El Palquillo

Los niños de la Esperanza de Triana

  • La corporación trianera ha realizado una jornada de priostía infantil 

  • Las entrañables imágenes causan admiración entre los cofrades

Tarde de priostía infantil en la calle Pureza

Tarde de priostía infantil en la calle Pureza / Hermandad

Ellos quizás aún no lo sepan; no es más que un divertimento, un juego, un acercamiento a un mundo infinito y confuso que compartir entre ellos. Muy probablemente desconozcan el significado de un respiradero, de un candelero... ¡Qué digo, de un paso de palio! No erramos al pensar que ignoran el por qué de las maniguetas, de los varales, de las bambalinas... Pero en ellos, en estos niños que nos reconcilian con la humanidad y el universo, se está gestando el mayor de los tesoros que puede heredar una persona: la infancia, la visión limpia y sin contaminantes de la vida en común.

Un grupo de niños subidos al palio de la Esperanza Un grupo de niños subidos al palio de la Esperanza

Un grupo de niños subidos al palio de la Esperanza / Hermandad

Los niños de la Esperanza de Triana ríen, corretean y, entretanto, atienden las indicaciones de sus mayores. Con los ojos abiertos e interrogantes, frotan los paños por entre las jarras, mecen las flores de cera que penden de las "marías" y entre ellos se levanta una atmósfera de complicidad y amistad que habrá de forjar en ellos el espíritu del compañerismo y el sacrificio. 

Un grupo de niños en la Esperanza de Triana ayudando a las tareas de montaje Un grupo de niños en la Esperanza de Triana ayudando a las tareas de montaje

Un grupo de niños en la Esperanza de Triana ayudando a las tareas de montaje / Hermandad

Después, quizás lo que más les asombra y sorprende: el interior del paso, las trabajaderas, a las que se aferran como queriendo levantar al cielo de su inocencia el paso de palio que les acompañará para siempre. Hay un levísimo tintineo de las bellotas en las caídas, los hilos de los dragones parecen ondularse en el aire de Triana y las risas borbotean por cada una de las esquinas de la capilla. Aupados en la mesa del paso, observan desde esta atalaya la inmensidad de la Semana Santa. Algunos seguirán el camino; otros -caso improbable- a lo sumo diversificarán sus vidas en otros asuntos y en otras inclinaciones. Pero a nosotros nos resta la felicidad plena de ver felices a estos niños, que a su vez, nos iluminan el espíritu y el corazón con la plena satisfacción de las cosas sencillas y naturales. Las que más falta nos hacen. 

Y entre risas, amistades, revuelos y voces blancas, la Virgen, que sonríe como una más de todos ellos, dichosa y plena, sabiéndose amiga de tanta esperanza, tanto futuro, tanta vida. Cómo sonreía ayer tarde la Esperanza de Triana. 

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