"En un hospital en la selva hice más de un centenar de cesáreas"

Los invisibles

Cirujano y traductor. Ginecólogo y lingüista. Catedrático emérito de Teoría de la Literatura, en 1982 colgó la bata de médico, oficio que ejerció en Nigeria, Valencina y el García Morato.

Esteban Torre, tres veces doctor, en su despacho de Teoría de la Literatura de la Universidad.
Esteban Torre, tres veces doctor, en su despacho de Teoría de la Literatura de la Universidad.

31 de octubre 2009 - 05:03

DOCTOR en Medicina y Literatura, la exagerada vida de Esteban Torre (Sevilla, 1934), es un libro. Tenía todo listo para irse a Canadá y terminó en Nigeria.

-¿Cuáles son sus memorias de África?

-En España no había trabajo. En dos años y pico hice cuatrocientas hernias inguinales y más de un centenar de cesáreas. En Nigeria preferían médicos formados en las universidades de Salamanca, la Autónoma de Madrid y Sevilla.

-¿Era el Tercer Mundo?

-Llegué a un hospital que llevaban unas monjas irlandesas en plena selva. En lo que fue la capital de la Biafra independiente, una guerra que empezó unos días después de volver a España. Estaban perfectamente dotados con instrumental modernísimo y unas enfermeras nigerianas muy preparadas. Se empleaban los sueros en vena, que aquí eran casi desconocidos.

-¿Por qué se fue a Nigeria?

-Tenía un contrato para hacer Psiquiatría en un hospital de Montreal, pero pagaban muy poco. Necesitaba el dinero para pagarme la carrera y para casarme.

-¿Se fue casado?

-El mismo día que nos casamos en la iglesia de San Isidoro nos fuimos de luna de miel a Madrid, a Roma y a Lagos. A los tres meses, mi mujer daba clases de Latín y Francés.

-¿Era mejor médico al volver?

-En la Ciudad Sanitaria Virgen del Rocío se quedaban alucinados de cómo anudaba. Pero en 1982 pedí la excedencia como médico.

-¿Qué fue antes?

-La literatura. Con veinte años publiqué mi primer libro de poemas, ¿Por qué? Hice Medicina para conocer mejor al ser humano. Yo no hablaría de vocación, sí de amor al oficio y de destreza quirúrgica.

-¿Hay que estar loco para escribir?

-Es posible. Los escritores que estudié, casos de Averroes, Huarte de San Juan, a quien dediqué mi tesis doctoral, o Alfonso Grosso, tenían una fuerte personalidad digna de ser estudiada desde un punto de vista psiquiátrico.

-¿Qué se perdió de Sevilla en sus años de Nigeria?

-Era todo bastante lineal. La gente ya hablaba de la dictablanda. Ahora se acentúan mucho los aspectos negativos, pero en esos años sesenta podías leer lo que quisieras. La censura no estaba muy alejada de la autocensura que hoy se imponen los escritores por lo políticamente correcto. El Siglo de Oro surge en una férrea dictadura. En el franquismo todos estábamos en la lista negra, pero leíamos a Blas de Otero, a Ángel González, a Claudio Rodríguez. No sé si los leerán ahora.

-¿Ejerce de sevillano?

-No voy a los toros, no voy a la Feria, no voy a ver las cofradías. Al fútbol tampoco, por supuesto, aunque comparto google con un Esteban Torre que era futbolista del Racing de Santander y del que he repartido muchas estampas.

-Como ginecólogo, ¿un libro es como un hijo?

-No creo en eso de la maternidad literaria. Yo no mataría a un hijo mío y he roto infinidad de poemas que no me gustan, incluso los que considero aceptables tampoco les tengo una idolatría excesiva.

-¿Qué idiomas ha traducido?

-Latín, griego, inglés, francés y algo de alemán. En Nigeria aprendí algunas frases de ibo, una rama del bantú que nos traducían las enfermeras nativas.

-Descubrió a Pessoa cuando nadie lo conocía...

-Me encontré en una librería de viejo de Lisboa con sus 35 sonetos ingleses en una edición bilingüe que yo traduje al español.

-Tabucci y Saramago se disputan su legado.

-¡Están a tanta distancia! Pessoa es un caso único, como Virgilio, como Dante, como Shakespeare.

-Pero Saramago tiene el Nobel y Pessoa no...

-¿A quién le dieron el Nobel en España? A Benavente, Echegaray, Aleixandre y a Cela. Sólo se salva por Juan Ramón. De la historia de los Nobel quedarán cinco o seis.

-¿Recuerda la Guerra Civil?

-Viví en Madrid de los dos a los nueve años. De la guerra recuerdo el final y algún cristal roto por la metralla. Vivíamos en el barrio de Salamanca. La cárcel de Porlier nos protegía de los bombardeos.

-¿Su último libro?

-Se titula Visión de la realidad y relativismo posmoderno.

-¿El relativismo trae tantos males como dice Ratzinger?

-Yo creo que se quedó corto por moderado. Esto es un disparate.

stats