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Isacio Siguero Zurdo | Médico oftalmólogo

“Es mentira que la sanidad pública esté en peligro”

  • El que fuese entre 1994 y 2005 presidente del Colegio de Médicos acaba de publicar sus memorias, ‘Vivir para servir’, el testimonio de una vida dedicada a la Medicina y la sociedad civil

Isacio Siguero, en la Plaza de Cuba.

Isacio Siguero, en la Plaza de Cuba. / Juan Carlos Muñoz

Entra en el bar José Luis de Plaza de Cuba como Pedro por su casa. Abundan los saludos de los camareros. Se nota el afecto y el respeto. Isacio Siguero Zurdo (Segovia, 1942) es lo que se decía antes una eminencia de la Medicina, un especialista en oftalmología y empresario que es muy conocido en la ciudad por sus tres mandatos al frente del Colegio de Médicos de Sevilla, de 1994 a 2005. De valores “a la antigua”, Isacio Siguero (Tito para amigos y familiares) es un ferviente cristiano, un patriota declarado y un hombre de familia. Dirigente del SEU en sus años universitarios, durante la Transición tuvo sus flirteos políticos con la naciente Alianza Popular y el Partido Demócrata Popular de Óscar Alzaga, pero pronto se dio cuenta de que lo suyo era el activismo en la sociedad civil. Además de a la Medicina, Isacio Siguero dedica una parte de sus fines de semana a su labor como ganadero en una “finquita” que tiene en Cumbres Mayores, donde se crían cochinos y vacas. Incluso llegó a tener un jamón con marca propia, Don Isacio, que es como le llaman los camareros del bar José Luis. Ahora, acaba de publicar, con el patrocinio de la Fundación Unicaja, ‘Vivir para servir’. Memorias de una vida de militancia en la sociedad civil’.

–Veo que es un auténtico parroquiano de José Luis. Todos los camareros le saludan y le tratan de don.

–Suelo venir con frecuencia y soy médico de algunos de ellos. Además, todos los años doy aquí una jamonada .

–Cuente.

–Tengo una finquita en Cumbres Mayores. Incluso producía durante una época unos jamones bastante buenos que se llamaban Don Isacio, pero lo tuve que dejar porque me robaban mucho. Todos los años invito aquí en José Luis a jamón y otras cosas a mis compañeros de curso de Medicina.

–Es usted una persona muy conocida en la ciudad, pero su tierra natal es Segovia.

–Mi padre era un médico militar de Segovia y mi madre de Toledo. En la guerra se conocieron en el frente de Peñarroya-Pueblo Nuevo, donde mi padre estaba de alferez médico con los requetés y mi madre era enfermera militar.

–¿Y cómo llegó a Sevilla?

–En Córdoba, donde vivía cuando acabé el Bachillerato, no había Medicina. Vine a estudiar la carrera y me quedé.

–En sus memorias recién publicadas, ‘Vivir para servir’, cuenta que es “médico militar honorario”.

–Yo quería ser militar, pero medía 1,68, cuando entonces se pedía una altura mínima de 1,70. Como se decía entonces, no daba la talla. Hice de todo para crecer algo más: me colgué, ejercicios... pero no lo logré. Al final, muy acertadamente, decidí estudiar Medicina.

–¿Y lo de “médico militar honorario”?

–Eso es un título informal, sin ninguna validez oficial, que me dieron los coroneles médicos de mi promoción de la Facultad. Fue una divertida coronelada.

–En el libro reivindica su paso por el SEU, algo que hoy en día mucha gente esconde, aunque por allí pasaron bastantes. En el SEU conoció a algunos de los que después hicieron la Transición.

–Yo era muy guerrillero y siempre daba la cara frente a los catedráticos, que en aquella época eran auténticos emperadores que podían hacer lo que les diera la gana. Fui delegado de curso, de Facultad, director de la revista Hospital... También jefe del Departamento de Ayuda Universitaria, que entre otras cosas suponía dar las becas de libros o dirigir el comedor universitario, que entonces estaba en el Pabellón de Uruguay. Este edificio era la sede del SEU y se conocía como el Pabellón del Estudiante. Además, tenía cineclub, oficinas, un club que organizaba bailes con un pick-up... incluso en la Feria tenía su propia caseta.

Como dice mi hermano farmacéutico: quien no sabe servir, no sabe vivir

–El título de su libro es muy significativo y retrata toda una vida de servicio a la comunidad desde la sociedad civil.

–Como dice mi hermano farmacéutico, “quien no sabe servir, no sabe vivir”. Tengo el Víctor del SEU que era la máxima condecoración de la época por servicios estudiantiles.

–Muy interesante es el capítulo sobre la riada del Tamarguillo.

–La riada me sorprendió en la Facultad de Química, que entonces estaba en la antigua Fábrica de Tabacos, en una fiesta que celebraba el paso del ecuador. Estaba con Rafael de la Torre. A la vuelta íbamos en una vespa roja por el cine Florida cuando nos paró un guardia y nos dijo que no se podía pasar. Vivíamos en la Barzola, junto al Hospital Macarena, y no podíamos llegar a nuestra residencia, por lo que fuimos a la casa de la calle Carlos Cañal de Felipe Yoldi, que era el delegado de Deportes de mi curso. Como estábamos empapados nos dio unos chándales del equipo de baloncesto de la Facultad en los que cabían dos Isacios. Al día siguiente me presenté en el Arzobispado para decir que había un grupo de estudiantes de Medicina en la Barzola aislados y que queríamos hacer algo para ayudarlos. El Arzobispado nos dio un tractor con un remolque y conseguimos desplazarnos a la Barzola con comida. Cuando llegamos nuestros compañeros estaban tan campantes jugando al fútbol, porque allí no se había inundado nada. Donde sí fuimos de mucha utilidad los estudiantes de Medicina fue en los puestos de socorro que se habían instalado en la Puerta de la Carne y la Puerta Osario.

–¿Y cómo se movían?

–La comandancia de Marina nos puso una barca con un marinero e íbamos navegando por el centro para socorrer a las personas con problemas. La imagen era impresionante, con casas con el primer piso inundado a las que había que acceder por el balcón. La gente gritaba “¡médico!” para pedir ayuda y hacíamos lo que podíamos, porque estábamos en tercero de Medicina.

–Usted siempre ha militado en la sociedad civil, pero tuvo un breve flirteo con la política en los años de la Transición. Cuéntenos.

–Fue en los inicios de Alianza Popular, cuando era una federación de partidos, entre la que se encontraba, Acción Regional, del ex ministro de Franco Laureano López Rodó. A este partido me llevó Manuel Velarde, del Opus y también oftalmólogo y sevillano. Aunque yo no era de la Obra, propusieron que fuera en las listas del Senado y dije que sí. Me gustaba el eslogan “España, lo único importante”, pero la experiencia fue bastante frustrante. Había poca democracia interna y la voluntad de Fraga se imponía sin debate. Aquello fue una cacicada propia de un político que seguía instalado en el franquismo. También estuve en el Partido Democrático Popular que fundó Óscar Alzaga, con el que me presenté por segunda y última vez al Senado. Me atraía su ideario reformista de inspiración demócrata-cristiana. Creo que mi deseo de ser médico ante todo malogró mi vida política.

–Aún así aquello fue una época dorada de la política española, con representantes de gran nivel y generosidad. ¿Qué opina de la política de hoy?

–España está contaminada de corrupción. Necesita una regeneración que no veo por ninguna parte. La gente ya no va a la política a defender los intereses generales, sino a colocarse. A la política deberían ir los más válidos moral e intelectualmente. No se pueden nombrar ministros y ministras sin ninguna formación, algo que por desgracia pasa con muchísima frecuencia. En la política antigua me encontré con gente de muchísima talla. Por ejemplo, Alfonso Guerra, que era delegado de la Escuela de Peritos Industriales. Siempre fue un caballero. Creo que ha sido el mejor político que ha tenido España. Estas personalidades serias, inteligentes, formadas y honradas deberían ser senadores vitalicios.

–Un momento difícil de su vida fue cuando sufrió la amenaza de muerte del grupo terrorista de extrema izquierda Grapo.

–Fue el día que el mismo grupo mató al entonces presidente de la Confederación de Empresarios de Sevilla, Rafael Padura, el 6 de septiembre de 1984. Alguien llamó al teléfono de mi consulta, que estaba en la calle Asunción, y le dijo a mi enfermero que yo “iba a salir de la consulta con los pies por delante”. El Gobernador Civil, que entonces era el socialista Alfonso Garrido, que había sido compañero de una cuñada mía en Derecho, me puso un coche zeta unos días en el portal, pero después hubo que retirarlo y me recomendó que contratase unos guardaespaldas, como así hice. Trabé una gran amistad con ellos, eran entrañables. Los tres lloramos cuando nos separamos. Tengo que destacar que el entonces consejero de Salud, Pablo Recio Arias, se portó como un auténtico señor y me llamó para decirme que dejara de ir al hospital temporalmente. En verdad nunca temí por mi vida.

Alfonso Guerra siempre fue un caballero. Creo que ha sido el mejor político que ha tenido España

–Es padre del sacerdote Isacio Siguero, muy conocido y respetado en la Iglesia sevillana. Aún a riesgo de que se enfade con nosotros, cuéntenos algo de él.

–Para mí es un honor tener un hijo cura. Cuando nació Isacio una monja que vino a mi consulta con un herpe en el ojo, Sor Aurora de San Juan, lo escuchó llorar. Pidió verlo y dijo “este niño va a ser cura, tiene voz de sacerdote”.

–Su gran labor en la vida, además de la Oftalmología, ha sido la de representante de los médicos, bien como presidente del Colegio de Médicos de Sevilla, de la Organización Médica Colegial de España, etcétera. ¿Qué opina del intento de controlar la objeción de conciencia frente al aborto?

–En la administración se abusa del ordeno y mando. Como presidente del Colegio de Médicos siempre me opuse al aborto y la eutanasia. Ahora veo en los órganos directivos menos firmeza en esta defensa.

–Continuamente se dice que la sanidad pública está en peligro. Es un auténtico mantra.

–Es mentira que la sanidad pública esté en peligro. Son maniobras ideológicas de los que quieren que la sanidad privada desaparezca. No quieren darse cuenta de que si cerrase la sanidad privada no habría recursos para mantener la publica. Los clientes de los seguros privados pagan también la sanidad pública y le quitan carga de trabajo. La sanidad pública es cara, entre otras cosas, porque hay demasiados cargos en los hospitales. Eso no puede ser.

–Muchos médicos se quejan de lo poco que cobran de los seguros privados.

–Un médico especialista cobra 20 euros por atender a un enfermo en su primera cita. Si lo ve una segunda vez, la mitad. Son unos ingresos bajísimos para una consulta que debe tener una licencia fiscal, pagar la comunidad, el alquiler, el instrumental, el personal auxiliar, la póliza de responsabilidad civil profesional, la formación... Ahí sí debería intervenir más la administración para que se eleven los honorarios que pagan los seguros privados a los médicos. Cuando quiera le enseño nuestras instalaciones del Instituto Oftalmológico para que vea el instrumental que tenemos, vale miles y miles de euros.

–Dicen que los médicos han perdido su antiguo espíritu humanista.

–No es un problema sólo de los médicos, sino de la sociedad en general. Los médicos no son una isla, sino que forman parte de la sociedad, con sus aciertos y problemas.

–¿La medicina andaluza tiene un buen nivel?

–Un gran nivel. Ya quisiéramos tener el dinero de Madrid y Barcelona, pero nuestros médicos son muy buenos.

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