La calle donde Antonio Machado es vecino de Galdós

Metrópolis | Calle Gerona

Ars poética. En un puñado de metros nacieron Antonio Machado y Villalón, se casó Manuel Machado y residió Juan Ramón Jiménez. Se llamó antes Calderería y Sardinas. Una de las tabernas más antiguas de Europa y un sindicato romántico

Calle Gerona, desde Santa Catalina hasta San Juan de la Palma.
Calle Gerona, desde Santa Catalina hasta San Juan de la Palma. / José Ángel García

LAS hermanas de la Cruz caminan en pareja por la calle Gerona con frecuencia de trenes de cercanías, un botiquín de enseres y el rosario. Salen del convento o vuelven de entrar en casas donde habitan la soledad, el dolor o el desgarro. Son transeúntes cotidianas de una calle luminosa y misteriosa a la par, compás de diferentes epicentros urbanos.

En su caminar sereno , pasarán a diario por el número 26 de esta calle, donde una placa recuerda que en 1896 se alojó siendo estudiante Juan RamónJiménez. Vino a estudiar Derecho y dicen que eligió esta calle por su proximidad a la Casa de los Artistas por su incipiente afición a la pintura. Afortunadamente, ni acabó Derecho ni fue pintor. El de Moguer sólo fue poeta y en 1956 ganó el Nobel de Literatura.

Regresarán las hermanas a su convento, un edficio donde el 31 de mayo de 1881 nació Fernando Villalón Daoiz-Halcón, el poeta del 27 que era ganadero y soñaba con criar toros que tuvieran los ojos verdes. Su primo Manuel Halcón contaba que en su casa de Morón se recibían a diario el Diario de Cádiz y Le Figaro. Nació el mismo año capicúa que Juan Ramón. Seis años más jóvenes que Antonio Machado, que nace el 26 de julio de 1875 en el palacio de Dueñas, que las hermanas dejan a su derecha cuando tuercen por la calle que lleva el nombre de la madre fundadora.

Para completar esta cumbre de la poesía, en la iglesia de San Juan de la Palma se casó Manuel Machado, el poeta cuya biografía escribió Pablo del Barco, el grafipoeta castellano que regresó a su Burgos natal, donde había sido extra en El Cid de Sofía Loren y Charlton Heston, después de vivir muchos años en una casa achaflanada donde Gerona pasa a ser San Juan de la Palma, frente al convento del Espíritu Santo que da nombre a la calle donde tuvo su estudio Enrique el Cojo.

En el número 2 de Gerona vivió Baltasar del Alcázar, poeta y soldado, como Garcilaso. Hasta 1845, la calle Gerona se llamó Caldererías en el tramo que va de San Juan de la Palma hasta Doña María Coronel y Sardinas desde aquí hasta El Rinconcillo. El primero de los nombres obedece a que allí se encontraba una de las tres caldererías que había en Sevilla, la de Santa Catalina. Las otras dos estaban en San Lorenzo y San Vicente.

Que el callejero de Sevilla le diera un nombre a Gerona se debe al heroísmo de la ciudad contra los franceses. Los mismos honores de los carteros, que llevan esa calle en sus destinos postales, les dio Benito Pérez Galdós en su obra teatral Gerona, un drama en cuatro actos que transcurre entre el 19 de septiembre y el 9 de diciembre de 1809. Por orden cronológico, después que Zaragoza, que también cuenta con calle estratégica en Sevilla y obra teatral de Galdós, que estrenó 22 y una de las dos inéditas, Antón Caballero, la arreglaron los Quintero.

27 de octubre de 2019. En el paso del ecuador de la acción de Gerona, cuyas primeras palabras son las de la huérfana Siseta: “¿Otra bomba? La Santísima Virgen y el glorioso San Narciso nos amparen”. Gerona tuvo un alcalde que ahora es un prófugo de la Justicia y residió en ella Javier Cercas, el último premio Planeta.

José María Cabeza sólo tiene que recorrer unos metros para acudir todos los primeros lunes de mes a la tertulia que hacen un grupo de arquitectos y aparejadores en el bar Dueñas, dibujado en un cuadro por uno de los tertulianos, Jorge Peña. Un cuadro ya centenario certifica el traspaso del bar de la familia Benito a la familia Boa. Manuel Boa acaba de llegar desde Villanueva del Ariscal. Van a colocar en el lateral del bar que da a Dueñas un retrato de Antonio Machado dibujado por Vicente Cobo y el poema más repetido por los escolares y ahora por los turistas –“Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla...”– caligrafiado por Ángel Boa. El bar es un pequeño museo, una sucesión de historias.

Un cartel con aire de Cantigas de Alfonso X el Sabio del Mundial de Ajedrez que disputaron en 1987 Karpov y Kasparov. Una foto en Dueñas de un homenaje al poeta el 28 de febrero de 1999 con Rafael de Cózar de extremo izquierdo y entre los presentes el cantautor Amancio Prada. La reunión la organizó el morisco (gentilicio de los nacidos en La Puebla de Cazalla) Antonio Reina Palazón. Hay una selección de carteles de fiestas primaverales y una foto con cinco jóvenes que parecen la delantera del Ajax en la que destacan Camarón, Serrat y Bambino casi adolescentes. “Nos la dio Claudio, que también está en la foto”, dice Boa.

Los edificios hablan. Lo dice José María Cabeza por su experiencia durante cinco años (1979-1984) de trabajo en la restauración de la Giralda con el arquitecto Alfonso Jiménez y los 18 años (1990-2008) de conservador del Alcázar. Su casa habla por los codos, si se permite la licencia. Es de 1913 y la hizo Aníbal González. Da a Gerona y a Dueñas, frente al palacio. “Hizo hasta un armario empotrado para las alfombras”. Se conservan los paños de cerámica trianera. “Es la típica casa sevillana. Tres crujías y tres plantas”.

Cabeza llegó a la calle Gerona desde Los Remedios en 1983 con su esposa y sus dos hijas Mariló y Carmen. En Gerona (la calle) nacen sus nietos Javier y Carmen, mellizos. La casa fue sucesivamente de dos abogados, un ginecólogo y este aparejador, premio nacional de Restauración y Conservación en 2014. “Quería vivir en el centro sin perder el ambiente de barrio. Aquí hay muchas vecindad pero cada uno vive en su casa. Todos nos enteramos enseguida de la muerte de Lidia, la hija de Joaquín Caro Romero, que es vecino nuestro”.

El aparejador fue a Gerona de turismo. “Es una ciudad fascinante por su patrimonio, su nivel de vida y sus muchas librerías”. Cuatro días antes de que saliera la sentencia y se disparatasen las cosas, estuvo en Barcelona, pronunciando en la antigua Cárcel Modelo una conferencia sobre la conservación del patrimonio.

La misma crisis, desiguales consecuencias. En Gerona esquina con Doña María Coronel está la sede de USO en Sevilla. La tercera vía frente al bipartidismo sindical tiene un aura romántica. “Estamos un poquito desvalidos respecto a los partidos, pero a nosotros sólo nos interesa defender a los trabajadores”, dice José Manuel Yáñez, afiliado, implementador informático de profesión.

Las hermanas de la Cruz pasan por la esquina de Gerona con Feijoo, calle para un cura gallego, dechado de ilustración. Atrás han dejado El Rinconcillo. El número 32, el último inmueble de los pares. Una casa que data de 1670. Reinaba entonces Carlos II, el rey al que reivindica y deshechiza en su último libro María Elvira Roca Barea. Para aumentar el vértigo, todavía vivían Calderón y Murillo, que mueren en 1681 y 1682, en el final del Siglo de Oro. “La mitad de la clientela son extranjeros”, dice Javier Castro. Aquí el Coronel sí tiene quien le beba. Nombre cuartelero de un vino ya legendario. Media docena de foráneas, seis tesis de Nancy, comparten una mesa circular bajo el cartel de un crucificado y una placa de tributo de 1971 a Agustín de Rueda Gutiérrez en el tercer centenario de la fundación de esta taberna.

Las dos leyendas del convento de Santa Inés

En la calle Gerona hay una casa de Aníbal González, dos de José Gómez Millán y otra de Antonio González Cordón, ésta con pérgola y más próxima a Santa Catalina, donde la calle perpendicular pasó a llamarse Capataz Manuel Santiago. Las madres aguardan la salida de los escolares del colegio Ángela Guerrero, nombre de pila de la fundadora de las hermanas de la Cruz. La calle Doña María Coronel tiene un convento que dio lugar a dos leyendas, una histórica, otra literaria: la de la titular de esta calle, María Coronel, y la de Maese Pérez el organista, para gloria de Gustavo Adolfo Bécquer. José María Cabeza, el restaurador de la Giralda y conservador del Alcázar, tareas de las que dejó constancia en dos libros imprescindibles, intervino en dos campañas de restauración en el convento de Santa Inés, una con el arquitecto Fernando Villanueva. El otro convento de la zona es el del Espíritu Santo, perteneciente a la orden hospitalaria del mismo nombre, fundado a partir de una bula de 1538.

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