Félix de Cárdenas

El barquero de la calle y el río Betis

  • Antes que la Feria, la familia del pintor se va a Los Remedios. Pero este niño del Museo se quedó en la Velá

HA dejado la vespa en casa Manolo y un cuarto de siglo después regresa al que fue su estudio en la calle Betis. "Allí hice toda mi serie de las barcas. El techo de la casa era una barca invertida". El barquero es Félix de Cárdenas (Sevilla, 1950). Predestinado para la pintura desde la cuna: nació en la calle García Ramos, que hace un siglo pintó el cartel de fiestas primaverales que en 1999 firmó el propio Cárdenas, el octavo de los nueve hijos de Joaquina Barreiro y Agustín de Cárdenas.

Su primer universo de juegos será el Museo de Bellas Artes. "Antes que los cuadros, la impresionante escalera, las armaduras, las espadas". Es pintor de las calles: tuvo estudios en Castellar, en Miguel del Cid, en Betis y mucho antes en la casa familiar de la calle Asunción, a la que se fueron "porque tenía calefacción y escalera" y en la que se adueñó de uno de los cuartos "cuandos mis hermanos empiezan a casarse".

El estudio de la calle Betis era una buhardilla montparnasse. Veintipocos metros antes de que Ikea homologase tan pírricos paraísos. Por un lado, toda la calle Pureza para él, incluidas las salidas procesionales de la Esperanza de Triana. Por el otro, la Torre del Oro, un laboratorio de colores. "Era muy bonito el dorado del reflejo de la torre en el agua. Hoy ya no se puede ver con tanto barco". Betis esquina con Troya y en la casa palaciega donde tantos vecinos residían, una leyenda de Rinconete y Cortadillo. "Aquí fue Troya", le entran ganas de decir con don Quijote. Entre los recuerdos, la cercanía del Morapio, ya desaparecido, consulado de la pringá. "En el Morapio conocí a Barceló".

En 1973 la Feria se traslada del Prado a Los Remedios, pero entonces el pintor ya no está en la casa familiar de Asunción. Esa fecha la asocia con el final de la carrera de Bellas Artes, que empieza y termina en Sevilla con un paréntesis de Barcelona. "Mientras Madrid era un espanto y Sevilla olía a plomo, Barcelona era una ciudad liberal y transgresora, de frontera. Algo espontáneo, no programado. Eso es lo peor que le pudo pasar a la cultura, que Papá Estado te organizara la vida".

Siempre ha sido más de la Velá que de la Feria. Estudió en los Salesianos de Triana, pero le marca su paso por el instituto San Isidoro. En especial las clases de Religión de Rafael Bellido Caro, que fue obispo auxiliar de Sevilla y primer titular de la diócesis de Jerez, con el que más tarde coincidiría cuando impartió Liturgia en Bellas Artes. "Posconciliar, ésa es la palabra. Un cura abierto. El cardenal Segura tenía locas a mis hermanas con tanta prohibición".

La fachada de la casa de la calle Betis la utilizó Joaquín Sáenz para un cartel de la Velá. Enfrente, la Real Maestranza que en 1997 le encargó el cartel. Fue profesor de Dibujo en el colegio Calderón de la Barca, próximo a su primer estudio en una azotea de la calle Castellar, y con lo que ganó en las clases se compró el primer tróculo que llegó a Sevilla, una polea especializada para pintores. También enseñó Dibujo en el Colegio Aljarafe. "Fui por una sustitución de una semana y me quedé veintitantos años". Juana de Aizpuru les buscó piso en Ciudad Aljarafe a varios pintores: Rolando Campos, Paco Cuadrado, Antonio Badía, Maruja Manrique, Félix de Cárdenas, que en la actualidad tiene el estudio en Tomares.

El Museo de Bellas Artes, su primera guardería, se convirtió en una escuela de aprendizaje. "Murillo no me ha conmovido nunca. Velázquez es un marciano, no parece humano. Es el mejor pintor de la historia. Pinta el aire, y eso es imposible". Émulo y creyente de Rembrandt, "es como un vecino, que ha sufrido lo mismo que tú para pintar y deja esa magia, esa maravilla". O Tiziano. "Un día cogí el AVE para ponerme el primero ante el Inocencio X de Tiziano en el Museo del Prado. Detrás no había nada más que japoneses. Es la única vez que me ha concedido audiencia un Papa".

Hace poco expuso en Mallorca y se está pensando llevar su obra a Lisboa. En este nuevo "aquí fue Troya" de la crisis, relativiza el apocalipsis al recordar la visita al estudio de la calle Betis de la familia que lo ocupó antes. "Oí voces y les abrí. Un matrimonio. La mujer me contó que allí, en ese cuchitril que yo sólo utilizaba para pintar, habían vivido muy felices ellos dos y sus cuatro hijos. La pobreza se acepta mejor cuando no se conoce la riqueza".

Como el diablo cojuelo, Félix de Cárdenas se asoma a las azoteas de sus diferentes estudios de Sevilla que aparecen en el catálogo que le editó Francisco del Río (Travesías 1973-2005) con fotografías, entre otros, de Claudio del Campo -su padre, Santiago del Campo, fue vecino con su casa-estudio en la calle Betis-, Atín Aya, Sanvicente o Juan Manuel Bonet, que evoca al pintor en ese católogo cuando Bonet vino a la Escuela de Santa Isabel de Hungría a pronunciar una conferencia sobre la vanguardia soviética. Década en la que acude a las exposiciones de José Ramón Sierra (1967) y Juan Suárez (1968).

Con una barca que pintó en la calle Betis, cruza el río para abrazar al Mozart de Rolando Campos, el amigo que se les fue en un viaje de pintores a Asilah, en Marruecos, donde nunca ha vuelto. "El día antes de morir venía asombrado por la luz de Fez".

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios