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Sevilla

Un cortejo de tango y Elvis en la plaza de doña Elvira

  • Máxima Zorreguieta vino de Nueva York a Sevilla a conocer al príncipe del que le habló su amiga Cynthia El flechazo se produjo en pleno barrio de Santa Cruz

En aquella Feria de Abril de 1999, la última de la alcaldesa Soledad Becerril, se cumplía un siglo del nacimiento de Vladimir Nabokov, pero Máxima Zorreguieta ya no era una Lolita. La argentina que iba a conocer esa primavera sevillana a su media naranja, que se convertiría en su naranja entera, ya tenía 27 años. Empujada por el celestinaje de su amiga y antigua compañera de colegio Cynthia Kauffman, vino a Sevilla a buscar a su don Juan. En Nueva York, donde se fue en junio de 1996 con intención de volver a su país "con una carrera internacional y un currículo impecable", dejaba a un novio alemán con el que compartía apartamento en el barrio de Chelsea y con el que había dejado de compartir todo lo demás.

Dicen algunos testigos que prefieren permanecer en segundo plano que el flechazo definitivo se produjo en la casa que los marqueses de Huétor Santillán tienen en la plaza de doña Elvira. "La marquesa está en su dormitorio, pero prepara el equipaje para irse a Madrid", dice una empleada de esta casa al periodista. Es una casa con un sencillo recibidor, donde hay un cuadro del Gran Poder y la imagen de una diosa tartésica.

Justo enfrente, en una plaza a rebosar de turistas y en la que Amalio García del Moral pintaba sus giraldas, una placa recuerda que en ese lugar, antiguo corral de comedias de doña Elvira, "tuvo su sede la casa solariega del comendador de Calatrava don Gonzalo de Ulloa, padre de doña Inés, y que la pluma de don José Zorrilla, haciéndose eco de la leyenda, dio vida a la universal obra de don Juan Tenorio".

El viaje a Sevilla lo prepara Máxima en Nueva York. Las circunstancias las detallan los periodistas argentinos Gonzalo Álvarez-Guerrero y Soledad Ferrari en el libro Máxima. Una historia real que arranca con un fresco balompédico: esa niña de siete años (nació el 17 de mayo de 1971) envuelta en el clima de euforia de un país que cantaba "el que no salte es holandés" cuando Argentina le ganó a Holanda (sin Johan Cruyff) el Mundial de 1978.

Dicen los autores de este libro que el primer príncipe de Máxima cuando llegó a Nueva York fue John John Kennedy, hijo del presidente asesinado en 1963. Se cruzó con él corriendo por el Central Park. En un maratón de Nueva York, Cynthia Kauffmann conoce al hijo de la reina Beatriz de Holanda y se crea entre ellos una estrecha amistad. "Tengo un tipo ideal para vos...", le dice a su amiga Máxima mientras ambas esquían en Stratton, estación invernal de Vermont, el estado de procedencia del ex cónsul de Estados Unidos en Sevilla Jerry Johnson.

Cynthia pasó a la acción y le envió por e-mail a su amigo holandés fotos de Máxima bailando, montando a caballo, de ejecutiva. Sucedió en Sevilla es el título de una película de José Gutiérrez Maesso que protagonizó Juanita Reina. Máxima Zorreguieta (apellido procedente de Elduayen, partido judicial de Tolosa) y Guillermo Alejandro rodaron una versión de Cita a ciegas. O de esas películas que cuentan el triunfo del amor que vence escalones sociales (Vacaciones en Roma) o incluso ideológicos (Tal como éramos).

El primer fin de semana de marzo de 1999, Máxima viajó a España y a final de mes ya estaba en Sevilla. Los autores de dicho libro retratan la liturgia de acercamiento entre quienes ahora, desde que abdicó la reina Beatriz, son los nuevos reyes de Holanda. Ella estaba bailando sola y el príncipe se le acercó "acompañado de un guardaespaldas". Se presentaron y en el cortejo el chico la invitó a bailar. Ella aceptó. "Bailaron juntos. Se rozaron. William Alesander, bromeando, improvisó un tango. Se enroscaron torpemente cuando sonó Elvis". La argentina no tuvo empacho en decirle al holandés que como Fred Astaire no tenía futuro. Y a sus amigas les dijo que era de madera.

Son muchas las parejas que se han conocido en la Feria de Abril. Pero ninguno, casos de Enrique Fernández Martos, sevillano, y Mari Carmen Botella Verdú, alicantina de Elda, que terminaron en el altar y en viaje de novios a Tailandia del que volvieron un día antes del tsunami, del escritor Eduardo Jordá, mallorquín, con María José, o del economista Pascual Segarra, de Castellón, muchos años trabajando en Emasesa, con Paquita, ninguna de estas parejas se asomó al balcón de un palacio entre la euforia naranja de una plaza que sentía que por fin le había ganado el Mundial a Argentina. Se casaron un año de Mundial. Pero antes tenían que arreglar sus asuntos. Máxima vuela de Sevilla a Nueva York y le da tres días a su novio alemán, Dieter Zimmermann, para abandonar el apartamento. Guillermo Alejandro le dice a su madre, la reina Beatriz, que ha encontrado a la mujer de su vida. El primer ministro holandés, Wim Kok, le encarga a Michiel Baud, director del Centro Holandés de Estudios y Documentación Latinoamericanos, que viaje a Buenos Aires para investigar las relaciones del padre de la novia de su hija con la dictadura. En 1976, ante Jorge Videla, Jorge Zorreguieta juró su cargo como subsecretario de Agricultura. Años después, su hija, ya convertida en princesa, se reunió con las Abuelas de la Plaza de Mayo para colaborar en la búsqueda de los nietos raptados.

El romance de la primavera sevillana terminó en boda de invierno. La fecha elegida, paradigma de la parejita, era el 2 del 2 del año 2 del nuevo milenio. Máxima intentó que fuera con mejor temperatura, pero en agosto había elecciones en Holanda. Ese año también hubo Mundial, el de Japón y Corea, y en aquella ocasión Holanda tumbó a Argentina con un gol de Dennis Bergkamp, el futbolista que le tenía pánico a los aviones, al guardameta Roa.

Buenos Aires-Nueva York-Sevilla-Amsterdam. Una rocambolesca historia de amor. Antes, la reina Beatriz dispuso para su futura nuera un máster enciclopédico, le buscó discreto refugio en Bruselas donde recibió clase de profesores de holandés, catedráticos de Historia, especialistas en arte, en monarquía e historia parlamentaria.

"Estalla la argentinidad: ¡tenemos un Papa, la reina de Holanda y Messi!". Lo escribía Carlos M. Reymundo Roberts en el número especial que el diario bonaerense La Nación dedicó al nombramiento de Jorge Mario Bergoglio como papa Francisco. Tanto el periódico como el libro de Álvarez-Guerrero y Ferrari los trajo de Buenos Aires Mariel Sirhan. Esta porteña de apellido sirio-libanés, "mi tatarabuelo está bautizado en el río Jordán", llegó a Sevilla en 2001 y ha pasado la Semana Santa en su país, donde ha vivido esta doble euforia del Vaticano y de la casa Real de Orange-Nassau.

"Para los argentinos tener una reina no es lo mismo que para los españoles", dice Mariel, "que están acostumbrados a tener reyes y reinas; para nosotros es un cuento de hadas. Yo las veía en el ¡Hola! que leíaen casa de mi abuela. Criticaron mucho a Máxima por renunciar a la nacionalidad argentina, su corazón sigue siendo argentino". Dice que Argentina nunca fue reino, a lo sumo hubo virreyes. El primer Zorreguieta llega a Buenos Aires en 1790, época del virreinato del Río de la Plata. "Nos han reinado, pero nunca tuvimos reyes, hay que celebrar que una plebeya argentina llegue a reina de una corona europea".

Florencia Rossi llegó a Sevilla en mayo de 1999. La misma primavera que Máxima. Pero esta argentina de la Patagonia, nacida en Comodoro-Ribadavia, no vino a buscar su príncipe azul ni naranja. Tenía 14 años, hizo tercero y cuarto de ESO en el instituto Padre Manjón (hoy Huerta de Santa Marina), estudió Humanidades en Barcelona, hizo un Erasmus en París, se matriculó en la Olavide y trabaja de camarera en el Badulaque, donde nació su amistad con Mariel, gracias a quien hizo el Erasmus parisino".

La porteña Mariel nació unos meses antes de que Argentina ganara el Mundial de 1978 (a Holanda). La patagonia Florencia nació quince meses antes de que Argentina gane el Mundial de 1986 (en México a Alemania). Niñas con suerte balompédica que celebran las cosas de sus compatriotas: la investidura de Máxima reina de Holanda, un Erasmus en toda regla, la fumata blanca, la boda de Di Stéfano.

Mariel vuelve con sus amigas del parque. Una de ellas, la gallesa Marisa Rodríguez Sobrino, reconoció en la foto del balcón la mano de su paisana Pili Carrera, diseñadora con taller en Puxeiros, que hizo el uniforme a las tres hijas de la pareja de baile de doña Elvira: Amalia, Alexia, Ariane. Las nietas de la reina.

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