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Eduardo Osborne | Abogado y escritor

“He tenido la suerte de criarme en la vieja escuela de la abogacía sevillana”

  • Letrado a la manera clásica, articulista fino y moderado, universitario y taurino sin complejos acaba de publicar con El Paseíllo ‘La música cantada del Toreo. La tauromaquia en la cultura pop’

Eduardo Osborne, en su casa, durante la entrevista.

Eduardo Osborne, en su casa, durante la entrevista. / Juan Carlos Muñoz

Eduardo Osborne Bores (Sevilla, 1970) tiene las maneras y las ideas de un demócrata cristiano de los de antes (en el buen sentido de la palabra). Bien vestido, prudente y siempre amable, luce una bonhomía que no le impide, de vez en cuando, algún comentario malicioso. De Portaceli (el sello jesuítico es evidente), Pineda, el Aero, Los Panaderos y el Sevilla FC, porta uno de los apellidos más conocidos de la Baja Andalucía, pero es hombre de una sencillez provinciana y sonriente. Como alguien dijo de él: “A Eduardo se le nota mucho la buena educación”. Abogado culto, humanista y licenciado en Ciencias Políticas, su columna de los miércoles en Diario de Sevilla y otros periódicos del Grupo Joly tienen la gentileza de la claridad y el orden y nos muestran un escritor fino y tranquilo al que no le falta el colmillo (siempre en pequeñas dosis) cuando la ocasión lo requiere. Taurino sin complejos, acaba de publicar con El Paseíllo su segundo libro: ‘La música cantada del toreo. La tauromaquia en la cultura pop’, que fue ganador del premio de literatura taurina que otorgaba la Fundación Enrique Ponce-Club Allard. Su primer libro, ‘Luces de ciudad’ (Páginas del Sur) recoge una selección de sus columnas que publica en el Grupo Joly bajo el epígrafe ‘Paisaje urbano’.

–Acaba de sacar su segundo libro: ‘La música cantada del toreo’ (El Paseíllo). Los abogados y los médicos siempre han sido profesiones donde abundan los escritores.

–Creo que son dos profesiones muy parecidas. Al abogado le pasa lo mismo que al médico. Ambos tienen que tener una psicología especial para comprender bien los problemas del cliente-paciente y acertar en el diagnóstico.

–Pero ya es casi un tópico decir que esa figura del abogado o el médico humanista se está perdiendo. Ambas profesiones cada vez son más anónimas y están encuadradas en grandes estructuras empresariales.

–La abogacía está sufriendo un proceso de cambio muy importante. Eso nos está afectando mucho a los abogados de provincia que venimos de la vieja escuela. Los cambios se notan en la relación con el cliente. Antes, el abogado antes era un señor con mucha autoridad en su campo, pero ya no. El cliente consulta mucho internet y está, supuestamente, más enterado. Incluso tiene su propio criterio: llega a discutirle cosas al letrado. Asimismo, hoy en día se legisla muchísimo y mal, por lo que se tiende a la especialización. Se está perdiendo ese tipo de abogado artesanal que sabía un poco de todo en beneficio de los grandes despachos interdisciplinares con muchos profesionales, pero en los que se pierde esa relación personal entre el abogado y el cliente. Los despachos se están convirtiendo en grandes prestadores de servicios que funcionan con parámetros propios de una empresa.

–¿Algún maestro en el ejercicio de la abogacía?

–Mi tío Jesús Bores, en cuyo despacho trabajé al principio de mi carrera durante ocho años. Allí había grandes abogados, como don Carlos Corradini, que en paz descanse. He tenido la suerte de formarme en vieja la escuela de la abogacía sevillana, que tan buenos profesionales dio.

–¿Y podemos decir que esa escuela permanece?

–Sí, sigue existiendo, porque tiene referentes muy potentes. He hablado de Bores y Corradini, pero podría haberlo hecho también de Olivencia, Clavero, Cossío... Todos han sido profesores nuestros en la Universidad y han marcado una escuela y unas pautas que se siguen manteniendo.

Hoy se legisla mucho y mal, por lo que se tiende a la especialización. Se está perdiendo el abogado artesano

–El otro día vi en Netflix una película de Coppola basada en una novela de John Grisham, ‘Legítima defensa’. El panorama que dibujaba de la abogacía en EEUU era desolador. Los ponía a todos como auténticos sacamantecas. ¿En España es así?

–Nosotros todavía no hemos llegado a esos niveles de la abogacía norteamericana, que está muy dominada por el mercado. Allí los abogados se mueven en una selva que, afortunadamente, no existe en España. Eso sí, en ciertos sectores se está empezando a notar indicios al respecto.

–Es profesor asociado de Derecho Mercantil en la Universidad Pablo de Olavide. Últimamente también se escuchan voces muy pesimistas sobre la calidad de los alumnos.

–Tengo un mejor concepto que la media sobre la educación universitaria en España. En la juventud actual no he notado tanta indigencia cultural como se dice. Esta generación es hija de su tiempo y está muy condicionada por el uso o el mal uso de los smartphones, pero también tiene cosas buenas, como que ha viajado mucho o tiene acceso a una gran cantidad de contenidos, algo que antes era impensable. Ahora bien, es cierto que en la educación se han rebajado los estándares de calidad y se exige mucho menos para aprobar. No sólo en la Universidad, sino también en los colegios. Hoy en día vivimos una auténtica inflación de notas, de tal manera que es muy normal sacar un nueve. Antes esa calificación sólo la sacaba uno de la clase. A la Universidad nos llegan alumnos que, supuestamente, deberían ser muy brillantes cuando después no lo son tanto.

–Actualmente está haciendo la tesis en Derecho Mercantil, pero vinculada a la historia de su apellido Osborne, cuya prosapia empresarial no se le escapa a nadie.

–Estoy estudiando la evolución de la compañía de vinos Osborne durante la primera mitad del siglo XIX. Para ello uso la figura de Tomás Osborne Mann, que fue el primero que llegó a la comarca. Su saga ha continuado hasta nuestros días, porque Osborne es de las pocas bodegas del Marco que sigue siendo propiedad de la familia fundadora. Es una tesis de Derecho Mercantil en la que, a la vez que analizo la evolución de la compañía, estudio también los cambios del Derecho en esos años. Tenga en cuenta que en 1829 se promulga el Código Mercantil de España, el primero de los códigos del país, muy anterior al Civil. Asimismo, estudio la figura de Tomás Osborne Mann, que es muy poco conocida pese a su interés.

–¿Qué tipo de persona era Tomás Osborne Mann?

–Es el segundón de una familia de comerciantes de Exeter que llega a España, como tantos ingleses, después de las Guerras Napoleónicas. Aquí se hizo un nombre en el sector financiero y en la intermediación de servicios, que es lo que le llevó a comprar las bodegas Duff Gordon y fundar Osborne. También le ayuda el que se hiciera novio de Aurora Böhl de Faber, hermana de la escritora Fernán Caballero, y cuyo padre Juan Nicolás Böhl de Faber, era gerente de la bodega Duff Gordon .

–¿Y qué destaca de él?

–Su pragmatismo. Es un hombre que se adapta muy bien al terreno y se españoliza pronto. También fue un hombre con mucha visión de futuro. Era bastante mayor que su mujer y, cuando murió, sus dos hijos varones aún eran menores de edad. Fue su mujer Aurora la que sacó el negocio adelante. Esto tiene mucho mérito, porque lo normal en la época hubiese sido vender el negocio y vivir de las rentas, como ha ocurrido en Andalucía tantas veces. El hijo mayor, Tomás Osborne Böhl de Faber, que fue el que construyó la plaza de toros de El Puerto, fue el que continuó el negocio... hasta nuestros días.

En Andalucía, hasta la Restauración, hubo una inciativa empresarial similar, si no superior, al resto de España

–La historia económica de Andalucía es una gran desconocida. Siempre tenemos el complejo de que aquí no hubo nada, pero es falso. El otro día, en este Rastro de la Fama, Pedro Giménez de Aragón recordaba como Sevilla, en 1868, tenía más fábricas y obreros que Madrid.

–En Andalucía, hasta la Restauración, hubo una iniciativa empresarial equiparable, si no superior, al resto de España. Después hemos sido muy condescendientes con Madrid y nos hemos limitado a cambiar renta por subdesarrollo. Se ha promovido poco la iniciativa empresarial.

–¿Cree que hubo un pacto oligárquico para especializar a Andalucía en el sector agrario?

–Bueno, de hecho en Andalucía se observa cómo muchos industriales se agrarizan y se hacen rentistas. Eso es una realidad.

–Y, por supuesto, hay que hablar de Cruzcampo, fundada por un Osborne y en su familia hasta 1991, cuando la venta a Guinness.

–Digamos que los Osborne de Sevilla, los de la Cruzcampo, somos una spin-off de los del Puerto, los del vino. A principios del siglo XX, mi bisabuelo Roberto y su hermano Tomás, deciden abrir un proyecto nuevo y muy innovador en España. Se trataba de fabricar cerveza, un producto entonces muy desconocido en España. Se instalaron en la Cruz del Campo por una cuestión de agua, ya que allí llegaban los caños de Alcalá de Guadaíra. Sobre 1915, Roberto le cambió a Tomás sus acciones de la bodega del Puerto de Santa María por las de la fábrica de cerveza.

–Hablemos de sus artículos en Diario de Sevilla. Destacan por una escritura muy limpia y clara y por una apuesta decidida por la moderación y el sentido común.

–Intento mantener una actitud prudente y moderada, porque creo que ya hay demasiada gente que hace lo contrario. Uno de los grandes problemas de España es que se ha polarizado no sólo la política, sino también el periodismo. Hay que buscar lo que nos une, no lo que nos separa.

–¿Algún referente?

–Desde que era muy joven he sido un gran comprador y lector de periódicos. Siempre he seguido a Ignacio Camacho, y a Carlos Colón, que desde los 90 es un referente para los que nos gustan los temas capillitas y de Sevilla.

–Ahora saca un libro sorprendente, ‘La música cantada del toreo. La tauromaquia en la cultura pop’, editado por el novedoso sello El Paseíllo.

–El título, por cierto, es sugerencia de Víctor Vázquez.

–Hombre, el inigualable profesor Vázquez, director de la revista de la Fundación de Estudios Taurinos, columnista de esta casa y vigoroso constitucionalista.

–Es un guiño a Bergamín, al que tanto admira Víctor Vázquez, y a su famoso ensayo La música callada del toreo.

En los años 80, durante la movida, los toros encontraron un gran apoyo por parte de la izquierda

–Es curioso, porque el antitaurinismo, tan en boga, no parece haber hecho mucha mella en el pop-rock patrio, todo lo contrario.

–Grupos de pop antitaurinos no existen, aunque hay algunas letras de Duncan Dhu o Amaral que meten alguna alusión...

–En cualquier caso, son los peores. Al otro lado, en el bando taurino, tenemos a Gabinete, Calamaro, Sabina... no es moco de pavo.

–Calamaro me contó que antes, en los años 90, cuando iban a las fiestas de las ciudades y los pueblos, coincidían con los toreros en los hoteles, y acababan en los mismos sitios. De ahí surgían muchas amistades. Sin embargo, reconocía que ahora esto no sería tan fácil, porque tendrían a la industria en contra. Durante los años 80, en la época de la movida, los toros eran bien vistos por la izquierda, que apoyó mucho a la Fiesta. Dentro de ese ambiente de modernidad y apertura, la tauromaquia tuvo su lugar.

–Gabinete Caligari fue quizás el grupo más taurino de todos.

–Es que su vocalista, Jaime Urrutia, hijo de crítico taurino, es un buen aficionado y eso se nota. Ellos incorporan muchos elementos de la tauromaquia a su forma de hacer música, tanto en las letras como en la música. Era un grupo castizo. Hoy en día, la cultura de la cancelación no admitiría grupos como este. Fíjese en letras como La culpa fue del cha-cha-cha, llena de metáforas taurinas. Si se han metido con el Sufre mamón de Hombres G...

–Calamaro es quizás el que hoy está más en primera línea en la defensa de la tauromaquia.

–Y de forma muy vehemente, dejando constancia por escrito en artículos de prensa. Le ha plantado cara a la cultura animalista.

–Es curioso que sea argentino.

–De hecho tuvo muchas críticas en su país natal. Pero él ya puede permitirse esta cosas. Calamaro es uno de los grandes de todos los tiempos.

–Y Sabina...

–Más que su afición, lo que me interesa de Sabina es su uso del lenguaje y giros taurinos en las letras de sus canciones. Hizo amistad con Antoñete, que fue bautizado como el torero de la movida. Últimamente ha conectado con José Tomás, una figura muy idealizada. De alguna manera, los seguidores de José Tomás como Sabina han resucitado una figura que se estaba perdiendo, la del partidario, como lo fue Hemingway con Antonio Ordóñez. Sabina vio en José Tomás esa figura que sólo tiene dos opciones: la puerta grande o la enfermería. De hecho, en su canción De purísima y oro, aunque está inspirada directamente en Manolete, está muy presente la figura de José Tomás como epígono del primero.

Los dos temas más taurinos del pop español son ‘Sangre española’, de Gabinete, y ‘De purísima y oro’, de Sabina

–Curro Romero, sin embargo, no es muy del pop.

–No, es más de la copla y el flamenco. Sabina lo nombra en algún momento y, en general, todos los artistas, empezando por Calamaro, le tienen un gran respeto como viejo maestro. El respeto al maestro es una de las mejores cosas de la tauromaquia, algo que se está perdiendo en España.

–Hagamos de jurado improvisado y elijamos la canción taurina por excelencia del pop español.

–Estoy pensando en De púrisima y oro, de Sabina... y de Gabinete hay una que se llama Sangre española...

–Para mí, sin duda, es la mejor...

–Quizás sea la mejor, pero es muy poco conocida por el público, porque es de la primera época de Gabinete, la más oscura...

–Pero es una canción de una gran densidad poética y taurina hasta las trancas...

–Cierto, une conocimiento de la fiesta y una gran intensidad.

–Hoy en día hay voces que claman por una modernización de la Fiesta. Sin embargo, se puede correr el peligro de la banalización.

–Está claro que los toros no pueden perder su identidad. Es una fiesta dura, fuerte, en la que se mata a un animal, pero a cambio puede perder la vida un hombre.

–Hay mucho pesimismo con el futuro de los toros.

–El desprestigio de la Fiesta tiene mucho que ver con la deriva de la izquierda, que se ha vuelto animalista. Eso hace que, fuera de Andalucía y con excepciones, la gente de izquierda no defienda la Fiesta. Hay mucha autocensura. Por otro lado está el peligro qde ue los contrarios a la izquierda se apropien de los Toros y la defiendan con mensajes excluyentes.