San Acacio, la primera biblioteca pública de Sevilla (1749-1834)
El Rastro de la Historia
Los paseantes que están acostumbrados a pasar por la fachada del Círculo de Labradores, en la calle Sierpes, no suelen conocer que allí se ubicó la primera biblioteca pública de Sevilla, creada a mediados del siglo XVIII, en 1749, gracias a los deseos del cardenal Gaspar de Molina. Entonces, este solar no acogía el conocido club, sino el llamado Colegio de San Acacio, en el que la orden agustina impartía teología y otras materias. De este edificio permanece aún el magnífico patio central, obra realizada por el arquitecto Leonardo de Figueroa en 1690.
Al colegio de San Acacio llegaría un joven agustino oriundo de Mérida, Gaspar de Molina y Oviedo, quien siempre, pese a su vida viajera, guardaría por el centro sevillano un gran cariño. Este fraile, que mostró importantes dotes de inteligencia y liderazgo, terminaría desarrollando una importantísima carrera tanto eclesiástica como civil en la corte de Felipe V. La lita de cargos de Gaspar de Molina es enorme y solo destacaremos algunos hitos: obispo de Málaga, Santiago de Cuba y Barcelona; General de toda la orden agustina por gracia del Papa; presidente del Consejo de Castilla... Clemente XII lo elevó a la dignidad cardenalicia. Como nos cuenta Alfonso Pleguezuelo, fue hombre de gran cultura y curiosidad, así como benefactor del gran renovador de la historiografía española en el siglo XVIII, el padre Benito Jerónimo Feijoo, quien le dedicó su Teatro crítico Universal.
Como era obligado en un hombre de su posición y cultura, el cardenal Gaspar de Molina atesoró una gran biblioteca a lo largo de su vida y, aunque la muerte le sorprendió repentinamente en Madrid el 30 de agosto de 1744 sin haber hecho testamento, no pocas veces había manifestado en vida su deseo de donar sus libros al colegio de San Acacio para que -y he aquí la gran novedad- se abriese en dicho centro una biblioteca pública con apertura diaria, en horario de mañana y tarde, menos los festivos y Semana Santa. En total, como podemos leer en un extenso y minucioso texto de Cipriano López, fueron 7.500 los libros que llegaron a Sevilla trasladados de Málaga, operación que fue sufragada por el Cabildo de la ciudad. A la biblioteca se accedía desde la entonces llamada calle Triperas (hoy Velázquez)
Poco a poco, los fondos fueron creciendo gracias a otras donaciones y adquisiciones, y en 1775 el Conde de Aguiar fue nombrado comisionado para su ampliación, lo que nos indica la importancia que ya tenía en la ciudad su primera biblioteca pública.
Con la invasión napoleónica, San Acacio fue exclaustrado en 1810 para convertirse en la Oficina de Crédito Público hasta 1812, aunque se respetó la biblioteca, que permaneció abierta hasta la desamortización de Mendizábal, en 1834. Posteriormente, el edificio fue sede de Correos y Telégrafos hasta el traslado de estas oficinas a su ubicación actual de la Avenida de la Constitución, en 1930.
Cuando se cerró, la biblioteca de San Acacio guardaba 9.556 volúmenes. De estos, el Ayuntamiento donó 1.321 a la Universidad de Sevilla, donde aún se conservan en su Fondo Antiguo. ¿Qué pasó con el resto? Algunas fuentes apuntan a que una parte pudieron ir a engrosar la Biblioteca Vaticana. La desidia, la rapiña francesa y los robos también tuvieron que hacer su trabajo.
Del cardenal Gaspar de Molina se conserva un retrato obra de Alonso Miguel de Tovar que es propiedad de la Fundación Cajasol. Apareció en una colección particular de Sevilla y fue expuesto en Granada, en la exposición de Teatro de Grandezas. Por su parte, el Ayuntamiento de Sevilla posee una copia de este cuadro atribuida a Juan Ruiz Soriano, pero de evidente menor calidad.
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