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Viaje a Alejandría (ida y vuelta)

  • ‘Tú no matarás’. En su última novela, Julia Navarro recrea la España de 1977 y le ‘birla’ el Nobel de Literatura a Vicente Aleixandre

La escritora y periodista Julia Navarro.

La escritora y periodista Julia Navarro. / D.S.

LA entrevisté en el hotel Colón y me dedicó el libro. Anteanoche lo acabé. Empieza y termina en Madrid, con escalas en Lisboa, Alejandría, París, Jerusalén, Viena, Praga, Zúrich, Londres, Nueva York y hasta Santiago de Chile. Se titula Tú no matarás. A Julia Navarro le han faltado nueve páginas para llegar a las mil. En la portada, el hotel Cecil de Alejandría, donde la autora llega con un poema de Cavafis y una guía de E.M. Forster, uno de los componentes del grupo de Bloomsbury que visitó a Brenan en las Alpujarras. En la contraportada, la Estación del Norte de Madrid con un tren que simbolizaba el largo viaje de los exiliados, el dolor del destierro.

Del Madrid en blanco y negro de la durísima posguerra al tecnicolor de la Alejandría cosmopolita llena de espías, cazafortunas y bailarinas, ciudad a la que llegan las noticias de la partida que Rommel y Montgomery libran en el tablero africano. Dos hombres y un destino, como la película. La Faye Dunaway de la novela se llama Catalina. Hay un Pereira marinero que es puro Conrad, aunque el corazón de las tinieblas no sale del Madrid sombrío y estraperlista. De las mil páginas sólo en una aparece Sevilla. El capítulo 11, página 671, empieza así: “Hacía calor. Mucho. Casi tanto como en Sevilla… Llevaba tiempo viviendo en Madrid, pero no dejaba de pensar en su tierra. Sevilla era su casa porque allí era donde sus padres vivían”. Es el visto y no visto de un personaje fugaz, secundario, a quien Benjamin Wilson, mucho más importante en la trama, le encarga que entregue una carta de uno de los huidos a su desconsolada madre.

En la historia hay un amigo americano, como la novela de Patricia Highsmith que llevó al cine Win Wenders con Dennis Hopper y Bruno Ganz, ese actor que murió el viernes pasado. El americano de la novela es el Poeta del Dolor, el vellocino de oro que va buscando la chica de la historia.

Julia Navarro dice que no escribe novela histórica, sino de personajes. Un ardid interesante para permitirse una licencia cuando menos discutible. Le sale la periodista que lleva dentro, hija y esposa de periodistas (Yale y Fermín Bocos, respectivamente), la que cubrió la España de la Transición con el relevo de Arias Navarro por Suárez, la legalización de los partidos, las elecciones del 15 de junio de 1977. Un año muy documentado en el que por exigencias de guión gana el premio Nobel de Literatura Marvin Bryan, ese norteamericano que estuvo en las trincheras de la guerra civil, que narró el dolor de las guerras de Vietnam o del Oriente Medio, un reportero especialista en literatura española que me recuerda al bueno de Jerry Johnson, el que fue cónsul de Estados Unidos en Sevilla. Un galardón que precipita los acontecimientos y le da un vuelco a la trama, que por supuesto no voy a desvelar. No me lo perdonaría Pereira, un marinero de buen corazón y de malos humos.

Julia Navarro no considera la literatura como una prolongación del periodismo con otros medios, pero chirría la autenticidad de los datos políticos, los perfiles literarios de votantes de Carrillo, Felipe, Suárez y Fraga Iribarne, y la licencia literaria para atribuirle el Nobel a su poeta norteamericano el año que lo ganó Vicente Aleixandre, el poeta de la generación del 27 que nació en el sevillano palacio de Yanduri. El mismo año que el Betis ganó la primera Copa del Rey. Un monarca que también aparece en el decorado histórico de fondo de este viaje a Ítaca que empezó en la pradera de San Isidro y termina en un tren que va a París.

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