Antonio collantes de terán, medievalista y académico de buenas letras

"El jabón sevillano de la Edad Media se exportaba a gran parte de Europa"

  • Perteneciente a una amplia saga de humanistas, la fiscalidad y la Sevilla medievales son sus principales temas de investigación. Actualmente, es secretario primero de Buenas Letras.

Antonio Collantes de Terán (Sevilla, 1942) pertenece a una amplia dinastía de humanistas sevillanos en la que han figurado latinistas, historiadores, arqueólogos, poetas y periodistas. El encuentro es en la sede de la Real Academia de Buenas Letras, de la que es actualmente secretario primero. Allí, en la Casa de los Pinelo, mientras posa en el patio de las yeserías renacentistas, lamenta el desconocimiento que los sevillanos tienen de una de las casas más significativas de la ciudad de Sevilla. Collantes de Terán es uno de los mayores expertos españoles en fiscalidad medieval (un tema sobre el que siguen pesando muchos tópicos y lugares comunes), pero también sobre la ciudad de Sevilla desde su conquista por Fernando III de Castilla hasta el inicio del Siglo de Oro, años en los que la capital andaluza se convirtió en uno de los núcleos urbanos más importantes del occidente cristiano. Gracias a su labor investigadora han nacido libros como Sevilla en la Baja Edad Media: la ciudad y sus hombres o Andalucía 1492, razones de un protagonismo, escrito al alimón con el modernista ya fallecido Antonio García-Baquero. 

-Usted es uno de los grandes especialistas españoles en fiscalidad medieval. ¿Ya existía el fraude?

-Sí, obviamente. Este tipo de cosas se producen desde que el hombre es hombre. A nadie le gusta que le saquen el dinero, sobre todo cuando no ve la rentabilidad de sus impuestos. Probablemente, en la Edad Media había más fraude fiscal que en la actualidad, porque los mecanismos de control eran mucho más primarios. Sin embargo, es verdad que los medievalistas no le hemos dedicado mucha atención a esta cuestión. Es ahora, precisamente, cuando están apareciendo estudios sobre el fraude fiscal en la Edad Media, quizás por contaminación de lo que está ocurriendo en la actualidad.

-¿Y hubo en esos tiempos algún caso muy sonado, del estilo de los papeles de Panamá?

-Claro, ahí está, en torno a 1500, el proceso del llamado Banco de Valencia, que ha sido estudiado por el profesor Ladero Quesada. El Banco había sido fundado en la última década del siglo xv por Francisco Palomar, un genovés que, junto con otros financieros, sufragó los gastos de la conquista de Tenerife. En 1503 se procesó a sus "principales" bajo la acusación de haber sacado indebidamente de Castilla, entre 1500 y 1502 , más de 75 millones de maravedíes (200.000 ducados). La cifra es alta si se tiene en cuenta que el primer viaje de Colón costó unos 5.000 ducados. Los fraudes fiscales obligaron a que los contadores mayores de Castilla creasen nuevo sistema de arriendo de los impuestos de la corona.

-¿Arriendo?

-En la Edad Media se arrendaba al mejor postor la recaudación de impuestos, tanto los reales como los eclesiásticos y los señoriales. De esta manera, la corona se aseguraba el cobro de impuestos sin tener que crear una infraestructura permanente.

-Hoy en día estamos acostumbrados a que, en teoría, el que más gana es el que paga más impuestos. Sin embargo, en la época de la que hablamos los privilegiados, la nobleza y el clero, no tributaban.

-Eso es una verdad a medias. Los privilegiados no solían pagar los impuestos directos, pero sí los indirectos. Por ejemplo, el Duque de Medina Sidonia no abonaba los servicios, los pedidos o las monedas, que eran unos tributos que aprobaban las Cortes y cuya carga distribuía el rey entre sus súbditos. Sin embargo, en principio, el duque sí pagaba impuestos indirectos como las alcabalas o los portazgos. Es importante señalar que, asimismo, había pecheros que tenían exenciones fiscales.

-¿Y quiénes eran esos plebeyos que tenían semejantes privilegios?

-Aquí, en Sevilla, los trabajadores de las Atarazanas, del Alcázar...

-Usted es autor de La Sevilla de la Edad Media. La ciudad y los hombres. ¿En esta época ya se puede rastrear una forma de ser del sevillano tal como dicta actualmente el tópico?

-Como historiador y como sevillano me niego a admitir ese tipo de continuidades. Entre otras cosas, porque no creo que exista un solo tipo de sevillano, sino muchos.

-¿Y la ciudad?

-Era una ciudad en la que, lógicamente, el pasado andalusí pesaba mucho, una urbe de tipo oriental. Sin embargo, los habitantes que llegaron en el siglo XIII con la conquista de Fernando III van a intentar ir adaptando la ciudad, poco a poco, a sus ideas urbanas. Compare usted, por ejemplo, la zona que va desde la Encarnación a la Catedral, en cuyo trazado se pueden aún reconocer reminiscencias de la ciudad andalusí. Pero si se va a los barrios de San Vicente, San Lorenzo o a la propia Triana se encontrará ya una con una configuración urbana muy distinta, de tipo más occidental, con calles rectas, casas más uniformes...

-Lo cierto es que Sevilla, en estos años previos al descubrimiento, ya era una gran ciudad.

-Sí, la más poblada del reino de Castilla. A principios del siglo XV -que es cuando se puede hablar de cifras- ya tenía 20.000 habitantes, pero a finales de la centuria había alcanzado los 45.000. Si la Casa de Contratación se establece aquí es porque ya había un sector financiero muy potente, no al revés.

-En esto tuvo mucho que ver el puerto, que ya era muy potente antes de 1492.

-Era un puerto conectado con todo el mundo mediterráneo y la fachada atlántica, con líneas importantes a Flandes, las Islas Británicas, Italia, el norte de África... Por ejemplo, en Sevilla había una producción muy importante de jabón que se exportaba a gran parte de Europa.

-Las llamadas almonas. ¿Por qué se ubicaban en Sevilla?

-Porque había mucho aceite de oliva y una planta que se llama almajo que crece en abundancia en las marismas. Eran los dos elementos fundamentales para la fabricación del jabón. El historiador Enrique Otte consideraba que las almonas de Triana fueron la primera industria capitalista de Sevilla. De hecho, a finales del siglo XV y durante el XVI estuvieron en manos de grandes empresarios genoveses, quienes se las arrendaban a los Adelantados de Andalucía, los Enríquez de Ribera. Como le dije, estos jabones se exportaban a todo el ámbito mediterráneo.

-¿En qué parte de Triana se encontraban estas almonas?

-Entre el Castillo, donde está hoy el Mercado, y la Parroquia de la O.

-El puerto de Sevilla no sólo era entonces, como algunos creen, lo que hoy está delante del Arenal, sino un amplio complejo que iba desde Sanlúcar de Barrameda hasta la Barqueta.

-Cierto. Incluso entre Sanlúcar y Sevilla había puntos intemedios, los llamados varaderos, como los de Coria, el de la desembocadura del Guadiamar, La Horcada (cerca de Lebrija)... Eran lugares que servían para aliviar las cargas de los barcos y permitir su navegación hasta Sevilla, o al revés, irlos cargando progresivamente a medida que se iban acercando a la desembocadura. De esta manera se evitaba que las naves encallasen en las zonas menos profundas del río.

-En esta época de la que hablamos, la Baja Edad Media, Sevilla tuvo una importancia capital en la conquista de las Islas Canarias.

-El río y el mar eran una sola cosa y, como es lógico, cuando se empezaron a hacer las expediciones a Canarias, fueron los habitantes de la Baja Andalucía los que formaron parte de estos contingentes, como muy bien ha demostrado Eduardo Aznar, el mejor conocedor de esta etapa de la historia del archipiélago. Le pongo un ejemplo: a finales del siglo XV hubo un pleito sobre el señorío de las islas menores de las Canarias, pleito que se sustanció aquí en Sevilla, porque los protagonistas y los testigos eran en su gran mayoría sevillanos. Sevilla y sus ordenanzas fueron el modelo municipal de las primeras ciudades canarias.

-Usted colaboró en la redacción del Diccionario histórico de las calles de Sevilla. ¿Qué queda del nomenclátor medieval?

-Queda poco... Calles como Placentines, que toma el nombre de una colonia de comerciantes venidos de la Piacenza italiana. En este lugar, en la Edad Media, había una lonja de mercaderes. La calle Francos se llama así desde el siglo XIII y no porque viviesen franceses, como cree la mayoría, sino porque era el lugar en el que habitaban personas con franquicias, exenciones fiscales o comerciales.

-También están las calles con nombres gremiales, unas instituciones a las que usted ha dedicado algunos de sus estudios. Debía de haber muchos en Sevilla...

-Sí, sólo basta con leerse las ordenanzas de oficios publicadas en la ciudad a finales del siglo XVI. Pero hay que aclarar que, para la Edad Media y Castilla, el concepto gremio no viene bien, porque todavía no estamos ante esas estructuras cerradas hacia las que evolucionaron los oficios en la Edad Moderna. Sí se puede hablar de oficios regulados por el poder municipal.

-Se solían unir por calles.

-En un principio sí, de ahí que, por ejemplo, la calle Mateos Gago se llamase antes de los Borceguineros. Pero eso dejó de ser así con el tiempo, porque los precios de los alquileres, el mismo mercado inmobiliario, provocarían una dispersión de los oficios por toda la ciudad.

-¿Y en qué oficios destacaban los sevillanos?

-La cerámica, por ejemplo. A finales de la Edad Media, que es cuando hay más datos, se observa una gran exportación de loza y azulejos. Recuerdo que en uno de los edificios más simbólicos de Génova, el antiguo Banco de San Giorgio, hay una serie de salones que están alicatados con azulejos de Triana.

-Me impresionó, al indagar en su bibliografía, un artículo suyo sobre los muertos de inanición en esta época.

-Ese artículo se refiere a algo muy habitual en la Edad Media: las epidemias y las malas cosechas, con el consiguiente desabastecimiento. Hasta el siglo XIX y la llegada de las nuevas técnicas agrícolas, un año de malas cosechas suponía la muerte por hambre de mucha gente.

-Eso nos habla de una realidad muy dura.

-Sí, las epidemias se llevaban a miles de personas por delante.

-En Sevilla, todos conocemos muy bien la de 1649, que acabó con la mitad de la población y supuso una de las causas para la decadencia definitiva de la ciudad. Pero, háblenos de alguna epidemia de la Edad Media.

-La más importante fue la de la peste negra, que afectó a toda Europa y duró entre 1348 y 1350. Después, curiosamente, esta epidemia se repetiría, aunque con menos virulencia, cada diez años.

-¿Y estas enfermedades se reflejaron en alguna fuente literaria?

-Está la obra del médico converso del Arzobispo Juan de Aviñón, Sevillana medicina, que ha llegado hasta nosotros gracias a la edición que hizo el humanista, botánico y médico del siglo XVI Nicolás Monardes, y en la que se recogen las epidemias que hubo más o menos entre 1348-1350 y 1415. En esta obra se habla, por ejemplo, del aire de la ciudad según los barrios, de la alimentación, de las epidemias, del agua, de la higiene...

-¿Y cuál era barrio más insalubre según Aviñón?

-Creo recordar que pone mal a la judería, porque las calles son estrechas...

-La judería fue una realidad importante de la ciudad medieval. Tal como afirma una de las grandes conocedoras de los judíos en la Edad Media, Isabel Montes, Sevilla fue una ciudad muy antijudía en este periodo.

-No hubo exactamente una judería medieval sevillana, sino un barrio almohade que existía previamente y en el se asentaron los judíos con la conquista de Fernando III. Esta zona se ubicaba en las actuales collaciones de Santa Cruz, San Bartolomé y Santa María la Blanca. El barrio judío de Sevilla desapareció en 1391, con el gran pogrom que tuvo en nuestra ciudad su origen y que se extendió por toda España. El urbanismo de esta zona de la ciudad se ha conservado bien porque no ha sufrido tanto la especulación inmobiliaria como otras zonas de Sevilla (Encarnación, Magdalena, etcétera), pero no podemos hablar de un urbanismo judío. Lo de la judería de Sevilla es un cuento chino para turistas.

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