Cuenta tu aldea y serás universal
Calle rioja
Primicia. El Teatro de la Maestranza estrena el 2 de marzo 'Fandango. Sinfonía de la Luz', cantes de Huelva, Sierra y el Andévalo, con dirección de Évora y acervo de Antonio González
COMO el dinosaurio de Monterroso, el Fandango ya estaba allí. Mucho tiempo, "siglos antes de que el primer clavicordio enmudeciera a reyes de media Europa". Fandango y Sinfónica son palabras que la cultura de las etiquetas separó. José Miguel Évora (Sanlúcar de Barrameda, 1958) las ha unido. "Lo cotidiano me aburre, no me interesa. Para mí hay dos tipos de personas: los creadores y los repetidores".
Évora vuelve el 2 de marzo al Teatro de la Maestranza para dirigir con la Sinfónica y la Coral de Valverde del Camino Fandango. Sinfonía de la Luz. Un trabajo a partir de "unos fósiles de una belleza excepcional", un legado que en un trabajo de antropología cultural le puso en suerte Antonio González el Raya (Bollullos Par del Condado, 1947), que ya hermanó la palabra fandango con otra esdrújula, Antológica, en su impresionante trabajo de búsqueda de voces y resquicios.
En el mismo Teatro de la Maestranza donde la víspera sonó la voz de Pasión Vega por Carlos Cano; donde sonará la música de Max Steiner para Casablanca o de Miklos Rosza en El Cid; el mismo escenario que reconocerá el domingo a Joaquín Sabina Hijo Predilecto de Andalucía, calle Melancolía, vivió ayer, en algo tan aséptico como una rueda de prensa, un momento excepcional. Évora le pidió a Argentina (Huelva, 1984) que rompiera el aire con dos tercios de un fandango. Choquera de cuna, su padre nació en Linares de la Sierra, su madre en Galaroza. Una sinfonía de Luz en tres movimientos: la Sierra, Huelva, el Andévalo.
No hay nada que le provoque más a José Miguel Évora que descubrir. De su Sanlúcar natal salieron Elcano y Magallanes. De Huelva, "blasón de navegantes", Cristóbal Colón. Hay fandangos que nunca habían sonado en una sala de conciertos. Ahora lo harán con catorce primeros violines, doce segundos, diez violas, ocho violonchelos... "Ya lo intentaron dos rusos, Rimsky-Korsakov y Glymka", dice Évora, que liga los cantes de Huelva con moldes del impresionismo francés.
En lo local, ese fuego vernáculo, el calor de la mina, está la esencia. "Cuenta tu aldea y serás universal", cita Évora a Tagore. También a Quevedo. "Bienaventurados nuestros imitadores porque de ellos serán nuestros defectos". Este viaje del subsuelo al Maestranza es la metáfora de una historia familiar. "Mi padre era pobre como una rata", cuenta Évora, "y se casó con la hija del dueño del cortijo". Isidro, su padre, guitarrista como dos de sus hermanos, puso lo mágico en este Macondo de asombros. Su madre, el realismo. "Ella siempre decía: haz lo que quieras, pero hazlo bien. Por ser el más pequeño de los seis hermanos, soy el único que fui al Conservatorio". En el cartel, aparece fotografiado por Jacinto de María cuando dirigió Azabache en el Teatro Real.
De Sanlúcar a Bollullos, Doñana mediante, una complicidad entre dos locos que nunca fueron agasajados con la medalla de Andalucía. "Me molestan aquellos que sienten vergüenza de ser andaluces", dice el sanluqueño. "Yo no puedo parecerme a un alemán. Admiro al pueblo alemán, al francés o al de Ruanda, pero es una maravilla que siga existiendo esto tan nuestro con todo lo que nos rodea y bombardea carente de riqueza".
El elenco lo completan Yolanda Sousa, Helga, Olivia y Carmen Las Molinas, Macarena de la Torre, Elena de Carmen, Antonio Raya, Jeromo Segura, José María Rodríguez y Antonio Rastrojo. Con las guitarras de Fernando Iglesias Mae y Ramón Jesús Díaz. Antonio Cuadri hará con su cámara perenne lo inefable.
También te puede interesar
Lo último
Contenido Patrocinado
Contenido ofrecido por el Ayuntamiento de Rota
Contenido ofrecido por Nervión Plaza