La incapacidad para ver, para escuchar y para hablar provoca una profunda desconexión con el entorno y las posibilidades de comunicación con otras personas se reducen al tacto y las caricias. Esta discapacidad provoca severos problemas para los afectados y sus familias.
Desde 2010, especialistas en comunicación, mediadores y expertos en lenguaje de signos, tratan una a una a las personas en el centro de Santa Ángela de la Cruz en Salteras. La unidad de día cuenta múltiples actividades, desde un taller de cerámica, hasta una piscina y un jacuzzi. Otro de los espacios es una sala multisensorial, así como talleres de electroescritura. Y para el aprendizaje de habilidades diarias, un taller donde las personas sordociegas pueden aprender a reconocer y moverse en una cocina, por ejemplo. Un huerto ecológico y un espacio para hacer manualidades completan otra de las estancias de Santa Ángela.
La directora de este centro, Dolores Romero, recuerda que los jóvenes sordociegos dependen de otros para sobrevivir; si bien hay casos que pueden llegar a tener cierta autonomía, ya que la ceguera que sufren no es del 100%.
La asistencia a estas personas es muy compleja por las dificultades que presentan. Cada sordociego necesita un especialista que le enseñe a comunicarse a través de las manos.
Sin estos talleres y salas específicos, los jóvenes mayores de edad sordociegos están condenados a permanecer en sus hogares. "Los demás centros que existen para discapacitados no están especializados en sordos y ciegos", recuerda Romero.
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