Reliquias de la provincia

Semana Santa de Osuna. Madrugada de colegiata

  • Los vecinos del barrio ursaonés de la Rehoya iluminan con velas sus casas para recibir al Cristo de la Misericordia, una obra de Juan de Mesa

El Cristo de la Misericordia durante su procesión por las calles de Osuna.

El Cristo de la Misericordia durante su procesión por las calles de Osuna. / Ignacio Govantes

Doce de la noche. Silencio absoluto. El Miércoles da paso al Jueves Santo. Iglesia Colegial de Santa María de la Asunción. Osuna. En lo más alto de la villa ducal la Hermandad de la Misericordia, conocida durante años como la de los Estudiantes, se dispone a realizar su estación de penitencia. Todo es sobriedad. Rigor. Y oscuridad. Nada hay que perturbe la vista. Ni el oído. En el dintel de la puerta se sitúa el crucificado, una de las joyas de la imaginería que atesora la provincia. Momento culmen en la Semana Santa de este municipio, situado entre la campiña y la sierra sur sevillana.

La escena que narramos aquí recuerda bastante a la que describimos la cuaresma pasada en Estepa con la Hermandad de los Estudiantes. Ambas, con sus diferencias, guardan relación en su devenir histórico y en la forma que tienen de ponerse en la calle. Pero vayamos al origen para entender estas similitudes.

Es en 1928 cuando un grupo de devotos inicia los trámites para erigir una corporación religiosa que rindiera culto a este crucificado, obra de Juan de Mesa y del que, más adelante, detallaremos aspectos sobre su encargo. Las reglas de la nueva hermandad las aprobó un año más tarde el cardenal Eustaquio Illundain y Esteban. La primera vez que salió la cofradía fue la tarde del Viernes Santo de 1930.

El crucificado guarda gran semejanza con el Cristo de la Buena Muerte, de los Estudiantes de Sevilla. El crucificado guarda gran semejanza con el Cristo de la Buena Muerte, de los Estudiantes de Sevilla.

El crucificado guarda gran semejanza con el Cristo de la Buena Muerte, de los Estudiantes de Sevilla. / Ignacio Govantes

Por aquellos años, los nazarenos vestían túnica roja con capillo y capa morada, los colores corporativos. Incluso se incorporaron al paso las imágenes de la Virgen, San Juan y la Magdalena, procedentes de la fábrica catalana de Olot. La hermandad sufrió un declive del que se recuperaría en 1949, año en el que cambió por completo su idiosincrasia al ocupar el cargo de hermano mayor el catedrático de Historia y Geografía Francisco Olid Maysounave, quien dirigía el instituto de enseñanzas medias Francisco Rodríguez Marín, de Osuna.

Olid se mantuvo al frente de la corporación hasta 1983, año de su muerte. Es en este largo periodo de mandato cuando, como ocurrió con la referida cofradía estepeña, se tomó de modelo la estación de penitencia de la Hermandad de los Estudiantes de Sevilla. Se eliminaron las imágenes secundarias de Olot, que desmerecían el valor artístico del crucificado, y se cambió el hábito nazareno, cuya túnica a partir de entonces comenzó a ser negra. También se talló un paso en caoba. En esta reforma de la hermandad contó con la ayuda del poeta ursaonés y mítico pregonero de la Semana Santa de Sevilla, Antonio Rodríguez Buzón. Su nómina de hermanos se amplió con estudiantes del instituto, de ahí el nombre por el que fue conocida.

Uno de los logros del catedrático Olid fue la documentación de la autoría del Cristo de la Misericordia. Al igual que sucedió con otras imágenes de Juan de Mesa, también la de la colegiata de Osuna estaba atribuida, en un principio, a Martínez Montañés. Fue en junio de 1928 cuando el periódico local El Paleto publicó un artículo firmado por el mencionado catedrático (21 años antes de que ejerciera de hermano mayor) que daba a conocer el descubrimiento en el Archivo de Protocolos Notariales de Sevilla del contrato entre Juan de Mesa y el canónigo de la colegiata de Osuna, Diego de Ontiveros, para la talla de este crucificado, que guarda bastante semejanza con el de la Buena Muerte de la Universidad de Sevilla (encargado en su día por los jesuitas), aunque de menor tamaño. Tras la próxima Semana Santa será restaurado por Pedro Manzano.

Las encaladas calles de Osuna, sólo iluminadas por los cirios de los nazarenos. Las encaladas calles de Osuna, sólo iluminadas por los cirios de los nazarenos.

Las encaladas calles de Osuna, sólo iluminadas por los cirios de los nazarenos. / Ignacio Govantes

En el largo mandato de Olid se decidió que la estación de penitencia tuviera lugar en la madrugada del Miércoles al Jueves Santo, algo que también ocurrió en Estepa con la cofradía de los Estudiantes, aunque allí se celebra una jornada antes. Cuando comienza el día en que se conmemora la institución de la eucaristía, Osuna vive uno de los momentos más singulares de su Semana Santa.

Tras un redoble de tambor, resuenan en el silencio de la noche los goznes de la puerta de la colegiata. Discurre a partir de ese momento un largo cortejo de nazarenos que precede al Cristo de la Misericordia, alumbrado en su paso por cuatro hachones. El único acompañamiento musical lo pone un tambor ronco, que marca el andar de los costaleros, los cuales portan el paso al estilo ursaonés, otra de las peculiaridades de este municipio, ya que las trabajaderas se disponen de forma longitudinal (y no horizontal como en Sevilla) para que quienes lleven el paso lo hagan con los hombros, lo que imprime un andar muy característico.

El Cristo de la Misericordia en la Plaza Mayor de Osuna. El Cristo de la Misericordia en la Plaza Mayor de Osuna.

El Cristo de la Misericordia en la Plaza Mayor de Osuna. / Ignacio Govantes

La cofradía discurre por uno de los enclaves más bellos de España. Sin exageración: el propio andén de la colegial, la Plaza de la Universidad, la Cuesta de los Cipreses y de los Abades, la Plaza de la Encarnación, la Plaza Mayor y el barrio de la Rehoya, donde se produce otra de las estampas propias de la Semana Santa de Osuna, cuando sus vecinos reciben al Cristo con velas encendidas en las puertas y fachadas de sus casas encaladas.

La entrada se produce a las tres y media de la madrugada. Casi cuatro horas en las que la devoción, el patrimonio y el silencio se dan la mano en lo más alto de una villa donde todo lo impregna, desde hace siglos, el mejor de los barrocos.

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