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Plaza Nueva: Javier Arenas Bocanegra

"Mi lema en el 87 era Arenas es capaz y le pusieron Arenas Escapa"

  • Orto y ocaso, el Niño Arenas es senador sexagenario. De jefe de la oposición municipal a estrellarse con el PDP en 1987. Cuatro veces candidato a la Junta, fue ministro y vicepresidente del Gobierno con Aznar

Javier Arenas, el viernes en el parque de María Luisa.

Javier Arenas, el viernes en el parque de María Luisa. / José Ángel García

ES el único no socialista que ganó unas elecciones en Andalucía. Con 25 años, Javier Arenas (Sevilla, 1957) fue jefe de la oposición municipal y de ahí pasó al extrarradio. Su primera derrota, que celebró en el Holiday de Felipe Rodríguez Melgarejo.

–Usted sale en las memorias de Caballero Bonald, en su libro Tiempo de guerras perdidas...

–Fue compañero de mi padre en los Marianistas de Jerez, de quien dice que era el primero de la clase.

–¿Qué le dicen más, concejal o ministro?

–Por el impacto mediático me identifican más con la etapa ministerial. La memoria es frágil y muchos no saben que fui concejal hace 35 años. Lo que más me satisface es que un 95 por ciento de la gente me trata de tú pese a las canas que me acompañan. Se ven mejor los problemas desde una concejalía que desde el coche oficial del ministro.

–Su lista en el 83 la encabezaba el doctor Pedro Albert...

–Hablo casi a diario de él con uno de sus mejores discípulos, Paco Trujillo. Le entregué la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo.

–¿Es su discípulo político?

–Admiré su firmeza de convicciones. Dejó el Ayuntamiento en 1985, se fue Jesús Barrigón y yo, que iba de número tres, me encontré con 26 años de jefe de la oposición y portavoz de asuntos que no conocía. Llegaron a decir que Arenas le enseñaba Urbanismo a Paco Barrionuevo y Barrionuevo le enseñaba política a Javier Arenas.

–¿Su sueño verdadero era haber sido alcalde de Olvera?

–El anhelo de todo político es ser alcalde de su pueblo, y yo soy un sevillano de Olvera que nació en la Cruz Roja de Triana.

–Usted era uno de los tres ‘mosqueteros’ con un concejal socialista, Guillermo Gutiérrez, y otro comunista, Fernando Villamil.

–Es que la calidad humana de aquella corporación estaba muy por encima de la media. Éramos 31 y te podía decir ahora mismo nombre y apellidos de 27 ó 28.

–Fue rey mago en 1994.

–Rey Baltasar, cuando pasé delante de la Basílica de la Macarena, me puse de rodillas. Ese aprendizaje macareno lo hice con otro querido compañero de corporación, Manolo García.

–Formaba parte de la coalición AP-PDP-UL. ¿Cabría hoy algo similar con Vox-PP-Ciudadanos?

–Esas tres formaciones coincidían en lo esencial y había diferencias en los matices. De hecho todas se funden en el Partido Popular en 1989, donde caben centristas, liberales, democristianos, una línea divisoria con la socialdemocracia donde estaba el PSOE.

–¿Estaba o está?

–Es una buena pregunta. Si hablamos de Rodríguez Zapatero o de Pedro Sánchez, diría que estaba. En el congreso del 79, Felipe González eliminó la palabra marxismo después del debate conLuis Gómez Llorente. Su gran aportación, con el pacto de Concordia de 1978, fue no abrir en ningún momento la dialéctica de las dos Españas, lo que sí hicieron Zapatero y Sánchez.

–Felipe estudió en el Claret, igual que usted. ¿Un sevillista tan cerca del Villamarín?

–Influye la familia, las sagas generacionales. A los internos nos regalaban entradas para ver al Betis, yo me sé más futbolistas de esa época que muchos béticos: Ezequiel, Telechía, Frigols, Sabaté, Benítez, Del Pozo, Rogelio...

–En el 87 se quedó fuera del Ayuntamiento...

–Recibí ofertas de dos fuerzas políticas destinadas a tener una gran representación. Encabecé la lista del PDP. Con un anuncio en un periódico, la campaña la hicimos con una furgoneta y pegatinas que decían Arenas es capaz, que algunos, intuyendo los resultados, cambiaron en Arenas Escapa. Pasé de jefe de la oposición a no ser concejal. En la Feria se me acercó un señor y me dijo que me había votado. Entonces mi madre no me ha votado, había contado los votos que saqué. Se aprende mucho más de las derrotas. Las victorias son más difíciles de gestionar.

–Se perdió la llegada de la nueva cantera del PP...

–Llegaron con Soledad Becerril. La muerte de Alberto fue la noche más trágica de mi vida. Mantengo una estrecha relación con Tere y Paco, con Teresa, su madre, y con sus tres hijos. Un año antes, me suplió en el Parlamento Andaluz.

–También se perdió a Adolfo Cuéllar, un conservador en IU...

–Le agradecí un alegato que hizo en defensa de mi gestión.

–¿Quién lo quiso fichar?

–ElPSOE no. Tuve excelentes relaciones con los socialistas. Con Alfonso Guerra coincido muchas veces en el AVE.

–En tres décadas compitió por la Junta con Chaves y Griñán. ¿No le pide el cuerpo batirse con Susana Díaz, que entró con su edad en el Ayuntamiento?

–Con ella he coincidido colateralmente. En las elecciones generales, que siempre me derrotaba, mi adversario era Alfonso Guerra. Y Chaves-Arenas era un clásico.

–¿Le felicitaron cuando fue el más votado en 2012?

–Fue una felicitación con condolencia. Sabían que iban a pactar.

–¿No hubo una nueva pinza?

–Luis Carlos Rejón es uno de los políticos más brillantes que conozco. Nuestro acuerdo con IU no era de gobierno ni un debate de ideas, sino democratizar las instituciones. El electorado de IU no lo entendió y les penalizó.

–¿Pasarán otros doce años de desierto municipal como tras las municipales del 99?

–Creo que Beltrán Pérez tiene serias posibilidades de ser alcalde, igual que Juanma Moreno puede ser el primer presidente centrista de la Junta de Andalucía.

–Dos citas el 2 de diciembre y 25 de mayo y desde su partido están poniendo chinas...

–Hay determinadas opiniones que no favorecen. Los andaluces tenemos que luchar siempre contra los tópicos. Aquí pasa como en Cataluña, Galicia o el País Vasco. No gusta que alguien de fuera dé su opinión.

–¿Qué tal en el Senado?

–Tengo aspecto de senador. Ya no soy el niño Arenas.

–¿Hubo alguna fricción en aquella corporación cordial?

–La guerra de los chaqués, que dejó de ser obligatorio para los oficios.El gobierno iba de traje oscuro, nosotros de chaqué.

–¿Una anécdota de esa etapa?

–Le digo el pecado, pero no el pecador. Había un concejal que se quitaba los zapatos cuando iba a comer. En una comida oficial en el Alcázar, le dimos una patada al zapato y al final de la cena estaba debajo de la mesa buscándolo.

–Hizo un ‘máster’ de Transición con Clavero y se convirtió en suegro de Olivencia, comisario de la Expo...

–Ha habido tres don Manuel en mi vida. Fraga, que insistía en que le llamara Manolo, pero yo me resistía, Clavero y Olivencia. Manolo nunca, jamás. Un Manolo entrañable fue Pimentel, que con Amalia Gómez formaba parte del equipazo en el Ministerio. La primera persona a la que me encontré en el Ayuntamiento fue con Paco Pimentel, interventor municipal, padre de Manolo, de Algodonales, amigo de mi padre.

–Del año del Greco al del Murillo, usted siempre será el ministro del pacto de Toledo.

–En 1996 fui el ministro más joven. Según mi padre, Aznar no me quería nada por el Ministerio que me dio. A Trabajo y Seguridad Social le sumó Asuntos Sociales. A mi padre le preocupaban las huelgas generales que le hicieron a Felipe González. Firmé once acuerdos con sindicatos y empresarios, entre ellos el pacto de Toledo.

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