Desagravio con nombre y apellidos
calle rioja
Represión. Los profesores Álvarez Rey y Martínez López han coordinado un monumental diccionario biográfico con los nombres, oficios y trayectorias de seis mil masones andaluces.
LOS más conocidos son Blas Infante y Diego Martínez Barrio, pero en el primer tercio del siglo XX hubo en Andalucía 16.000 masones. Casi seis mil de ellos, por orden alfabético desde José Abad Ortega, camarero almeriense, hasta Pedro Zurita Rodríguez, chófer gaditano, aparecen en un desagravio de papel, la monumental obra Los Masones Andaluces de la República, la Guerra y el Exilio (Publicaciones de la Universidad de Sevilla), un diccionario biográfico con casi seis mil nombres coordinado por los catedráticos de Historia Contemporánea Leandro Álvarez Rey y Fernando Martínez López.
La pérdida de las colonias. La desamortización. El liberalismo. De todo eso y mucho más tuvo la culpa la masonería española. Una leyenda negra, argumenta Álvarez Rey, a la que acompaña una "leyenda dorada" que atribuye a las logias y sus integrantes todos los avances y progresos.
No hay una sola masonería. La histórica, que los especialistas llaman operativa, la formaron canteros y picapedreros en torno a la construcción de las catedrales. En Inglaterra surgió una masonería más especulativa, filantrópica, que no sufrió ningún tipo de represión y de la que formaron parte miembros de las familias reales, aristócratas y hasta Winston Churchill.
Otra cosa fue la masonería española, que paradójicamente vive su esplendor con la dictadura de Primo de Rivera, especialmente en Andalucía cuando en 1926 se traslada de Madrid a Sevilla la sede de la Gran Logia del Oriente Español, y un proceso de decadencia en la II República. "La masonería no influye en la política, sino al revés". Una cuarta parte de los masones andaluces de la República pertenecían al PSOE. El número de logias (200) era muy superior a las 24 agrupaciones socialistas.
El interés de Álvarez Rey por la masonería, "en un primer momento por la antimasonería, por qué se la culpa de todas las desgracias y calamidades", surge por charlas a mediados de los ochenta con su colega Juan Ortiz Villalba, que presentó el libro en el Ateneo de Sevilla. El de Fernando Martínez, ex alcalde de Almería, surge cuando hacía la tesis doctoral sobre el doctor Litrán, un concejal almeriense al que se conoció como "el médico de los pobres" y al que la Iglesia le negó un enterramiento digno, lo que puso al historiador en la pista de quien resultaría ser masón.
El libro es un proyecto de investigación en el que han participado las Universidades de Almería, Córdoba, Huelva, Sevilla y Salamanca, ciudad esta última donde se encuentra el Centro Documental de la Memoria Histórica. Una documentación que fue primero herramienta de represión, "repartida entre falangistas y requetés cuando entraban con las tropas de Queipo en los pueblos y ciudades"; instrumento después de investigación, gracias al que estos investigadores le hacen a los masones, más de cien diputados andaluces, cuatrocientos concejales, dos alcaldes de Sevilla fusilados, el homenaje que nadie les hizo. "Han sufrido todas las represiones y, a diferencia de partidos y sindicatos, nadie les ha devuelto las logias".
No quedó ni un asiento vacío en el Ateneo. Entre el público, historiadores o investigadores como Manuel Moreno Alonso, Ramón María Serrera, José Villa Rodríguez o Cándida Martínez, catedrática de Historia Antigua, ex consejera de Educación y hermana de Fernando Martínez.
Loa masones andaluces sufrieron primero la represión física, incluidos fusilamientos como el de Blas Infante y otros conocidos masones para los que se eligió un día de agosto, en opinión de Martínez, en venganza por el fracaso ese mismo mes de cuatro años antes de la sanjurjada; luego la represión económica, la incautación de bienes que se hizo lesiva en sus familias. "Muchos fueron declarados en rebeldía", dice Fernando Martínez, "aunque ya habían fallecido. Era a los que delataban los que se retractaban".
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