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Abrazo con honores de bofetada

  • Reivindicación. Uno de sus tres autores presenta en Sevilla un libro sobre la vida y la obra de Juan Genovés (1930-2020), artista valenciano que fue un símbolo de la resistencia

Abrazo con honores de bofetada

Abrazo con honores de bofetada

Es uno de los muchos libros que lleva en la portada la obra El abrazo. El libro se titula Juan Genovés ciudadano y pintor (Turner-El cuarto de las Maravillas), del que son autores Mariano Navarro, Alicia Murría y Armando Montesinos. Este último vino a Sevilla para presentarlo en la Fundación Cajasol.

"Este cuadro tiene la misma importancia que el Guernica de Picasso", dice Montesinos después de que Luis Yáñez, presente entre el público, que conoció a Genovés hace sesenta años a través de una amiga común (la actriz Juana Ginzo), contara que en septiembre estuvo en Madrid y se volvió de vacío después de pedir una copia de ese cuadro en el Reina Sofía, el Prado o el Thyssen.

'El abrazo' pasó de un coleccionista de Chicago a un sótano del Museo Reina Sofía

La historia de El abrazo es en sí misma una novela de espías. Lo hizo Genovés en 1976 para reclamar la amnistía para los presos políticos. Se tiraron quinientos mil ejemplares. El cartel fue secuestrado, se produjeron detenciones. El original lo compró un coleccionista de Chicago. El artista quiso recuperar su obra. Su galerista hizo las gestiones con el coleccionista y se lo cambió por otra obra. Volvió a España, a un Museo que nunca lo expuso. El Museo Reina Sofía lo reclamó para sus fondos y allí está "en un sótano, sin que nadie lo vea", explica Montesinos. Una reproducción está desde 2006 en el Congreso de los Diputados. Un cartel de El abrazo presidía el despacho de los abogados laboralistas de Atocha donde el 24 de enero de 1977 se produjo la matanza por parte de ultraderechistas; en recuerdo de aquellas víctimas se erigió una escultura inspirada en la obra, réplica que está en la plaza de Antón Martín. El abrazo, según Montesinos, sufrió una resignificación, "de obra de la lucha y la resistencia ha pasado a representar la reconciliación entre los españoles".

La vida de Juan Genovés (Valencia, 1930-Madrid, 2020) es una metáfora de la resistencia. Niño de la guerra, "sus padres habían decidido mandarlos a Rusia", cuenta Montesinos. "Ya en el tren Juan y su hermano Eduard, la madre sube, coge a los niños, los baja y dice: lo que tenga que pasar que nos pase juntos". Su padre trabajaba de pintor en una fábrica de muebles y después en una carpintería, el primer taller de pintura del incipiente aprendiz. A la casa familiar llega un tío, Ramón Tortajada, hermano de su madre, herido de la batalla del Ebro, que se convierte en su mentor político. "Él decía que era demasiado anarquista para ser comunista, demasiado comunista para ser anarquista".

La familia de Genovés, sacudida por la precariedad, apuesta por el artista. "Su hermano renuncia a estudiar. La familia es uno de los pilares de su conciencia ética". Becado en el Monasterio del Paular, allí conoce a Adela Parrondo, la madre de sus hijos Pablo, Silvia y Ana. El varón, que sigue los pasos de su padre, fue quien les propuso el libro sobre su padre, que llegó a leer el manuscrito ("me reconozco en cada palabra", les dijo), pero no llegó a verlo editado. Con Adela llegó a sobrevivir con una beca de 666 pesetas mensuales.

Su destino cambia en 1965. Expone en la Biblioteca Nacional, sala que regentaba el Ministerio de Información y Turismo cuyo titular era Fraga Iribarne. Antes de eso había pintado una obra alusiva a 21 trabajadores despedidos de Pegaso. "Tuvo críticas feroces, decían que esa miseria no representaba la España del crecimiento y del Seiscientos", dice Montesinos. De todas formas, se benefició de un giro surrealista de los hechos.

Dice Montesinos que a la CIA le dio, para contrarrestar la realidad como materia artística, por hacer una campaña de la pintura abstracta en toda Europa y Latinoamérica a la que se sumó Luis González Robles, un falangista responsable de la política cultural fuera de España. En esa campaña viajaron obras del grupo El Paso, de Saura, Millares, Tàpies. En 1966, el propio González Robles incluye a Genovés en la nómina de artistas españoles con obra en la Bienal de Venecia "pero lo colocan en el último rincón". Un agente de la galería Malborough se quedó sorprendido. Cambió la vida de Genovés.

En 1967 expone en Londres con un éxito rotundo. Es la época del pop art, en su obra mezcla el mundo cinematográfico con los colores del fotoperiodismo. Tiempos del muro de Berlín, de la guerra de Vietnam. De niño había visto El acorazado Potemkin y ahí aprendió que "las multitudes no son masas anónimas". Siempre le preocupó "la cara b del arte", en palabras de Montesinos. "La cara a es el éxito, los famosos con tus cuadros, los suplementos de los periódicos, pero el mundo del arte es un mundo laboral".

Su última exposición fue en la Exposición de Shanghái. "Llevó veinte cuadros y los vendió todos el día de la inauguración". Con Lucio Muñoz y otros artistas dieron "un golpe de mano" en el Círculo de Bellas Artes "hasta que llegó Esperanza Aguirre". El abrazo sigue en un sótano del Reina Sofía. 45 años después.

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