"En 28 años que viví fuera de Sevilla no falté un Lunes Santo"

los invisibles

Fernando Azancot. Hermano del Museo desde los diez años, vivió en 'segunda' fila la Transición política; escritor maldito, estudia relaciones entre Semana Santa y literatura.

Francisco Correal

12 de marzo 2016 - 01:00

VIENE de investigar en los archivos del Palacio Arzobispal. Fernando Azancot (Sevilla, 1935) es un paréntesis con bibliografía. Toma notas sobre relaciones entre Semana Santa y literatura.

-¿De dónde esa inquietud?

-No soy crítico literario ni quiero ni lo deseo. Soy un curioso que pasó por la vieja facultad madrileña de Ciencias Políticas.

-¿Profesores ilustres?

-Todos. Fraga Iribarne, Maravall, Luis Díaz del Corral, Sampedro, Gayagorri, que era un epígono de Zubiri. A esa facultad se la conocía como la Bella Inútil, era la única que no tenía ninguna utilidad profesional.

-¿Fue a Madrid por la política?

-Voy a Madrid porque ingreso en la entonces llamada academia José Antonio de Educación Física, aunque la ejercí muy poco tiempo: en Zamora, en Almendralejo, en Castuera, donde conocí a mi mujer. Allí era dificilísimo enseñar Educación Física, las madres decían que con la gimnasia sus hijos se resfriaban. Ahora pasa todo lo contrario. A la gente le ha dado por pensar que morirse ya no se lleva y por cuidarse el cuerpo en los gimnasios.

-¿Y la ciencia política?

-Estuve trabajando en el ministerio de Torcuato Fernández Miranda, el de la ley a la ley. Tenía mi despacho próximo al de Adolfo Suárez. Participé muy directamente en lo que se ha llamado Transición política, que estalla de forma balbuciente en 1968, pero Madrid me agobiaba y vuelvo a Sevilla en 1978. La relación la mantuve siempre como hermano del Museo. En los 28 años que pasé fuera de Sevilla no he faltado ni un Lunes Santo.

-¿Ha contado sus vivencias?

-Soy un escritor maldito. La primera novela que publiqué. Manual de Samuel de Lucena, la editó una editorial, Paréntesis, que cerró una semana después. El día que la presentamos en la Casa del Libro estaba en concurso de acreedores. Y tengo inéditas las Memorias de un segundón. Lo que fui yo. Los que vimos el panorama de la política desde una perspectiva distinta a los primerones. Está inédita porque nadie quiere saber cómo fue aquello.

-¿Cuándo ingresa en el Museo?

-Soy hermano desde que aprobé Ingreso en 1945. Y he llegado a ser hermano mayor. En un día, el Lunes Santo, que es muy moderno en la Semana Santa, y pionero en muchas cosas: la convivencia entre hermandades, la asistencia social.

-¿Cómo se acerca la literatura a la Semana Santa?

-Es un fenómeno del siglo XX ya entrado, los años veinte, un trabajo del que sólo existe la Antología Literaria que coordinó Paco Robles. Antes, más que Literatura lo que hay es Historia. La propia decadencia de las cofradías, en paralelo a la de la ciudad, hace que la primera recuperación sea histórica, con fuentes con Abad Gordillo y Ortiz de Zúñiga.

-¿Es pariente de Leopoldo Azancot?

-Primos hermanos. Ha fallecido recientemente, abandonado del mundo.

-Estudió mucho a los judíos...

-Nosotros somos de origen judío. Los que en 1492 no aceptaron el bautismo y se fueron al norte de Marruecos; otros se fueron a Holanda a través de Portugal. Procedemos de Tánger, sefarditas, pero mi bisabuelo, muy amigo de O'Donnell, conoció en El Puerto de Santa María a una niña de Sevilla y se enamoró, debió ser tan profundo que apostató como judío y se bautizó.

-La Semana Santa cuenta con sus propias expresiones...

-Lo de cartel de fiestas primaverales me hace mucha gracia. El laicismo galopante está de moda, pero son dos manifestaciones que no tienen nada que ver la una con la otra. Soy socio de una caseta que ha obtenido ocho primeros premios, pero los 28 años que viví fuera no vine ni una Feria.

-¿Santa pero no festiva?

-En mi caso, yo entiendo el arte como representación, no como presentación. La Semana Santa es el cordón umbilical de mi fe. El gozo de la belleza va del sentimiento al intelecto y de éste a lo que me trasciende. Lo curioso es que en un tiempo en el que los valores religiosos han decaído, la Semana Santa llama la atención no tanto desde el punto de vista historiográfico como literario.

-¿El pregón es literatura?

-Se han dado toda clase de capacidades más o menos literarias, incluido el ripio. Lo más interesante del pregón como pieza retórica es en primer lugar que la mayoría tiene un pregón en el bolsillo, lo tiene hecho o concebido; en segundo lugar, es el único pregón de España donde no sólo se paga sino que se hace cola.

-¿Los carteles son arte?

-El Consejo va formando una galería de artistas. Es otra paradoja. En Madrid tú puedes ver los carteles de la Semana Santa de Zamora, Cuenca o Valladolid, pero para ver el de Sevilla tiene que estar medio escondido en el bar de algún sevillano que viva en Madrid. ¿Para qué se hace el cartel? Para disfrute propio. No es como se podría pensar, o como piensan los políticos, para la promoción turística, sino para el deleite de sus protagonistas.

-¿Una multitud íntima?

-Es que Sevilla es una ciudad para pasar desapercibido. Al que asoma la cabeza, se la corta. Es una ciudad que devora a sus amantes y enamorados, como la mantis religiosa.

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