"Le decíamos al censor que lo de 'Antígona' pasó en Grecia hace tiempo"

Los invisibles

Es una institución en el teatro sevillano, que fue escuela nacional. Hizo la tesis sobre Buñuel, con quien trabajó. A sus alumnos los lleva con Shakespeare a las esdrújulas.

Justo Ruiz, en La Pajarita, bar de la calle Baños, en la que está el antiguo cuartel del Carmen.
Justo Ruiz, en La Pajarita, bar de la calle Baños, en la que está el antiguo cuartel del Carmen.

12 de junio 2010 - 05:03

DA clases de Técnica Vocal en el antiguo cuartel del Carmen al que prometió no volver cuando lo tallaron para la mili. Justo Ruiz (Ronda, 1945) fue profesor de algunos de los figurantes que aparecen en La Traviata.

-¿Cuándo apareció por primera vez su nombre en un reparto?

-En el Julio César de Shakespeare en el castillo de Alcalá de Guadaíra. El que hacía de César ya murió. Y Bruto también.

-¿Cómo descubre el teatro?

-En el colegio de los Maristas. Los jueves sólo había clase por la mañana y por la tarde yo salía a recitar. Le decían a mi madre que cuando salía su hijo se hacía un silencio sepulcral. Ella me inculcó el teatro. Ahora es normal, te dicen las madres que tienen más talento que sus hijas, pero entonces el teatro era algo muy reprobable.

-¿Tuvo otra vocación?

-La pintura, que nunca dejé. En el colegio, con otro chico que se llamaba Baldomero, él hacía la pintura y yo el dibujo. Hacíamos cuadros para los ejercicios espirituales. Una vez me encargaron un Cristo tamaño natural. Busqué a un cura, un hermano marista, y lo tuve toda una tarde en bañador con los brazos abiertos entre dos archivadoras para hacer el Cristo.

-¿Conoció la censura?

-Había un tal Molina... Le llevamos el libreto de Luces de bohemia, yo hacía don Latino. Me preguntó por el autor. Le dije que había muerto y me respondió que cómo un muerto podría escribir una obra. Le conté que después de escribirla, se murió. Una ignorancia escalofriante. Que a veces te dejaba resquicios. En el Lope de Vega hicimos una Antígona de Sófocles en versión de Bertolt Brecht. En el Lope de Vega colgamos un decorado del Guernica de Picasso para ilustrar a Creonte, guiño al dictador. El censor preguntó si había algo alusivo. Nada, le dijimos, esto es Grecia y pasó hace muchos años. En el 68.

-¿Antígona era Amparo Rubiales?

-Sí. Y tenía mucha fuerza. No comprendo cómo algunas buenas actrices dejaron el teatro para dedicarse a la política. Le pasó a Glenda Jackson y a Melina Mercouri, que fue ministra de Cultura del gobierno griego.

-Y Camilo Sesto le hizo una canción...

-Eso no lo sabía.

-Con Amparo Rubiales coincidió en Avignon...

-Fuimos a ver una obra del Living Theatre y la prohibieron. La hicieron en Chateau-Ballon, cerca de Marsella, y cogimos el coche para verlos. Era un montaje muy fuerte, incluso en el mayo francés. Invitaban a la gente a enfrentarse a la fuerza pública y al final los detenían a ellos y al público.

-¿Estudió en Sevilla?

-Sí, pero la especialidad, Historia Moderna y Contemporánea, la hice en Barcelona. Allí preguntabas por un profesor y te daban su teléfono. Aquí la Facultad era una satrapía. Tuve de profesores a Gil Munilla, López Estrada, Carriazo, Blanco Freijeiro.

-¿En Barcelona siguió con el teatro?

-Me dieron un premio en el festival de Sitges y participaba en las giras de Esperpento y Mediodía. La tesis doctoral la hice sobre la etapa surrealista de Buñuel. Hablé con su biógrafo, con el actor que hacía de mudo en Tristana y después lo conocí en persona. Me escogió por una foto, yo tenía barba y el pelo largo y me dio el papel de un terrorista andaluz en Ese oscuro objeto del deseo. Puedo presumir de haberle dado una paliza a Buñuel por exigencia del guión. En el rodaje de una de las escenas con Fernando Rey, tenía que darle una paliza a su chófer. Buñuel me explicó cómo tenía que hacerlo, temí que si no seguía sus indicaciones me iba a echar. Fue un alivio destruir un mito. El mito lo hacen los demás. Pero la gente con él estaba en el quinto cielo, en estado de gracia. Como les pasa a los que trabajan con Almodóvar.

-¿Dónde enseñó Historia del Teatro?

-Empecé en Málaga. Estaban de alumnos María Barranco y Antonio Banderas, que fue a Madrid a ver un montaje de Lluis Pasqual, Eduardo II. Tuvo un accidente Juan Gea, se lesionó el actor que lo sustituyó y así empezó Antonio Banderas en el teatro. Fui a verlo al camerino. Después Pasqual le dio un pequeño papel en La hija del aire. Allí lo ve Pedro Almodóvar, que buscaba un árabe para Laberinto de pasiones. Lo curioso es que Antonio no tenía ni idea de inglés. Su intérprete era Ana Leza, su primera mujer.

-¿La televisión malea el teatro?

-A los actores les da publicidad y un modus vivendi. Me pidieron para Aida una actriz que se pareciera a Loles León y así entró Pepa Rus. El 80% del reparto de Padre Medina son alumnos míos. Todos menos el cura.

-¿Por qué va todos los años a ver teatro a Londres?

-Porque allí se hace teatro de texto y de pensamiento.

-Este fin de semana trabaja en el Central y en el Maestranza...

-En el Central, los alumnos de cuarto hacen Seppuku, una obra de fin de carrera basada en la vida y la obra de Mishima. En La Traviata he aportado unos quince figurantes. Conservo las fichas de todos mis alumnos. El Liceo de Barcelona y el teatro Real de Madrid trabajan con una agencia que les proporciona los que no son cantantes y el Maestranza trabaja conmigo. Llevaré unas 30 óperas profesionales. El momento más difícil fue cuando para el Fausto me pidieron 30 personas que midieran más de dos metros. Les conseguí esclavos, prisioneros de guerra, tres brujas que salen desnudas en el Macbeth, un príncipe bajando por una escalera en Turandot y para La Traviata acróbatas y un travesti con una peineta de carnaval.

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