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La Sevilla que produce

Una economía de servicios que necesita más industria

  • El turismo ha sido la tabla de salvación en los últimos años pero es un maná que lo mismo que viene puede irse; la industria es el colchón necesario y Sevilla tiene buenos mimbres, pero hace falta un empujón

Instalaciones de Aernnova en Aerópolis

Instalaciones de Aernnova en Aerópolis / M.G.

Sevilla es industria. Así se presentó hace ya unos años una plataforma liderada, entre otras, por la minera Cobre las Cruces, la fabricante de detergentes Persán o la de cervezas Heineken. Pretendía dar visibilidad a un sector que ha perdido peso en las últimas décadas por la competencia de otras economías no sólo en la provincia sino también en España y Europa, y que es esencial para garantizar el futuro. Con un peso industrial alto (la UE se ha fijado el 20% como objetivo) cualquier territorio es más ajeno a los vaivenes de la coyuntura. El turismo, maná de los últimos años, es más volátil, con empleados en general menos cualificados y con sueldos más bajos. Hace falta lo que los ingleses llaman backup, traducido como apoyo: un colchón, y ése es la industria, una industria digital, tecnológica y adaptada al siglo XXI

Los últimos datos del Instituto de Estadística y Cartografía de Andalucía (IECA) recogen que Producto Interior Bruto (PIB) de todas las ramas consideradas industriales (que incluyen energía, agua o actividades extractivas) ascendía a 4.136 millones de euros en 2016, último dato disponible, el 13,7% del total (que son unos 37.000 millones). El peso es algo mayor que el andaluz (11,5%) y menor que el nacional (15,95%). Si sólo tenemos en cuenta la industria manufacturera, es decir, la fabricación de bienes para su venta o su consumo el porcentaje se reduce al 10%, algo más de 3.000 millones. En la evolución temporal, observamos que la riqueza industrial en relación con el total ha ido decreciendo: en 1955 era el 25%, en 1985 el 20% y en 1999 el 15%, cifra que se ha mantenido estable, con los altos y bajos propios de las crisis, hasta hoy. Que en el reparto de la tarta las actividades productivas hayan perdido peso no quiere decir que haya un fuerte declive. De hecho, el PIB industrial de 2016 fue el mayor de la historia. Lo que ocurre es que otros sectores, especialmente servicios, acaparan y comen cada vez más terreno al resto. La crisis ha hecho que el sector servicios pase del 75% del PIB al 80%, gracias al empuje de la hostelería, la Administración Pública, las actividades profesionales y el sector inmobiliario. El batacazo de la construcción a partir de 2008 fue, por tanto, absorbido en su totalidad por los servicios y en los primeros años de la crisis también por la agricultura. En Sevilla, de hecho, el sector primario –con una diversidad única en Andalucía y España: producimos desde trigo a arroz, pasando por aceitunas de mesa, aceite de oliva, fruta de hueso, naranjas y carne ibérica– tiene una enorme fortaleza, con una renta agraria que crece año a año (en 2017, 1.336 millones según el último informe de Unicaja). Sin embargo, como sucede en el resto de Andalucía, eso no se traduce tanto en valor añadido, que viene precisamente de la industria: transformación del producto alimentario e imagen de marca. Cataluña está varios pasos por delante, pese a no ser una región tan productora como la nuestra.

¿Qué producimos? No hay una estadística específica para Sevilla, pero hay varios indicadores que nos dan pistas. Por ejemplo, las exportaciones. Hay dos cosas que vendemos al mundo en cifras de miles de millones: aviones (y sus partes) y aceite de oliva. En este último caso no tanto porque produzcamos mucho producto (la provincia reina es Jaén) sino porque el principal 'hub' industrial está aquí, con gigantes como Migasa, Acesur y Sovena. La aeronáutica, por su lado, casi ajena a la crisis, ha vivido un 'boom' al amparo del arranque de la producción del A400M, más allá de la crisis que ha sufrido el programa. Muchas empresas aeronáuticas sevillanas han podido mirar cara a cara a otras europeas y mundiales gracias a ese empujón, y en cuanto al empleo este sector lleva once años consecutivos en alza. En plena crisis y después de la crisis.Así pues, producimos, para vender fuera, sobre todo aviones y aceite de oliva. Pero sería injusto decir que eso es todo porque el mercado nacional también está ahí. De hecho, Sevilla en industria ha difundido en los últimos años datos muy significativos de algunos de sus asociados: Cobre las Cruces produce el 25% del cobre que se usa en España; Persán el 40% de los detergentes que se consumen y Heineken elabora en su fábrica de Sevilla –la más moderna que tiene en Europa– el 45% del producto que vende en nuestro país. A esas firmas hay que sumar como asociadas Siderúrgica Sevillana, Acesur, Renault, Alestis y la embotelladora de Coca-Cola. Juntas forman el núcleo duro de las grandes firmas industriales –quizás habría que incluir algunas más, como Airbus, Herba, Migasa y Abengoa, aunque ésta entra en el ámbito de la energía– y concentran una gran parte de la cifra de negocio de la industria sevillana.

Ése es uno de los problemas: hay muy buenas empresas, pero son pocas y encima la que era primera en facturación ha sufrido un enorme régimen de adelgazamiento. Es imposible considerar Sevilla como un núcleo industrial de importancia con estos mimbres. En los últimos tiempos se ha evolucionado en la buena dirección con espacios como el Parque Tecnológico Cartuja, Aerópolis o el propio Puerto de Sevilla, pero en muchos casos las empresas que están ahí son de servicios o logísticas, no producen algo para la venta. Además, la crisis ha dañado el poco tejido de empresas medianas que había allá por 2007. Las de más de 250 trabajadores se han mantenido más o menos estables con el paso del tiempo (ahora son 102 en total, no sólo en el ámbito industrial, en todos) pero las que tienen entre 100 y 249 han pasado de 297 en 2007 a las 193 de ahora, y buena parte de esas firmas de mediano tamaño suelen ser industriales. Cuantas más haya de este tipo más posibilidades hay de que Sevilla se signifique no sólo por el turismo y la calidad de vida, también por la industria. Porque suelen ser empresas locales –con lo que las posibilidades de deslocalización son nulas–, arraigadas aquí y comprometidas con el desarrollo. Quizás la cuestión sea que no hay en Sevilla y en Andalucía en general suficiente capital como para que el empresariado autóctono apueste por el sur con proyectos ambiciosos de crecimiento. Por eso en los próximos años la tarea debe estar en traer empresas motoras multinacionales que creen un tejido auxiliar –como hizo Airbus– con el que capitalizar a un empresariado sevillano que debe abandonar también su cultura conservadora, o por lo menos más conservadora que en otras partes de España.

Si Sevilla es capaz de diversificar y crear riqueza en los sectores productivos –agricultura e industria– también se beneficiarán servicios y construcción y de forma más sana que en tiempos pretéritos.

De hecho, lo previsible es que la robotización de la economía elimine trabajo industrial y agrícola con baja cualificación y aumenten los puestos cualificados.En la última década, la industria ha retrocedido en empleo (de 79.600 a 73.600 ocupados) y el bajón de la construcción (de 91.200 a 41.800) ha sido asumido por servicios (de 554.800 a 572.500). La industria debe crecer para asumir la cada vez más creciente población universitaria pero la economía de servicios será la que predomine en empleo. No es tan importante crear muchos puestos de trabajo en el sector industrial como crear la riqueza suficiente para surtir de gasolina a los servicios, que sí absorben mano de obra en mucha mayor cantidad.

Por situación geográfica –puerta de un continente en fuerte desarrollo como África y buena conexión con América– y los salarios competitivos, la provincia tiene ante sí la oportunidad de no dejar su futuro sólo en manos del turismo, que puede ser pan para hoy y hambre para mañana. Todos tienen su papel: administraciones –que no sólo deben ofrecer facilidades sino salir fuera a buscar las oportunidades–, empresas e instituciones educativas.

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