Borges no ganó el Nobel, Messi sí

Calle rioja

Expectación. La fiesta de bailes y banderas americanas en la Alameda fue un preludio del triunfo de Argentina en el Mundial de Qatar

Las fotos de Messi con la Copa del Mundo
Las fotos de Messi con la Copa del Mundo / Efe

Argentina es la selección del papa Francisco, pero París bien vale una misa. En esa paradoja terminó el Concilio Ecuménico de Qatar. La selección de Bergoglio contra los papas de Avignon. Ya es tarde para Luis Enrique, pero está claro que para ganar un Mundial hay que llevar a jugadores del Sevilla y del Betis. El sevillista Montiel marcó el penalti decisivo que hacía a Argentina campeona del mundo 36 años después. Con el sevillista Acuña encarnaban el espíritu de Scotta y Bertoni, los futbolistas que llevaron hasta Buenos Aires, donde era arzobispo Jorge Mario Bergoglio, el Cristo llamado de los futbolistas, una obra del imaginero Luis Álvarez Duarte. Pezzella, apellido italiano como el Pontífice y como tantos argentinos (empezando por DiStéfano), representó al Betis en la final más emocionante de los Mundiales.

Por el camino de Doha, ayer se pararon los relojes en toda Sevilla. En la Alameda había por la mañana fiesta de bailes y banderas de países de Hispanoamérica. Bailes de Ecuador, la selección que jugó el partido inaugural contra Qatar. De Bolivia, la selección que disputó el partido inaugural, entrenada por Azkargorta, en el Mundial de Estados Unidos, derrota por la mínima contra Alemania con gol de Klinsmann en partido que vi por la tele en el bar Veracruz, frente a la Torre del Oro, la noche que Juan Eslava Galán ganó en el hotel Alfonso XIII un premio de novela. Banderas de Perú, que no jugó al Mundial al perder en los penaltis la repesca contra Australia.

En el bar Alameda 5, antiguo Realito, como la antigua academia de baile donde estudió Lola Flores, la mitad de los clientes eran franceses y la otra mitad argentinos. La Sevilla napoleónica estudiada por el profesor Manuel Moreno Alonso, la que dejó apellidos como Montpensier o Forestier, la que por medio de Soult dejó la ciudad sin murillos; por otro lado, la Argentina que en sucesivas oleadas trajo a Sevilla a Evita en 1947, a Borges en 1984, a Maradona en 1992.

El fútbol es como un palimpsesto de la vida. Messi nació el día de san Juan de 1987, un año menos cinco días después de que Argentina ganara el Mundial de México de 1986. El mes de junio de la mano de Dios y de la muerte de Borges. 36 años después, Argentina ha roto ese maleficio. Mañana cumple 24 años Mbappé, el máximo goleador del Mundial, mínima alegría para quien no ha ganado su segundo cetro universal por la pena máxima. Nació el 20 de diciembre de 1998, el año que Francia ganó su primer Mundial, el de los dos goles de Zidane a Brasil. Curiosos los guiños, Messi hijo del segundo Mundial de Argentina, Mbappé, del primero de Francia. Las nuevas potencias del balompié. Estas dos selecciones han disputado siete de las últimas once ediciones del Mundial.

América llevaba veinte años sin ganar un Mundial. Desde el que consiguió Brasil en Japón y Corea. Y ha sido nuevamente en Asia. El del año 22, el Mundial número 22, un partido que en el tiempo reglamentario terminó 2-2. Una amiga francesa me escribía ayer, en pleno partido, apenada porque dedicáramos tantas energías al fútbol con los problemas que tiene el planeta. El fútbol ha hecho más en Francia por combatir el racismo que todos los discursos buenistas. En la tanda de penaltis veía en los argentinos a Marcelo Culasso, argentino que reside en la plaza de la Mata y tiene una tienda de marcos en la calle Feria; y en los franceses a Anne Perret, la esposa de Rodrigo de Zayas, sevillana de la Provenza francesa. Milonga de los Negros, como el hermoso poema de Borges.

El fútbol es el reloj de nuestra memoria. El primer Mundial que gana Argentina, el de 1978, el año de la Constitución, lo vi en Madrid, terminando los exámenes y a punto de comenzar el servicio militar. El de 1986 ya vivía en Sevilla, en la calle Cantabria. Creo que lo vimos en la redacción de Diario 16 Andalucía. Vino para comentarlo Gabriel Humberto Calderón, argentino que jugó los Mundiales de 1982 y 1990, pero Bilardo no lo convocó para el de 1986, cuando fueron campeones. El primer Mundial que gana Francia, el de 1998, fue nuestro primer año viviendo en la calle Calatrava. Lo vio en mi casa Paco Murillo, periodista, compañero de piso en la calle Galera, donde ambos vivimos el Mundial de España en una televisión que compramos a precio de saldo.

Argentina perdió tres finales de Mundial. La de 1930 en Uruguay y las de 1990 y 2014, ambas contra Alemania. El único partido que se ha repetido en 92 años de campeonatos del mundo. El de 1990 lo empezó como el de Qatar, perdiendo. Entonces contra Camerún, gol de Oman Biyik. Lo recuerdo porque ese día estuvimos en Granada para hacerle una entrevista a Antonio Muñoz Molina con fotos de Atín Aya y respaldo editorial de Pedro Tabernero, que hizo de chófer y mecenas. La de 2014 fue, al contrario que la de ayer, de un gol solitario, el del alemán Mario Götze. Eso es bueno para la memoria, malo para el espectáculo. Vi la primera parte en un bar de argentinos cerca de Santa Justa. La segunda, en el bar Ingrid, que regentaban unos alemanes frente al mercado del Arenal, antigua cárcel del Pópulo, en la calle Pastor y Landero.

Messi ya tiene su Mundial. Y Mbappé es el máximo goleador. Las dos joyas del Paris St.Germain. Sólo faltó Neymar para completar el tridente de caprichos del emir catarí dueño del equipo parisino. Al final, el Mundial lo ganó Qatar, aunque empezara perdiendo contra Ecuador con los dos goles de Valencia, un ecuatoriano que juega en Turquía. La caída de Constantinopla. España le ganó a Costa Rica. Hizo pronto las maletas. Por no llevar a nadie del Sevilla y del Betis.

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