“Las dos Españas nacieron con la Constitución de 1812”
Rafael Sánchez Saus | Catedrático de Historia Medieval
El historiador sevillano publica su nuevo libro ‘Historia de la nación española. Una huella milenaria’, donde reconstruye el largo proceso de siglos por el que se forjó el pueblo que hoy conformamos

Rafael Sánchez Saus está preocupado con la temperatura del oloroso: “quizás un poco frío, pero se puede calentar con la mano. Lo que no tiene arreglo es lo contrario, un vino calentorro”. El vino está estupendo y la conversación que acompaña mucho mejor. Venimos a hablar con este catedrático de Historia Medieval de la Universidad de Cádiz y académico de Buenas Letras de Sevilla de su último libro: ‘Historia de la nación española. Una huella milenaria’ (La Esfera de los Libros), casi una provocación en unos momentos en que la moda es, incluso, negar la propia existencia de la nación española. En poco más de 400 páginas, Sánchez Saus reconstruye todo el lento proceso de sedimentación por el que se fue creando el pueblo español, desde la romanización hasta la Constitución de 1812. Y lo hace con un impresionante arsenal de lecturas y un conocimiento enciclopédico de la historia de España. El ex rector del CEU San Pablo y actual director de la Fundación Cultural Ángel Herrera Oria, que vive a caballo entre Sevilla, Cádiz, Prado del Rey y Madrid, da buenas razones y argumentos para defender lo que hoy con tanto encono se niega: cuando los padres de la Constitución de Cádiz dijeron “la nación española es la reunión de todos los españoles de ambos hemisferios” todo el mundo sabía de lo que se hablaba. Nadie puso cara de póker.
Pregunta.–Para no existir España, como defienden algunos, no dejamos de hablar de ella.
–España es algo irrefutable. No se puede negar que existe, sea lo que sea. Ahora bien, ¿es solo un Estado? Hay gente de gran nivel intelectual que piensa y actúa como si la nación española no hubiese existido nunca. Piensan que es el resultado una imposición oligárquica, eclesiástica y monárquica sobre los pueblos de la península para construir una cosa que no tiene fundamento. Esto lo comprendí cuando, sobre el año 2016, acudí a un congreso de Historia y escuché lo que allí se decía. Para mí fue un auténtico shock. No estamos hablando de locos o radicales, sino de gente seria que escribe buenos libros. Había una absoluta falta de conciencia de lo que es el pueblo español. Claro, cuando llegas a esta conclusión cualquier experimento es válido. Podemos hacer lo que queramos con eso que llamamos España. Por eso decidí escribir no la historia de España, ni la historia del Estado español, sino la de ese pueblo español que termina construyendo una nación.
P.–¿España fue un sentimiento antes que una nación?
–No hay nación sin vínculos emocionales. Pero no es suficiente. El sentimiento hay que expresarlo en una solidaridad y en un sentirse parte de un proyecto común. Una nación es como un ser vivo, con elementos que aparecen y decaen y otros que surgen mucho más tarde.
P.–¿Tiene sus avances y retrocesos?
–Por ejemplo, en la segunda mitad del siglo VII, antes de la invasión musulmana, no hay en España un sentimiento de nación, pero sí de comunidad histórica que se reconocía a sí misma y que tenía unos vínculos muy poderosos. Este sentimiento es mucho mayor del que después hubo en los siglos IX o X. La nación española tardó más en fraguar debido a la irrupción islámica.
P.–Remontémonos a Roma. ¿La romanización fue también un proceso de hispanización?
–Roma es la que permite que los hispanos sean conscientes de su personalidad. Antes no lo habían sido en absoluto, ni tenían ninguna tensión que los llevase a verse como un conjunto dentro del mundo. Roma les dio un nombre a los hispanos y una naturaleza administrativa. Les hizo ver claramente que no eran galos, ni itálicos, ni africanos... Les hace tomar conciencia de que son hispanos. Pero siempre dentro de Roma, no por sí mismos. No creo que se pueda decir que la Hispania romana sea el conato de la nación, pero sí creo que si hubo después nación es porque antes existió la Hispania romana. Se ha especulado que si autores como Orosio, podían ser ya exponentes de un cierto patriotismo... Es cierto que se sentían hispanos, pero ni remotamente tenían un sentimiento nacional.
P.–Marcial es un claro ejemplo de orgullo hispano.
–Marcial se sentía de Calahorra, celtíbero, hispano y romano. ¿Qué se sentía más? Como tantas cosas, dependería del momento de su vida. Pero quiero insistir en que sin Roma no hubiese existido la posibilidad de una nación española.
Si hubo después nación española es porque antes existió la Hispania romana
P.–En el libro cita frecuentemente a Julián Marías.
–Julián Marías vio con muchísima claridad el problema de la crisis de la nación, que adquirió unos perfiles muy agresivos a partir de la Transición, y entendió que la respuesta estaba en la historia. Su libro fundamental, España inteligible, pretende hacernos comprender por qué España es como es. Y que debemos aceptarla con sus cosas buenas y malas, como el resto de las naciones. Marías fue un gran patriota. Todo su análisis surge de un amor a España que se ve por todas partes
P.–Ortega también reflexionó largo y tendido sobre España, de la tensión entre su centro y su periferia.
–Ortega, que era un hombre brillantísimo y escribía muy bien, se equivoca en muchas cosas cuando analiza la historia de España. De ello se derivarían consecuencias muy importantes, porque fue un hombre que tuvo y sigue teniendo mucha influencia. No entiende para nada lo qué es el feudalismo ni lo que significó la Edad Media española. Entre otras cosas, porque el conocimiento que se tenía de la Edad Media en su tiempo era mediocre. Y sin eso no se puede entender España. Laredo dice muy claramente que sin conocer bien este periodo no se puede entender el proceso de formación de España y los rasgos fundamentales de su existencia. Marías sí lo hace. Él dice que el sueño neogótico [la idea de que los reinos cristianos eran herederos del reino visigodo] es más importante que si hubiese existido ya España como realidad política. Porque es un proyecto que da mucha fuerza a numerosas generaciones.
P.–¿Fue el sevillano san Isidoro uno de los principales impulsores de la idea de España?
–Se puede hablar lo que se quiera de los Godos, pero dentro de este reino hubo un momento muy brillante, que es el periodo inspirado directamente en la figura de Isidoro, en la segunda mitad del siglo VII. Hay gente que ha puesto en duda que hubiese escrito su famosa Laus Hispaniae por la sencilla razón de que no les cuadra en sus ideas preconcebidas. Pero se ha demostrado absolutamente que ese texto lo escribió Isidoro. Su Historia de los Godos demuestra que entonces ya había una idea de España, aunque por supuesto no era la del siglo XIX. En este libro hay toda una teoría de la España de su época. Eso alimentaría a generaciones y generaciones a lo largo de muchos siglos. Fue un libro que tuvo una importancia tremenda en la Edad Media.
P.–El III concilio de Toledo es otro de los hitos en la creación de esa pre-nación española que fue el reino godo.
–Fue el sitio donde se representa lo que ya había sucedido: la conversión de Recaredo, el rey de los godos, al catolicismo. Eso permite la fusión de las dos comunidades étnicas que hasta entonces estaban separadas, los hispanorromanos y los godos. Décadas después vendría el Liber Iudiciorum, un código que afectaría a todos, lo cual nos habla de un pueblo en construcción que necesita un sustento jurídico. Además, el concilio supone la sacralización de la corona, lo que significa introducir a la Iglesia en el núcleo del Estado. Esto de monarquía e iglesia como pilares básicos de la nación española es algo que ha funcionado hasta hace cuatro días. Pero la nación es mucho más compleja que eso y a lo largo de la historia se han ido incorporando muchos otros elementos.
P.–Se suele destacar el papel de la repoblación en la configuración de España.
–La repoblación es lo que permite la unidad poblacional de España, su resultado fue el nacimiento del pueblo español. Guste más o menos, uno puede andar por toda España sin observar grandes diferencias. Además es el proceso que permite la participación del pueblo en la aventura de la reconquista. Como dicen las crónicas, la gente iba a Córdoba a repoblar “como a bodas reales”. Los musulmanes no hicieron nunca un proceso de repoblación.
P.–¿España es una nación incompleta sin Portugal?
–Creo que no, que España es una nación completa y Portugal también. Las naciones son como los cocidos, tienen una serie de ingredientes, pero deben echarse en el momento oportuno. Si lo echas antes o después de lo indicado ya no te sale el guiso. Cuando se intentó la unión en el siglo XVI, Portugal ya había cuajado como nación como consecuencia de los mismos procesos que se habían observado en España. La Baja Edad Media –siglos XIV y XV– es el momento en el que todas las realidades nacionales que eran magmáticas se consolidan, gracias sobre todo a la labor de las monarquías. Cuando se produce la unión entre Castilla y Aragón todavía estaban abiertos esos procesos, por lo que es posible la creación de España. Navarra, cuya anexión se produjo en 1510, ya costó más. Pero cuando se intentó la unión con Portugal, en 1580, ya no era posible. Las cosas tienen su momento histórico.
P.–La llegada de los musulmanes no deja de suponer un parón en esa construcción de una unidad española que supuso el reino godo.
–Más que un parón supone una desarticulación. La conquista musulmana generó una total desarticulación del territorio y sus gentes. Igual que hubo una gran división entre los reinos cristianos –aunque todos tenía conciencia de venir del mismo sitio– también la hubo en la zona islámica.
P.–Pero el Califato de Córdoba...
–El Califato no llega ni a un siglo, y antes y después de este todo es un caos. Más allá del Califato no hubo ningún gran proyecto que le diese entidad . Tanto en el mundo almorávide como en el almohade, España es una provincia de un imperio norteafricano, por muy brillante que fuese. No existe la España islámica, sino un apéndice del mundo musulmán que se manifiesta en la Península Ibérica durante un tiempo.
Ortega, que era un hombre brillantísimo, se equivoca en muchas cosas cuando analiza la historia de España
P.–Herencia de todos aquellos años son las varias lenguas de España. Más allá de las retóricas plurilingüísticas, ¿puede existir una nación con varias lenguas?
–Puede existir porque ha existido y existe. Lo que sí es cierto es que una de las garantías para que exista una nación es que haya una lengua que todos entiendan. Puede haber más lenguas, pero hace falta una común en la que todos se puedan expresar de forma natural, no impuesta.
P.–Ahora se nos intenta convencer de que el uso del castellano o español es una imposición de las oligarquías y el franquismo. Todo indica de que fue una lengua franca en la península desde muchísimo antes. No fue una imposición.
–El proceso de aceptación del castellano en toda España se debe a sus ventajas como lengua. La literatura castellana adquirió muy pronto, sobre todo desde el siglo XV, una madurez que no consiguieron las otras y eso le procuró prestigio y el que fuese imitada. El castellano no se impuso, entre otras cosas, porque no había ningún medio para hacerlo. Ningún monarca se lo planteó. Tampoco en los siglos XVI y XVII. El uso del castellano no se quedó en las élites culturales y sociales. Todo aquel que quería demostrar que tenía una cierta posición dominaba el castellano, independientemente de que fuese gallego, valenciano o catalán. Como afirman Lapesa o Rafael Cano, a partir del XVI se puede hablar de la lengua española, porque todos la aceptan como común.
P.–Es curioso como cierto casticismo identifica a los Austrias como los grandes reyes españoles frente a los afrancesados Borbones, cuando estos últimos apuestan más por la construcción de la nación española que los primeros.
–Bueno, hay una gran diferencia entre Carlos V y Felipe II, quien le dio un giro a la dinastía y la españolizó. Es cierto que con los últimos Austrias caló la idea de la decadencia, algo que fue demoledor para España. La manera en la que nos creímos la Leyenda Negra fue muy negativo para la nación. En el análisis de los Borbones yo sigo a Marías. El XVIII fue el gran siglo de la nación española. Como dice Marías, nunca antes los españoles se sintieron tan españoles ni nunca después se han vuelto a sentir tan españoles. Hay una cosa fundamental: en el XVIII no estaban las dos Españas, que surgen en el XIX. Hay un sentimiento de nación y un patriotismo sano y constructivo.
P.–¿Y por qué esa manía hacia la dinastía borbónica?
–Hay varios sentimientos que se entrelazan. Uno de ellos no menor es el sentimiento antifrancés, que en España está muy claro. Para algunos, el reformismo borbónico fue la base de muchos de los problemas que después la nación ha manifestado. Todo el proceso de centralización sin matices estaba ahí.
La repoblación es lo que permite la participación del pueblo en la aventura de la reconquista
P.–No hemos hablado de los Reyes Católicos, fundadores oficiales de la nación española. ¿Es para tanto?
–La nación no, pero sí son en buena parte fundadores del estado que se encarna en lo que se ha llamado la monarquía hispánica. Pudieron hacerlo porque ya existía la nación. Fueron unos gobernantes muy valiosos, pero pudieron obrar así porque existía ya un estado de conciencia que se lo permitía. Alfonso X era probablemente más genial que los Reyes Católicos, pero no pudo desarrollar su proyecto porque no habían cuajado las condiciones necesarias.
P.–La fundación de la nación política, según el concepto de soberanía, ocurre en 1812 con la Constitución de Cádiz. Llama la atención la absoluta seguridad con la que los constituyentes dicen “nosotros los españoles”.
–Porque la nación existía antes de la Constitución, no al revés. Eso sí, creo que fue prematura. Los doceañistas se precipitaron y en esos momentos hubiese sido mejor una carta otorgada o algo similar, retrasar la Constitución unos 30 años, cuando se hubiese visto que el juego predemocrático funcionaba. El giro de 1812 fue ilegítimo, un golpe de Estado, y ni el Rey ni buena parte de la nación tenían por qué aceptar que se hubiese dado un golpe aprovechando las circunstancias. Ahí es donde nacen las dos Españas, que estallan con las guerras carlistas, una escisión de la que no hemos levantado cabeza. La Constitución de 1812 fue el pecado original del liberalismo español. El propio Alcalá Galiano reconoció la equivocación. La mitificación que se ha hecho de 1812 nos impide en ir a la raíz de en qué consiste la división de España.
P. –¿Y América?
–Es un sitio donde la nación española se despliega, vigilada por la corona, pero a su aire, con sus virtudes y sus problemas. La construcción de la América española nos da la clave de que en esos momentos ya estábamos ante una nación compuesta por gentes como usted y como yo.
También te puede interesar