que en sus años mozos se ganó el título de 'Musa del movimiento estudiantil'.

-Es cierto. Desde los dieciséis años yo militaba en los movimientos feminista y estudiantil, tanto en Derecho -carrera que estudié primero- como en Historia del Arte, que acabé en 1991. A través de la Asamblea de Estudiantes Autogestionarios cuestionamos la enseñanza del momento en la Universidad. Desde adolescente he sido de izquierdas y feminista. Recientemente me encontré a Antonio Maíllo, coordinador de IU en Andalucía y me dijo: "¡Hombre!, Margarita Aizpuru, la musa del movimiento estudiantil". Esas cosas me hacen gracia, no me importan, pero yo no era musa, sino sobre todo un sujeto protagónico que participó activamente de todo aquello. Ahora sigo vinculada al movimiento feminista, especialmente a través del MAV (Mujeres en las Artes Visuales), colectivo con el que intentamos cambiar un sistema del arte que sigue siendo muy discriminatorio con las mujeres.

-Ahora, entre las muchas cosas que hace, da clases en la universidad.

-Vivo entre San Juan de Aznalfarache y Madrid. Después de haber pasado por la Carlos III, doy un cuatrimestre en la Facultad de Bellas Artes de Salamanca.

-Muchos profesores se quejan del bajón en el nivel universitario. ¿Será por lo de cualquier tiempo pasado fue mejor?

-Yo sí observo un gran cambio. En los ochenta y principios de los noventa, todavía había muchos universitarios activistas y utópicos que, además, estudiaban. No sólo nos manifestábamos y leíamos, sino que además estudiábamos. Ahora hay mucha competitividad por la nota, pero poca conciencia. Eso es producto de la sociedad en la que vivimos, en la que el ciudadano se ha convertido en usuario. Se observa mucho miedo en los jóvenes. Algunos llevan piercings, tatuajes o el pelo azul, pero a la hora de hacer los trabajos son muy pocos los que arriesgan. Lo que quiere la mayoría es sacar nota.

-Es inevitable una referencia a su madre, la galerista Juana de Aizpuru, una de las figuras fundamentales del arte español contemporáneo.

-Mi madre ha sido muy importante para mí. Yo me licencié en Derecho por mi condición de activista y radical. Quería ser una abogada implicada con la sociedad. Sin embargo, desde niña, iba a la galería de mi madre con el uniforme del colegio y los artistas venían a cenar a casa... José Ramón Sierra, Chillida, Nacho Criado, Gerardo Delgado... A Barceló lo he visto pintar en su casa de Ibiza mientras me bañaba en una cala. Eso lo he mamado. También mis otras hermanas. La que trabaja con mi madre, Concha, es doctora en Física Teórica. Mi madre es una persona de una fortaleza increíble, superluchadora, con una confianza en sí misma brutal, con objetivos. Creó Arco a principios de los ochenta, que es un proyecto que primero ofreció a Sevilla y después a Barcelona, pero no le hicieron caso. Tengo mis lógicas diferencias con ella, pero ha sido para mí un modelo.

-Menos conocida, pero muy interesante también, es la figura de su padre, Juan de Aizpuru. Un protagonista de la historia secreta de la ciudad.

-Todo el mundo habla de mi madre, pero mi padre fue un personaje en Sevilla. Era Ingeniero de Montes, conservador del Parque Nacional de Doñana y desde pequeña me llevaba a ver los pájaros, los linces... Fue de los primeros ecologistas y también hizo performances (entonces no las llamaban así) con Garmendia, Ortiz Nuevo y otros intelectuales, en el Pub Abades. Publicó algunos poemarios. Realizaba un programa en Radio América, junto con Garmendia, sobre cofradías -que le encantaban- desde un punto de vista ateo. Era superdivertido.

-Como profesional, entre otros muchos problemas, diseñó el proyecto paisajístico de Plaza de Cuba y sus encinas antes de que la desaprensión de algunos vecinos y la ineptitud municipal lo destrozase.

-Su idea era traer el bosque mediterráneo a la ciudad. Odiaba el eucalipto, del que decía que era un árbol asesino de la época de Franco. Cuando hacía una repoblación forestal quitaba todos los ejemplares que podía. En general, fue un intelectual y un bohemio que dinamizó la vida cultural de Sevilla.

-Dejemos la cuestión freudiana. ¿El arte contemporáneo también es heteropatriarcal?

-Se supone que es un ámbito donde debería haber menos machismo pero, increíblemente, según revelan mis estudios y los de MAV, la situación es apabullantemente discriminatoria. Por ejemplo, las directoras de centros de arte contemporáneo siguen siendo una ínfima minoría. Las comisiones seleccionadoras de estos cargos están compuestas en su mayoría por hombres. Nuestros análisis también desvelan que la presencia de autoras en las colecciones públicas es ínfima. Se arrojan cifras de un 13% y un 14%. El sistema de arte contemporáneo sigue siendo machista. Estamos intentando revertir esta situación.

-¿Y Sevilla? ¿Cuál es la situación de arte contemporáneo en general?

-Está peor que hace quince o veinte años. No me refiero a los artistas, sino al contexto, que actualmente es muy pobre, sin formación ni información. Por eso tengo que vivir temporadas en Madrid y acabo de desarrollar algunos proyectos en Latinoamérica. En la tele andaluza no encontramos ni un programa dedicado al arte y los recortes presupuestarios que se han producido en cultura han sido tremendos. Hay muy pocas entidades y estamentos que se dediquen a esto. La Junta está priorizando excesivamente el Museo Picasso de Málaga, algo que no entiendo, porque el resto de los centros, en general, están con poquísimo presupuesto. También es necesario que haya más personal profesional. Es decir, menos funcionarios y menos cargos impuestos por los partidos. Es necesario hacer más concursos públicos. Además, los cargos directivos deberían rotar con más frecuencia y, como mucho, estar ocho años. En general, los museos deben estar más pendientes de la sociedad en la se ubican.

-Hay un discurso que ha calado en la opinión pública que afirma que Málaga ha conseguido convertirse en una gran capital de museos. ¿Qué opina?

-Se está vendiendo una Málaga de los museos que, en realidad, es un puro escaparate, sin que se esté dinamizando el contexto cultural de la ciudad. Efectivamente hay muchos museos pero si analizamos museo por museo vemos que el Pompidou es una franquicia en la que toda la programación viene de París -Málaga sólo pone el espacio-, no hay una sinergia con el entorno; el Thyssen y el Ruso, idem de idem. Del CAC, ni le cuento. Lleva unos diez años gestionado por una empresa privada con más de tres millones de euros de presupuesto público. En definitiva, estamos hablando de una ciudad escaparate para el turismo. Los artistas y las galerías de Málaga siguen igual de poco apoyados que siempre.

-Dicen que a usted se le debe la escultura dedicada a Clara Campoamor en la Plaza de la Pescadería.

-Dirigí durante once años los Encuentros Internacionales de Arte y Género del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (CAAC). Nos dimos cuenta de que en toda Sevilla no había ni una escultura pública realizada por una mujer y convocamos un concurso público para este proyecto. Seleccionamos el de Anna Johnson.

-Hablando del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, CAAC, no parece que esté viviendo sus mejores momentos.

-Hubo épocas mejores. Está muy cerrado a la ciudad y a Andalucía en general. Cada vez que voy a hablar con su director, Juan Antonio Álvarez Reyes, para ofrecerle un proyecto, lo primero que me dice cuando abro la puerta es: "no tengo dinero ni para pagar la luz". Sin embargo, sí hay fondos para exposiciones como la de Ai Weiwei que, según dijo la prensa, creo recordar que costó unos 50.000 o 60.000 euros. Por lo que me dicen muchos compañeros comisarios y artistas, el CAAC no está creando sinergias y no se están haciendo catálogos de las exposiciones. Los presupuestos de las muestras son muy bajos... Esto no puede seguir así. Si no se tiene para pagar la luz hay que cerrar el CAAC. En estas condiciones no se puede estar.

-La Historia del Arte no ha hecho mucho caso a la mujer, ¿no?

-La mujer ha sido obviada por la Historia del Arte, salvo excepciones. No tenían derecho a ir a los talleres ni a formarse. Sin embargo, muchas sí hicieron cosas que fueron silenciadas y no aparecen en los libros, como también pasa en el cine. Directoras fantásticas del cine mudo como Alice Guy no las conoce nadie. Dentro de los feminismos (así, en plural, porque hay muchos) hablamos del rescate, de crear una genealogía de mujeres artistas. Como decía Wittgenstein, lo que no se nombra no existe. En la actualidad, aunque se ha mejorado, siguen existiendo problemas. A veces, acudo a un museo a presentar un proyecto y me dicen: "ya hemos hecho una de mujeres"... Todo el mundo conoce a Yoko Ono como "la mujer del Beatle", y sin embargo es una pedazo de artista experimental, participante del movimiento Fluxus. Eso es una injusticia, como la afirmación de que Margarita Aizpuru era la musa del movimiento estudiantil y no una protagonista del mismo que llegó a estar detenida.

-En Sevilla, sin embargo, siempre ha sido muy reconocida la figura de la Roldana.

-Una magnífica artista. Es de las pocas reconocidas, una excepción. ¿Me puede decir otra más?

-Tendríamos que irnos casi a Carmen Laffón.

-Claro. A ella se la ha reconocido más, pero ¿y a Teresa Duclós, la gran olvidada? Es una artista muy interesante a la que todavía ninguna institucion le ha hecho una exposición en condiciones.

-¿Mucho intrusismo político?

-Los políticos antes confiaban en los profesionales, pero ahora hay dos enfermedades: una es que los políticos se están intentando inmiscuir en los centros de arte, algo que es un horror; otra, que los centros de arte y sus directores deben ser más transparentes. No pueden ser reinos de taifas, porque manejan dinero público y se deben a la sociedad.

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