Retahílas

El médico de los flamencos, el flamenco de los médicos

  • Bella Belmonte publica un libro sobre su abuelo, Rafael Belmonte García, pregonero de la Semana Santa de Sevilla en 1977, hermano del Cachorro, alma de las Tertulias Flamencas

De izquierda a derecha, Manuel Barrios, Bella Belmonte, Ildefonso Vergara y Elena Leal.

De izquierda a derecha, Manuel Barrios, Bella Belmonte, Ildefonso Vergara y Elena Leal. / Juan Carlos Muñoz

El suyo fue un pregón de Transición. Y no sólo porque lo pronunciara el 27 de marzo de 1977, diez días antes de la legalización del Partido Comunista, casi tres meses antes de las primeras elecciones de la democracia. Una transición en el propio género. Rafael Belmonte García (1914-1995) pronunció lo que se dio en llamar "el pregón del olé". Era el pequeño de los catorce hermanos Belmonte García, una carrefilera que iniciaba el torero. Si Chaves Nogales escribió la biografía de Juan Belmonte, Bella Belmonte (Sevilla, 1983) es la autora de la de su abuelo Rafael, el benjamín de los hermanos del diestro.

El resultado es un libro titulado Rafael Belmonte García. Vida y obra, con el subtítulo ‘Un recorrido por la Sevilla del siglo XX’, que edita la Universidad de Sevilla y se presentó en el Círculo de Labradores. Un hombre-orquesta que toreó a la censura y de cuya mano su nieta repasa sus diferentes facetas: la medicina, la radio, los toros, el flamenco. Una vida apasionante a la que Bella Belmonte ha dedicado cuatro años de trabajo.

Si hubiera sido torero, su mozo de espadas se llamaría Manuel Barrios. Un tándem formidable con el que la radio vivió un periodo de esplendor en unos tiempos muy difíciles. Ildefonso Vergara, director comercial de Radio Sevilla, autor de una tesis doctoral sobre Radio y Flamenco, cuenta que en una ocasión, en la Universidad, Iñaki Gabilondo acudió a unas jornadas sobre esa doble disciplina tan relacionada con la voz humana y al estar sentado junto a Rafael Belmonte, el padre de Bella, y Manuel Barrios Casares, profesor de filosofía, hijo del escritor, el periodista donostiarra comentó que estaba “junto a los hijos de dos de las personas que le habían enseñado a amar Sevilla”.

Manuel Barrios, el novelista, nació el día de Nochebuena de 1924. Estamos en el año de su centenario. Rafael Belmonte García era una década mayor. Nació en mayo de 1914, el año que empieza la Primera Guerra Mundial. Su hermano Juan nació el mismo año que Franco y murió el mismo que Marilyn Monroe. Rafael se licencia en Medicina y Cirugía en 1948. Fue adjunto de la catedra de Gabriel Sánchez de la Cuesta, uno de los tres médicos que dirigió la Academia Sevillana de Buenas Letras. El último fue Ismael Yebra. Barrios y Belmonte formaron una pareja incombustible. El hijo del primero, catedrático de Filosofía, profesor de esta disciplina durante cuatro décadas, pone en su sitio el papel que ambos jugaron. “España sale del pozo con el espíritu de distracción. Bases aparentemente inocuas, intrascendentes, pero determinantes para construir una nueva ciudad y una nueva época en tiempos de hambruna, de miseria social y parálisis”. El médico y el escritor, como un Quijote y un Sancho intercambiables, un Sherlock Holmes y un Watson, aportaron humanismo para poner los cimientos de cierta modernidad, lo que Barrios Casares llama “pre-Transición a la Transición democrática”.

Rafael Belmonte García dio el pregón en 1977, el año que muere Antonio Rodríguez Buzón, que fallece en agosto de ese año que también se llevó a Charlie Chaplin, Antonio Machín y Elvis Presley. El hermano del torero beberá en las fuentes del regionalismo, de El Ideal Andaluz. Su juventud coincide con dos fenómenos culturales: la generación del 27 y la Exposición del 29. El final de la década del charleston, el cante del cisne de un tiempo que se ensombrecería con una guerra civil.

Medicina. Radio. Flamenco. Hay puentes entre todas estas materias. Manuel Barrios hace Piruetas en el aire en Radio Nacional; el doctor Belmonte García, Cantares de Andalucía en Radio Sevilla, acompañado por Luis Caballero, ese cantaor de Aznalcóllar que trabajaba en el hotel Alfonso XIII. En una Sevilla átona, adormecida, como el país entero, si se pudiera señalar un punto de ese despertar sería la esquina de las calles San Pedro Mártir y González Abreu. En la primera estaba en sus inicios Radio Nacional de España en el palacio que fue de la familia de Rafael de León; en la segunda, Radio Sevilla desde que en 1927 la inauguró el propio Guillermo Marconi. En San Pedro Mártir, la calle donde nacerán Manuel Machado, Alejandro Sawa y el pintor Gonzalo Bilbao, tiene su clínica Rafael Belmonte. Los empleados del hotel Colón figuraban entre sus pacientes, como también el cantaor Pepe Marchena, entonces distinguido huésped.

El hijo de Barrios dice que el abuelo de Bella Belmonte ya era como de la familia. "De niño los veía juntos en mi casa, con esas estanterías llenas de guiones que te hacían pensar en la mortalidad ridícula de la que hablaba Milan Kundera". Y recuerda cuando por ese piso del Polígono San Pablo pasaban José Cala El Poeta, Naranjito de Triana, “que me trajo una guitarra de Oklahoma”, o Chocolate, que a la muerte de Franco "nos preguntó si podía escribirle al rey Juan Carlos para que le diera el carnet de conducir".

Bella Belmonte reconstruye con el bisturí de su formación académica y el corazón de su cercanía familiar la vida y obra de quien fue el médico de los flamencos. Tratando a Pastora Pavón fue como surgió la idea de hacerle un monumento a la Niña de los Peines. Lo costearon los integrantes de la Tertulia Flamenca, aunque sus nombres desaparecieron con el traslado de la estatua y su colocación junto a las de Caracol y Chicuelo, las tres mellizas, como los llamaría Adelita Domingo. Volviendo al símil taurino, la terna de Barrio y Belmonte la completaría Antonio Mairena, pieza fundamental de unos Jueves Flamencos que empezaron en lunes.

Estos tres mosqueteros consiguieron el monumento, la Misa Flamenca y el primer convenio colectivo para los artistas del flamenco, arropados por el auge de los incipientes festivales y la figura de Antonio Pulpón. Las Piruetas tomaron forma de libro con prólogo de Moreno Galvache. Antonio Burgos, otro pregonero de Semana Santa, diría de ellas que eran “una Codorniz andaluza y radiada”. Bella Belmonte recuperó en la presentación la sintonía de las audiciones radiofónicas. Con el joven maestro Jesús Camacho al piano y el recuerdo de nombres míticos como Eulogio Serrano, Emilio Segura o Alfonso Contreras. Barrios y Belmonte rompen una inercia, “todos los locutores parecían de Valladolid”.

Del primer al decimocuarto de los hermanos, separados por más de dos décadas, estaba el nexo de su devoción al Cachorro. "Mi abuelo nunca salió de nazareno, porque se lo impedía una herida. Sólo se puso la túnica cuando lo enterraron", dice Rafael Belmonte, hermano de la autora del libro, que fue concejal del Ayuntamiento de Sevilla y en la actualidad es diputado en el Congreso. Rafael Belmonte, nazareno eterno, autor de una saeta al Cachorro que cantó Manuel Mairena, el hermano del catedrático de las Tertulias Flamencas. David G. Romero, editor de El Paseo, reeditó ‘El último virrey’, la rompedora biografía de Queipo de Llano escrita por Manuel Barrios. Y ahora Bella Belmonte rescata la obra de su abuelo, médico, promotor cultural y artístico. “Es una pena que en una ciudad como Sevilla tengan que ser los familiares o allegados los que vindiquen la importancia de estas figuras”, dice el hijo del escritor en la presentación del libro de la nieta del médico. Que consiguió, en palabras de Luis Bollain, “ser él y no el hermano de Belmonte”.

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