DERBI Betis y Sevilla ya velan armas para el derbi

Calle Rioja

Hace falta una vacuna contra la comodidad

  • Padrino. El filósofo y educador José Antonio Marina fue el invitado especial para la puesta de largo de la Fundación Balia en Sevilla, donde ya funciona desde febrero de 2014

José Antonio Marina, derecha, ayer con Ignacio Ojanguren, presidente de Balia, en la Fundación Cajasol.

José Antonio Marina, derecha, ayer con Ignacio Ojanguren, presidente de Balia, en la Fundación Cajasol. / Antonio Pizarro

EL hombre que perdía el AVE de vuelta a Madrid hizo antes de terminar un diagnóstico inquietante: “En España hemos perdido el tren de la Ilustración, perdimos el tren de la industrialización; si perdemos el tren del aprendizaje nos convertiremos en el bar de copas de Europa”.

José Antonio Marina (Toledo, 1939) fue un padrino excepcional para la puesta de largo en Sevilla de Balia, Fundación que acaba de cumplir su mayoría de edad –se fundó en Madrid en 2001– y que se dedica al desarrollo integral de la infancia y juventud en situación de desventaja o riesgo de exclusión. Desde hace cinco años está presente en Sevilla.

Tres mujeres pusieron en marcha esta iniciativa en el distrito madrileño de Tetuán: María Entrecanales, presidenta de honor, Teresa Rodríguez Hervás y Ana Varela. A dos pasos de la sevillana calle Tetuán, Marina desplegó su artillería dialéctica de pedagogo valiente e innovador con el guión que le planteó Ignacio Ojanguren, presidente de Balia.

Lo más sabio que Marina ha escuchado sobre educación es un proverbio africano. “Para educar a un niño hace falta la tribu entera. Yo añadiría que para educar bien a un niño hace falta una buena tribu”. Después explicaría que esa tribu tiene nombres como escuela, familia y municipio. Una colaboración necesaria ante una evidencia. “Dos terceras partes de la educación de nuestros hijos está fuera de la escuela”.

Como en los dominios de la nobleza o las grandes fortunas, la pobreza también se hereda. La corrección de las desigualdades es uno de los 17 objetivos de la ONU que se ha marcado Balia como prioritarios. Marina distingue tres tipos de educación: la formal, la no-formal y la informal. La segunda es la clave.Los problemas se agravan en territorios paradójicos como desarrollo y bienestar. “Las sociedades desarrolladas se están volviendo muy hostiles hacia la infancia. Maltratan a los niños recortando su infancia, sobre todo en el caso de las niñas con una adolescencia muy precoz”.

Si se reencarnara, a Marina, que fue catedrático de instituto, le gustaría ser maestro de infantil. “Cómo aprenden los niños es un prodigio”. Educar es ahora mucho más complicado que hace veinte o cincuenta años. Por dos razones, la ausencia de un consenso en valores y la pérdida de autoridad en todas los ámbitos. “Cuando la institución pierde la autoridad, cada persona tiene que ganársela día a día, muchas veces en contra del ambiente”.

Los avances considerables en educación contrastan con “un sistema educativo interte, anticuado. Yo le llamo el diplodocus dormido, tiene el sueño muy pesado”. Como la familia se veía desorientada en ese panorama, hace diez años Marina creó la Universidad de Padres on-line.

El coloquio se llamaba Educación y Oportunidades. El contexto para los datos del último encuentro de Davos. “Un 65 por ciento de los puestos de trabajo que van a tener los niños que ya están en la escuela no están inventados; no están inventadas las herramientas y conceptos de esos trabajos”. Tradicionalmente, el sistema educativo era la correa de transmisión de la sociedad. Si ésta deja de transmitir... Y en el panorama hay dos cosas buenas y una mala. “Un mundo globalizado, un mundo con muchísimas oportunidades. La cosa mala es un mundo absolutamente feroz con quien no aproveche las oportunidades”.

Ante un marxismo caduco, “más que clases sociales o económicas se están diseñando clases educativas”. Aumenta la distancia entre las élites y los que se queden fuera. “El acceso de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos revela la franja educativa que hay en la sociedad americana”. De las nuevas tecnologías en educación, dice Marina que sus posibilidades son “fastuosas” y su uso, por escaso o desenfocado, “irritante”.

El filósofo y educador nació el año que termina la guerra civil. “Mi generación no fue educada en valores, y fue una generación que salió bastante bien, fuimos los que hicimos la Transición”. Los valores se llamaban virtudes, aquéllos se incorporaron a través de una escuela de la Filosofía alemana. Marina es optimista, aunque reconoce la gravedad de los retos. “El nivel de resistencia a la frustración lo hemos bajado todos, no sólo los niños, a los que hemos intoxicado de comodidad. El niño tiene que saber que vivimos en un mundo con límites”.

El profesor que sueña con ser maestro de Infantil, dice que la clave está en el último ciclo de Primaria, los diez-once años, cuando los niños deben llegar a Secundaria sorteando tres montañas: la comprensión lectora, la timidez y la agresividad. A más información, más incertidumbre. Otra paradoja. “Se habla mucho de la era del conocimiento o de la información, lo que rige es la ley universal del aprendizaje, que dice que o aprendes a la misma velocidad con que cambia tu entorno o te quedas fuera”.

El esfuerzo es una palabra fundamental. “El hábito es la estructura básica de la educación, sirve para aprender un idioma, sacar bien al tenis o gestionar el miedo”. A sus alumnos les explicaba un cuento. “En la vida como en el juego se nos reparten unas cartas que no podemos elegir. ¿Quién ganará la partida, el que lleve mejores cartas o el que juegue mejor? Con el tiempo, tuve que cambiar el final del cuento. Si juegas bien, vas a cambiar las cartas que recibes”.

Un optimista frente al determinismo social que disfrutó con el testimonio de los niños que encontraron en Balia una segunda casa y a veces una primera familia. Se teme que el diplodocus siga dormido, como el dinosaurio de Monterroso. El hombre que no quería perder el AVE apadrinó a una Fundacion que en Sevilla cuenta con Claudia Hernández, Antonio Fragero, Rocío Soto,Lucila Rodríguez de Austria y Pablo de los Santos además de una red de monitores y voluntarios.

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