“Mi mejor entrevista fue a la ex de Foxá. Después dijo que lo inventé todo”

Alfredo Valenzuela | Periodista

Criado entre Lopera y Rochelambert, pocos han dominado el arte de la entrevista como el maestro Valenzuela

La Asociación de Editores de Andalucía lo ha premiado por su labor en favor del libro “No soporto los libros sobre librerías” “La mala literatura puede ser fascinante”

Afredo Valenzuela, en el paredón.
Afredo Valenzuela, en el paredón. / Juan Carlos Vázquez

Nos acercamos a Alfredo Valenzuela (Lopera, Jaén, 1962) con respeto de novicio. No en vano estamos ante uno de los mejores entrevistadores que ha dado el periodismo sevillano, con libros como ‘Entrevistas con los vampiros’ y ‘Leones y camaleones’. Pero también nos acercamos con regocijo algo canalla, porque cada encuentro con este veterano de Efe es un atracón de palabras: libros, anécdotas, vituperios al Gobierno, ironía a gogó... Ni un gramo de aburrimiento. Pese a que ya roza la jubilación, Valenzuela sigue conservando aspecto de chico de la prensa. Está delgado, tiene pelo, viste casual, calza Adidas y conserva la cara de pájaro espabilado. Apenas bebe y siempre camina y habla con prisas. Odia el fútbol y le gusta el rock (es autor de una biografía urgente de Silvio). Pero, sobre todo, ama la literatura con una pasión impropia de un señor de su edad y atesora más lecturas que el hidalgo de la Mancha. También, algo de su locura. Cuando habla siempre abre comillas y cita a las gentes más variadas, desde un desconocido golfemio hasta alguna de sus hijas. En eso se nota su escuela Efe: sujeto, verbo y cita. La Asociación de Editores de Andalucía acaba de darle un premio por su apoyo al libro. Él mismo es editor a ratos y al alimón con el poeta Abel Feu (Caín&Abel). Ahora, se ha aficionado a las antiguallas y su dormitorio linda con la casa de los Vázquez, estirpe de toreros finos.

Pregunta.–Por fin nos vemos las caras. Se ha resistido usted como una dama virtuosa a este encuentro.

–Me he resistido por dos razones. La primera, porque, como en las películas en blanco y negro, me gusta decir eso de “aquí las preguntas las hago yo”. La segunda, porque, como dijo Paul Auster o uno de esos, “estamos a una frase de buscarnos una ruina”. Mi especialidad es meterme en charcos. Es cierto que tenía un poquito de aprensión a la entrevista.

P.–Aun así, bienvenido a El Rastro de la Fama.

–Soy más del rastro que de la fama. Como periodista me ha interesado el fracaso, no el éxito. También soy un periodista al que no le gusta la actualidad, que es como un médico al que no le gustan los enfermos.

P.–Pero la fama le persigue. La Asociación de Editores de Andalucía le acaba de dar un premio por su labor en favor del libro.

–El otro premio que me dieron fue el Pepe Guzmán, que distinguía a periodistas que se saltasen el libro de estilo. También se lo dieron a Paquiño Correal y a Manolo Bohórquez. Luego lo extinguieron. Yo a Pepe Guzmán lo conocí haciendo prácticas en El Correo. Cuando estaba sofocado me decía: “niño, voy un ratito a la UCI... y se iba al bar”

P.–No es coña, estaba hablando y algo en sus maneras me ha recordado a Aquilino Duque, al que en sus años mozos llegó a calificar de fascista o algo parecido.

–Entonces yo era progre e indocumentado. Al final me acogí a su magisterio. Recuerdo un cumpleaños suyo que lo celebramos Abelardo, él y yo comiendo en Osuna. Además de un cráneo privilegiado, Aquilino tenía un gran estómago. Después de un cocido con su pringá se pidió un cabrito frito. Aquilino me dio una de las lecciones de humanidad más grandes que he recibido en mi vida, porque nunca me guardó rencor por aquellos ataques míos. Cuando estuvo en el programa de Sánchez Dragó habló bien de mí. Dijo que yo era un crítico que al menos se había leído el libro. Es muy gordo que un escritor como Aquilino apenas tenga reconocimientos en Sevilla, ciudad que le ha dado un premio a Almudena Grandes. Fue mía la idea de presentarlo al premio Cervantes. Mi candidato al Príncipe de Asturias era María Elvira Roca, que con un solo libro ha hecho más por este país que cualquier otra persona. Y al Nobel, sin ninguna duda, Mauricio Wiesenthal.

P.–Con esas propuestas ya deja claro que usted no es de lugares comunes ni políticamente correcto. ¿Eso le ha generado problemas?

–Sobre todo me ha generado satisfacciones. Precisamente, dos de los principales enemigos de los lugares comunes han sido grandes amigos míos: Vicente Tortajada y Abelardo Linares. He entrevistado a varios premios Nobel –con Vargas Llosa pasé toda una noche en Semana Santa gracias a los oficios de Fernando Iwasaki–, pero no he conocido a nadie más genial que Vicente Tortajada. Me escribió un poema con estrambote.

P.–Haga el favor de leerlo.

–Es andaluz, judío y elegante...,/ y aunque tuvo una infancia estricta de castillos,/ las criadas temían toparlo en los pasillos./ Hoy fuma un buen habano con “chic”: un noble de antes./ Si la vida le trajo despropósitos,/ respondió con humor frente a la Nada./ porque el humor no es hoy sino la Nada,/ Todavía relee las Completas de Hipólito./ Cuando sea un anciano derrotado en mil guerras,/ ya en palacio y cercado de antiguos arriates,/ al ver sus cuatro galgos detrás de alguna perra,/ tal vez llame al diablo con la voz muy bajita,/ para pedirle un único y discreto disparate:/ poder ser como Fausto, pero sin Margaritas... // Luego vendrá un enano que tenga en servidumbre,/ a encenderle otro habano con la lumbre”.

Soy un periodista al que no le interesa la actualidad, que es como ser un médico al que no le gustan los pacientes

P.–Usted es un consumado entrevistador: mordaz, culto, imprevisible... ¿Cuál ha sido su gran titular?

–El de Ignacio Darnaude: “Los extraterrestres me han llamado por teléfono”. Fue en mi serie ‘Doctor Livingstone, supongo’, donde no salió ningún político ni ningún deportista. Siempre escogía a personas anónimas, raras o polifacéticas. Me maravilla la gente que sabe hacer más de dos cosas.

P.–¿Alguien dijo que no a su propuesta?

–Muchos. Uno fue el padre de los Salinas. Era un tipo brillante. Para convencerle le dije: “Sólo entrevisto a gente que no sale en los periódicos”. Me contestó: “Pues por eso mismo, voy a seguir sin salir”.

P.–Recuerdo una gran entrevista suya a la ex de Agustín de Foxá.

–Es una de las mejores que he hecho. Un gran personaje, una mujer que pasó de tomar el té con la reina de Inglaterra a vivir sola en una casa de la Sierra de Huelva sin agua corriente ni luz eléctrica. Una mujer de una belleza extraordinaria a la que accedí gracias a Juan Lacomba. Estuvimos hablando todo un día. Después se enfadó conmigo, porque dijo cosas tremendas y sus familiares se enfadaron con ella. Me acusó de inventármelo todo.

P.–¿Cómo un periodista de afilada lengua y marcada personalidad ha podido trabajar tantos años en un lugar tan anónimo y aséptico (al menos aparentemente) como Efe?

–Porque no se me exigió exclusividad y he podido colaborar con otros medios. En Efe estoy la mar de a gusto y llevo allí casi toda una vida. El otro día entrevisté para la agencia a un pintor y me pidió: “Dale salero”. A lo que yo le contesté: “Efe es como ir al notario. Aquí no hay gracia que valga”.

P.–Durante catorce temporadas ha estado colaborando con Canal Sur.

–Se lo debo a Jesús Vigorra. Somos un matrimonio muy bien avenido. En la radio vale con que me mire para saber que me tengo que callar. Durante 14 años todas las semanas comentaba un libro, más de 500 en total. Después, Vigorra tuvo la feliz idea de meterme en la tertulia política, cosa que no me apetecía, pero él es el único hombre que hace conmigo lo que le da la gana (mujeres ha habido varias). Quería gente que no comentase lo que habían leído por la mañana en los periódicos, sino que dijesen cosas salidas de su caletre. Fui y tuve la suerte que me cogió el traslado de los restos de Franco. Cuando me preguntó qué me parecía dije: “No me parece nada, porque cuando ese señor murió yo estaba en primero de BUP. De manera que ni le he dado dos medallas a Franco como ha hecho el Barça; ni he dirigido unos informativos para su TVE como ha hecho Cebrián; ni le he dedicado sonetos como ha hecho Haro Tecglen”. Después tuve otras salidas que no gustaron y prescindieron de mis servicios.

P.–¿Cómo actuaron los sindicatos?

–Estuvieron brillantes. Sobre todo CCOO. Me puso en su tablón de anuncios como un bicho. Incluso se inventaron cosas. Dijeron que yo había insultado a una señora, cosa que jamás he hecho. No es sólo que se pusiesen en contra del trabajador y a favor de la empresa, es que se posicionaron a favor del Gobierno.

P.–¿Y la Asociación de la Prensa?

–La Asociación de la Prensa es una cosa que me es absolutamente ajena. Hace 25 años sería impensable que en una entrega de premios, que además lleva el nombre de Chaves Nogales, un presidente distinguiese entre medios y pseudomedios. ¿Quién es el que establece la distinción, él? Podríamos hacer otra distinción entre serviles y no serviles.

P.–De todos esos libros que recomendó, ¿alguno merecía la pena?

–Creo no haber recomendado un libro malo nunca, ni por compromiso, ni por presiones de ningún tipo. Para lo que me pagaban hacía lo que me daba la real gana. Pero sólo he descubierto una obra maestra Pero una de verdad. Ahora, cada vez que Pérez Reverte publica un libro dicen que es una obra maestra... ¿Cuántas lleva, veintitantas? Le ha ganado a Tolstói, Dickens y Dostoyevski.

He entrevistado a varios premios Nobel, pero no he conocido a nadie más genial que el poeta Vicente Tortajada

P.–¿Y qué libro fue esa obra maestra?

Enciclopedia B-S, de Juan Ignacio José Emilio Burucúa, publicado en Periférica. Estaría bien que la gente la leyese, porque a lo mejor cambiaba su visión del conflicto palestino-israelí. Siempre que se ve con mucha facilidad quiénes son los buenos y los malos es que, probablemente, hay algo que falla. Los buenos de ahora son los malos de hace cien años y viceversa.

P.–¿Nunca recomendó un libro de autoayuda?

–La autoayuda para el que la necesite.

P.–Estará contento con el premio de la Asociación de Editores de Andalucía, más como prescriptor de libros que como crítico.

–Yo de crítico he ejercido poco, algo en El Correo, en la revista Renacimiento... Creo que me hubiese gustado hacer más. Recuerdo una crítica que le hice a un libro de Sánchez Dragó con solo dos palabras.

P.–Dispare.

–“Vaya mojón”. Luego pasaron los años y fui con David Gistau a su programa, menos mal que no se acordaba.

P.–Dragó ha sido el mejor periodista cultural de España.

–Ha sido único. Me llenó de orgullo y satisfacción, como diría el Borbón, que fuera de cámara me dijese: “Quiero salir en tu próximo libro de entrevistas”. La cultura y los libros dan mucho juego, no como el fútbol, que es el espectáculo más aburrido del mundo.

P.–Usted se crio entre Lopera (Jaén) y el barrio de Rochelambert.

–Me crie en Lopera, pero llegué a Rochelambert con 14 años, porque mi padre era maestro y quería darle estudios universitarios a todos sus hijos. Cuando llegamos, en 1976, la ciudad estaba patas arriba por las obras del metro. Mi padre estaba muy contento y decía: “Aunque vivamos en Rochelambert, al menos tendremos metro”. Se frustró muchísimo. Afortunadamente, alcanzó a ver la línea 1. El primer amigo que tuve en Sevilla fue Juanjo Pizarro el rockero, hermano de Luis. Entonces cantaba canciones de Víctor Jara.

P.–Ahora vive usted en San Bernardo.

–Era una de las ilusiones de mi vida. Cuando llegaban los becarios a Efe y salía el Coleta en la tele les decía: “Yo soy lo contrario a ese, que dijo que jamás se iba a ir de su barrio y en cuanto ha podido se ha comprado un chalet de lujo. Pues yo llevo toda la vida levantándome a las siete de la mañana para poder salir de Rochelambert y ahora, cuando me jubile, quiero volver.” Ya tengo el metro debajo.

P.–No renuncia a sus orígenes de pueblo y barrio.

–Renunciar a los orígenes es lo peor. A mí Sevilla me apasiona. Pero todavía me choca que no sepáis hacer los plurales (“seamos capaz” en vez de “seamos capaces”) o que convirtáis la n que va antes de la r en n (“viennes santo” o “canne”), o que por la Palmera vayáis todos por el carril de en medio, como si no hubiese otro.

P.–Pues me temo que se ha convertido en un personaje de la ciudad.

–Mi hija se me quejó el otro día: “Papá, si te paran otra vez no sigo paseando contigo”. Y la mayor me preguntó una vez que por qué se me acercaban todos los locos.

En 1976, mi padre nos decía: "Aunque vivamos en Rochelambert, al menos tendremos metro"

P.–¿Y qué le respondió?

–Que se debe a que yo les hago caso y ellos, que son muy agradecidos, vienen a saludarme.

P.–Degenerando, de periodista a editor. Es el cincuenta por ciento de publicaciones Caín&Abel. La otra mitad es Abel Feu, así que está claro quién es Caín.

–Lo de editor es mucho decir. Lo que yo hago es un hobby que comparto con Abel Feu. Hacemos un libro cada cinco años. El primer libro fue un Marinetti que estaba inédito en España y de título incorrecto: Cómo se seduce a las mujeres y se traiciona a los hombres. Es divertidísimo. También hemos hecho una selección de las cosas que Salvago escribio para el Loco de la Colina. Estamos pendientes de sacar la poesía completa de Pepe Cala, el poeta más raro que hay en el occidente cristiano. Para entrevistarlo tuve que hacerle bullying por las calles.

P.–Pepe Cala es ya un personaje legendario de Sevilla, pero según me comentan, detrás de todas esas anécdotas surrealistas suyas hay un grandísimo poeta.

–Yo me di cuenta el día que me comentó: “Yo me crie en el barrio de Heliópolis. Iba al cine de verano y siempre estaba la salamanquesa en la cara de Humphrey Bogart”. Le presioné para que hiciese un poema con esa idea. Me lo dedicó. Salvago, que jamás ha escrito un prólogo, en cuanto leyó los poemas de Pepe Cala nos escribió uno.

P.–Para un editor debe ser difícil trabajar con Pepe Cala.

–Un poco. Los poemas los escribe en servilletas de bar, en cartones, en folios usados, papeles de estraza o de envolver... y luego soy yo el que los teclea. Una vez me equivoqué en un poema y casi me insulta.

P.–Entre sus honores está el ser el biógrafo de Silvio, el rockero. El libro lo editó Qüasyeditorial y luego lo reeditó la Fundación Lara.

–Eso no se puede llamar libro. Fue una cosa hecha deprisa y corriendo porque creíamos que se moría. Es más bien un reportaje de ochenta folios que escribí corriendo. Si no fuese por Pive Amador nunca hubiese escrito el libro. Él fue quien me enseño que Silvio no era un maldito, sino un bendito.

P.–Algunos defienden que está sobrevalorado.

–Como mito está más sobrevalorado el Betis que Silvio.

P.–Tiene usted un punto gamberro. Detrás del gamberrismo hay una ética y una estética.

–Si un premio Nobel y candidato a la presidencia como Vargas Llosa dice de la literatura que debe servir para animar el cotarro, imagínate qué puede pensar del periodismo un plumilla de provincias como yo. Soy gamberro de los que no rompen nada. El periodismo no es una profesión para personas formales. No conozco a ninguna señora que quiera casar a su hija con un periodista.

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