Músicas para el Amor desde Barcelona y Linares
Retahílas
El Anuario del Amor destaca las figuras de Domingo Arquimbau y Alberto Escámez
Luisa Colinet, 91 años, le dio la última puntada al manto de la Virgen del Socorro
El 'tapado' de la Generación del 27

La foto de portada es de Javier Mejía. Las dos manos de Jesucristo en la Entrada en Jerusalén. Entre los hermanos de esta cofradía del Salvador hay una contraseña inequívoca: Dios es Amor. Hay un lenguaje del amor. Es lo que permite ese prodigio de Pentecostés que se narra en los Hechos de los Apóstoles, ese texto de San Lucas conocido como el Evangelio del Espíritu. De pronto, ante la lengua de fuego, los galileos, los paisanos del hijo del carpintero, empiezan a entender lo que hablan en sus lenguas medos, persas, árabes, griegos, gentes de Cirene y de Capadocia. Es la lengua del amor. En el Salvador tienen muy bien aprendida la lección de Pentecostés porque una de sus cuatro hermandades es la del Rocío.
Junto al lenguaje del Amor hay una música del Amor que es una de las grandes protagonistas del tercer número del Anuario de esta hermandad. Hay primero notas de réquiem en la muerte de Antonio Mendoza, el campanero del Salvador, nieto, hijo y padre de campaneros, que siempre era tan hospitalario y gentil con los periodistas que nos acercábamos a la música que más entiende de cielos y firmamentos.
Por orden cronológico, el Anuario resalta la trayectoria de Domingo Arquimbau, que recupera la historiadora Amparo Rodríguez Babío. Este músico nace en Barcelona en 1757. Su primer destino fue la parroquia de San Ginés de Torroella del Mongrí, en la provincia de Gerona, donde sería maestro de canto. En Gerona capital recibe las órdenes sagradas y es maestro de Capilla. Ordenado presbítero en 1787, solicita licencia del cabildo de la catedral gerundense para trasladarse a Sevilla. Llega a su nuevo destino el 10 de septiembre de 1790. Se establece en la calle Abades, una vivienda propiedad del Cabildo muy cercana a la Catedral y al colegio de Niños Seises de San Isidoro. Va a componer en ese periodo 59 obras para las funciones litúrgicas de la Catedral: misas, motetes, salmos, misereres, alabanzas, himnos, salves…
Compone un Te Deum laudamus con motivo de la visita de los reyes Carlos IV y María Luisa de Parma (los modelos de Goya) en febrero de 1796. Arquimbau va a modernizar la Capilla de Música. Sus cambios, que chocaron con la resistencia del Cabildo, se verán frenados por la fiebre amarilla de 1800 y la invasión francesa de ocho años más tarde.
A través del canónigo Ignacio María del Mármol, entra en contacto con la Hermandad del Amor, para la que va a componer unas coplas o villancicos de autor desconocido que se interpretan en los cultos cuaresmales. Su mecenas en el Amor era hermano de Manuel María del Mármol, presbítero, poeta, capellán real y uno de los mejores amigos de Blanco White, que lo cita con frecuencia en sus Cartas de España. El Anuario reproduce siete coplas y siete estribillos. Uno de ellos dice así: “Por nuestro amor ha triunfado el Amor de Jesucristo / del pecado que hizo al hombre rebelde en el Paraíso”. Arquimbau muere en 1829 en su casa de la calle Abades.
La figura de Escámez
De norte a sur. De Barcelona a Linares, donde el 4 de febrero de 1896 nace Alberto Escámez López. De una provincia tan musical en la que nacen Andrés Segovia, Juanito Valderrama, Raphael, Sabina o Carmen Linares, Escámez, según la reseña biográfica de Enrique León Serrano, hace un recorrido por casi todas las estaciones de la música: con cuatro años ingresa en la banda infantil de Linares, donde su padre era patrón de las minas de plomo y plata. Con 13 ya está en la banda municipal. Con 17 años se traslada a Madrid, donde se convierte en músico militar. Para perfeccionar esta especialidad, el Regimiento de Infantería Borbón 17 con sede en Málaga. Ciudad donde el 22 de octubre de 1922 se casa con Encarnación Cómitre Méndez. Empieza a tocar para la Banda de Cornetas y Tambores del Real Cuerpo de Bomberos de Málaga.
El amor es fundamental en esta historia. Vinculado todavía al ejército, lo trasladan a Belicena. En este pueblo granadino, separado de su familia, encuentra la motivación para componer la obra cumbre de su carrera, El Santísimo Cristo del Amor. Un compositor de Linares curtido en Málaga compone en un pueblo de Granada la marcha que es santo y seña de una hermandad de Sevilla. Escámez deja el Ejército y prosigue su trayectoria con destinos musicales en Adra (Almería) y Torrevieja, cuna alicantina de las habaneras. Muere el 10 de julio de 1970.
Las bandas de música
El Anuario recoge también dos aniversarios musicales muy especiales. Los 50 años de la fundación de la Banda de Cornetas y Tambores Nuestra Señora del Sol, fundada el 15 de mayo de 1975 por Eusebio Álvarez-Ossorio y que desde hace 30 años acompaña al misterio de la Entrada en Jerusalén cada Domingo de Ramos. Y los 25 años que lleva la banda de las Cigarreras acompañando a Nuestra Señora del Socorro. Banda que se fundó el 18 de febrero de 1996 con un concierto en el Palenque, el antiguo espacio expositivo de la Expo 92.
Junto a las músicas de Arquimbau y Alberto Escámez, las marchas de las Cigarreras y la Banda del Sol, este tercer número del Anuario del Amor recoge un ramillete de historias muy interesantes. Además de mensajes y saludas del deán de la Catedral, Francisco J. Bernal Ortiz; del nuevo rector de la Colegial del Salvador, Pedro Juan Álvarez Barrera; o de Geraldino Pérez Cháves, párroco de San Isidoro y Canónigo Maestro de Ceremonias.
Un número con cuatro pregoneros de la Semana Santa: el de 2024, Juan Miguel Vega, que es hermano del Amor y cuenta cómo se pasó por el Salvador antes de dirigirse al Teatro de la Maestranza; Carlos Colón, que protagonizó la Exaltación de la Cruz de 2020; Joaquín Caro Romero y Lutgardo García (ganador y finalista del Adonais, respectivamente), que aparecen en una selección poética junto a Enrique Barrero, Antonio Varo Baena y Manuel Rámila de Alarcón, que es el director de un Anuario diseñado por Sonia Cañizares y editado en la imprenta de Rojo Artes Gráficas, de la calle Gravina.
Hay historias muy emotivas como la de Eduardo Florido Mancheño. Nacido en Chipiona, bautizado ante una imagen de Juan de Mesa, un guiño del destino. La familia llega a Sevilla. Empieza a remar con el Labradores y el remo lo lleva a Cataluña. Durante cinco años no puede cumplir su estación de penitencia, que recuperó con creces. Afincado en Barcelona, todos los años vuelve para salir cada Domingo de Ramos con su hija Ainara, sus nietos y algunos amigos de Barcelona que se hicieron hermanos.
La última bordadora
Luisa Colinet nació en la Calle Calatrava el 15 de diciembre de 1933. Vive en el Cerro del Águila. Era la más joven del grupo de diez bordadoras que trabajaron en el manto de Nuestra Señora del Socorro y la que le dio la última puntada. Empezó a bordar con 13 años. Trabajó de aprendiz en el taller de los hermanos Esperanza y Manuel Elena Caro para llegar al taller del Salvador, el de la Hermandad del Amor. Entre 1953 y 1957 trabaja en el bordado de este histórico manto que pudo ver en la calle el Domingo de Ramos de 1957. Ese año se casa y tiene que dejar el taller, trabajando desde casa.
El primer día del quinario tuvo lugar el recibimiento y jura de reglas de los hermanos que cumplen 14 años en 2025, la cantera de la Borriquita. Se reconoce a los que llevan 50 y 75 años de relación ininterrumpida con la hermandad. Reyes Pro inicia un paseo por las calles próximas al Salvador que empieza en la cernudiana plaza del Pan y termina en la calle Lineros, así llamada por los comerciantes que vendían lino y lienzo, calle donde estaba el mítico escaparate de Casa Marciano. En un texto que me pidió la hermandad, le rindo un tributo involuntario pero emotivo a Enrique Valdivieso, martillo de expolios.
Ya saben la contraseña: Dios es Amor.
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