Calendario de Esperanza
EN Sevilla hay un canciller de la Esperanza que allí donde fuere tiene que colocar la pica del mejor rostro de la Madre de Dios que nunca se haya esculpido. En Sevilla aún queda gente que te obsequia con una charla entrañable sobre el Señor, caso de Antonio Ríos con el Gran Poder. Se encuentra uno a Antonio en su vida cotidiana a la búsqueda de un taxi, en la parada de Tussam de Felipe II o por Tetuán con andar veloz hacia San Lorenzo, y siempre tiene una sonrisa, un repaso sobre el estado de salud de las amistades comunes y un hermoso comentario de remate sobre el Señor. "¿Lo has visto con la túnica persa?". Te encuentras con José Jorge García y siempre te habla de la Esperanza de Triana, por supuestísimo a favor de querencia del arrabal. "¿No te has enterado de la declaración de amor a Triana que hizo el cardenal Amigo el día 18? Pues recordó su llegada a Sevilla y su primera Madrugada. Dijo que en su DNI pone que vive en Madrid, pero que donde de verdad vive y siente es en Sevilla... Y en Triana". Te encuentras a Juan José Morillas y te mete en el bolsillo esos gramos de Esperanza que son sus calendarios anuales, que ya es raro que alguien te meta la mano en el bolsillo en Sevilla para dejarte algo y no para trincarte la cartera. Ocurre como los sobrecitos marrones que va repartiendo Martín Cartaya por negocios y casas del centro con las fotografías de los personajes que ha ido tomando en misas y todo tipos de actos, sobrecitos que llevan el testimonio de la amistad cultivada. Hace ya dos décadas que alguien le consultó a Antonio Silva: "Oye Antonio, este hombre tan amable que me presentaste la otra noche me ha mandado la foto que nos hizo. ¿Cuánto se le debe?". Y como obra de misericordia es ayudar al que no sabe, Silva proporcionó la orientacion exacta: "Nada. Ni se te ocurra. Jesús es así, lo hace con mucho gusto. Es todo un señor". Por Antonio Ríos sabemos del Señor, por José Jorge de Triana, por Martín Cartaya llevamos la memoria de la ciudad al día y por Morillas sabemos que el año se va acabando, pero que por mucho que arríe los zancos del tiempo, siempre empieza otro que trae consigo un nuevo mensaje de Esperanza. Y tal vez el canciller no sepa que muchos somos los que vamos guardando esos calendarios que deposita cada diciembre en los bolsillos de sus amistades, como queriendo que la mano izquierda no sepa lo que hace la derecha, como verdaderas ofrendas de amistad, como lamparillas que habrán de iluminar la mesa de trabajo, la cocina o el coche. Y de tanto guardar los calendarios de Morillas con sus latines renovados, nos sale todo un cartel de Semana Santa que no lo mejora ni la vitrina de estampas del Rinconcillo.
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