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La Giralda revivió anoche el ritual de las lágrimas de San Pedro

  • Rito recuperado. Rogelio Gómez rescató un ritual del que se tienen noticias desde que en 1404 el infante don carlos pidió emular las "luminarias y regocijos" de Sevilla.

Los siete alabarderos se quedan abajo, junto a la puerta de Palos. Los seis clarineros, después de desfilar junto a la capilla de la Virgen de los Reyes, ascienden las 34 rampas de la Giralda. Son las once y media de la noche. Sevilla asiste un año más a su tradición musical más antigua: los tres toques, tantos como las negaciones de San Pedro a Cristo, repetidos en los cuatro laterales, cuatro puntos cardinales, justo después del estruendo apocalíptico de las campanas.

La de las lágrimas de San Pedro es una tradición que se remonta a finales del siglo XIV. Rogelio Gómez, el hijo de Trifón, la conoce bien, porque fue el encargado de recuperarla hace 25 años, en 1986, aunque llevaba un lustro intentando vencer los escollos burocráticos en el propio Cabildo catedralicio. Dicen que en 1404, cuando el infante don Carlos tomó Antequera pidió hacer "los regocijos y luminarias que se celebraban en Sevilla". Pero el ritual siempre estuvo en manos de la Iglesia, de canónigos que en algunos casos donaron bienes y haciendas para que se mantuviera. Rogelio es el primer laico que se convirtió en promotor del rito. Anoche se hizo acompañar de sacerdotes: Francisco Gutiérrez, almeriense, Jorge Ranninger, madrileño, y Cristóforo Gutiérrez, mexicano de Michoacán que investiga en el Archivo de Indias.

El bético Rogelio encontró en el sevillista Federico Pérez Estudillo un cómplice para vencer la resistencia o la inercia eclesiástica. El que fuera capellán del Sevilla y de la Maestranza convenció al deán Antonio Domínguez Valverde y las cosas volvieron a su cauce.

Había problemas de diversa índole para recuperar la tradición: ya no se fabricaban clarines y hubo que convencer a los últimos fabricantes, envueltos en una rencilla familiar, para que volvieran a hacerlos. De pacificarlos se encargó Eusebio Álvarez-Ossorio, que con 12 años fundó la Banda del Sol a la que pertenecen alabarderos y clarineros. Las plumas las consiguieron en una tienda artesanal de la plaza Mayor de Madrid. Empezaron con lanceros, pero eso vulneraba la fidelidad histórica. "Los lanceros iban a caballo. O comprábamos caballos o buscábamos alabarderos". Consiguieron siete alabardas, una de ellas grabada por Marmolejo.

Ningún músico en Sevilla tiene el privilegio de estos seis clarineros: Juan Carlos Doña, 29 años, parado; Rafael Cuevas, 26, chófer de autobús; Miguel Ángel Vázquez, 25, estudiante de Ingeniería;  Pablo Cumplido, 20, estudiante de Derecho; Daniel Jiménez, 33, recepcionista; Jaime Martos, 28, empleado de Fasa-Renault. Los doce toques los concluyeron bajo la campana llamada San Pedro, como el autor de las negaciones con cuyo recuerdo Sevilla se afirma a sí misma.

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