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Plácido Domingo, la Vieja Verona en la Nova Roma

  • Retorno. Horas después de renunciar a dirigir la Ópera de Los Angeles mientras prepara su defensa, el cine Cervantes proyectó una trilogía de Verdi en las bodas de oro del tenor

Tres admiradoras de Plácido Domingo, en el cine Cervantes antes de entrar a ver la trilogía de Verdi en Verona.

Tres admiradoras de Plácido Domingo, en el cine Cervantes antes de entrar a ver la trilogía de Verdi en Verona. / Juan Carlos Muñoz

NABUCCO con palomitas. El cine Cervantes, en sus proyecciones de ópera, ofreció ayer un concierto grabado en la Arena de Verona en agosto para conmemorar los cincuenta años del debut en ese mítico escenario de Plácido Domingo. El 27 de julio de 1969, el mismo día que el hombre llegaba a la Luna, el tenor madrileño de ascendencia mexicana ponía los pies en el suelo del imperio romano en la ópera Turandot de Puccini, con un reparto que hace medio siglo encabezaba la soprano sueca Birgit Nilsson.

Las bodas de oro las ha celebrado con una trilogía de fragmentos de tres óperas de Giuseppe Verdi: Nabucco, Macbeth y Simón Bocanegra. Las dos primeras óperas están vinculadas a las vicisitudes por las que está pasando el universal tenor, que la víspera de la proyección en el Cervantes renunció a la dirección de la Ópera de Los Angeles y prácticamente ha puesto fin a su relación artística con un país, Estados Unidos, con el que mantenía también medio siglo de idilio profesional en el bel canto. El mismo tiempo transcurrido desde su puesta de largo en la Arena de Verona.

La semana próxima, el domingo 13 de octubre, Plácido Domingo presentará la ópera Nabucco en la Ópera de Zurich, que ha decidido mantener el contrato con el tenor. Sin embargo, ha renunciado a representar Macbeth en la Metropolitan Opera de Nueva York después de que una veintena de mujeres lo acusaran de abuso sexual, 18 de esas denuncias anónimas.

Los empleados del cine Cervantes atribuyen a esas circunstancias la tibia respuesta de público a un programa bien sugerente. Encabezado por un artista que fue un elemento fundamental en el tirón operístico de Sevilla en la Expo 92, fundamental junto a Maurizio Scaparro en los inicios del Teatro de la Maestranza, dirigido en aquella etapa fundacional por José Luis Castro.

Plácido Domingo sigue teniendo sus incondicionales. Loli, Chenchi y Mari Carmen son la versión femenina de esa comedia en la que José Coronado, Javier Cámara y Roberto Álamo encarnaban a tres cuñados que establecían una alianza contra sus respectivos yernos. “Las tres Marías”, bromea una de ellas. Los maridos de Loli y Chenchi son hermanos de Mari Carmen.

Las tres vieron a Plácido Domingo en la Expo y suelen acudir a las proyecciones de ópera del cine Cervantes. “Habrá que esperar. Es una cosa que ha pasado toda la vida y ahora está de moda”, dice Loli. “Con ese estilo que tiene, imagino que a Plácido Domingo muchas mujeres se le rendirían, no me lo imagino en un rincón aquí te pillo aquí te mato”.

Las tres son de años pares. Mari Carmen tenía 21 años cuando Plácido Domingo debutó en la Arena de Verona; Chenchi, 17, y Loli, quince años. Sus maridos no les acompañan. Como hay fútbol... “No son de fútbol, son muy caseros, son un poco raros”, dicen entre risas cómplices.

Anochece en Amor de Dios, sale algún alumno del instituto San Isidoro, el más antiguo de Andalucía. Va en dirección la Campana Santiago Fernández-Viagas, uno de los hijos del primer presidente de la Junta, Plácido, tocayo del tenor y del personaje de la película de Berlanga al que interpretaba Cassen. En sentido contrario, Marcelino Manzano va a predicar a Ómnium Sanctorum. De las tres óperas, Nabucco, apócope de Nabucodonosor, hace referencia al rey babilonio que aparece en la historia de las lecturas bíblicas.

A José, sevillano que pasaba por delante del cine Cervantes, estudios de Piano, se le iluminan los recuerdos cuando ve el cartel de la ópera. “Yo he estado en la Arena de Verona y es impresionante. Cuando llega la temporada de la ópera, los hoteles se ponen carísimos, como aquí en Semana Santa”. Fue a ver una Traviatta. “Al público le daban una velita, impresionaba ver el anfiteatro iluminado con las velitas. Volví a ver la obra en Berlín y no me sobrecogió tanto, creo que la dirigía Daniel Barenboim”.

Es la ciudad del Veronés, donde jugó Hans-Peter Briegel, aquel alemán que eliminó al Sevilla con el Kaiserlautern. La Arena de Verona es como una metáfora del circo mediático donde un emperador invisible y catódico, orwelliano, se dispone a colocar el pulgar hacia arriba o hacia abajo.

Como muchas veces habrá leído Marcelino Manzano, estas tres mujeres, admiradoras de este tercio de Flandes de los tres tenores, no han venido a este mundo a juzgar. Juicios y prejuicios en el mismo repertorio. Verona es también la ciudad en la que transcurre la acción de Romeo y Julieta que en su versión particular Alfonso Zurro se ha traído al teatro Lope de Vega. El escenario donde el nostálgico de Verona que camina por Amor de Dios vio una vez a Josep Carreras.

Ópera en el cine Cervantes. La Nova Roma hizo de Vieja Verona. Una de las cuñadas vio la víspera en la 2 Con faldas y a lo loco, la maravilla de Billy Wilder en la que el gangster Botines le dice a la policía que no estuvo en la matanza de San Valentín porque estaba viendo Rigoletto. Ópera Primera fue la primera película de Fernando Trueba, polisemia con una estación de Metro y el Señor de los Ruidillos. Y el camarote de los hermanos Marx, cubículo ya convertido en una medida de calcular espacios, es un episodio de Una noche en la ópera y aquellos inefables dos huevos duros.

En la vuelta de Plácido Domingo a Verona le acompañaron el croata Marko Mimica, la francesa Geraldine Chauvet, el mexicano Arturo Cruz-Chacón y los italianos Anna Pirozzi (lady Macbeth), Elisabetta Zizzo, Romano dal Zovo y Carlo Bosi.

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