Andrés Rodríguez Benot · Decano de la Factultad de Derecho de la UPO

"Las leyes actuales no las entienden ni los juristas, están mal escritas"

  • Asesor de la Unión Europea y especialista en Derecho Internacional Privado, este jurista discípulo de Carrillo Salcedo es uno de los pilares indiscutibles de la Pablo de Olavide.

-Poco antes de tomar posesión de su cargo, la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, declaró que sólo cumpliría las "leyes justas". ¿Qué le parecen a usted como profesional del Derecho estas afirmaciones?

-Son ingenuas y demagógicas. Se ve que no sabe que el respeto al Derecho es la máxima garantía en una democracia. Además, son unas declaraciones peligrosas, porque altera el orden constitucional. Si la señora Colau quiere otras leyes que se presente a las elecciones generales y las proponga a las Cortes para su aprobación.

-Precisamente, en los últimos tiempos se ha puesto de moda cuestionar no sólo la Constitución, sino el proceso histórico que la hizo posible, la famosa Transición.

-Esa apreciación de la Transición está muy vinculada a la edad de los políticos. Muchos de ellos no vivieron la Transición y no valoran lo que había antes y lo que hubo después. Técnicamente, la Constitución española es una de las mejores de Europa y se realizó con un criterio jurídico y práctico muy profundo. Ha aportado mucho a la sociedad española y no es casualidad que el mayor periodo de prosperidad de nuestra historia coincida con el periodo constitucional. Todo lo que suponga su modificación debe atenerse a los cauces que la propia Constitución prevé.

-Las críticas a la Constitución han estado muy vinculadas a las de una de sus principales instituciones, la Monarquía.

-La Monarquía ha superado ejemplarmente una transición dentro de la Constitución, como ha quedado demostrado un año después de la coronación de Felipe VI.

-¿Cuál cree usted que es el punto más débil del texto constitucional?

-La estructura del Estado. Hay estructuras superpuestas, lo que supone un coste tremendo que no mejora la eficacia ni profundiza la democracia. Está claro que es un peso que hay que aligerar.

-¿Puede ser más específico?

-Me refiero a las estructuras de las administraciones central, autonómica y local. Cuando se redactó la Constitución hubo un gran debate sobre si las autonomías supondrían un aumento del coste. Unos defendieron que no, que el coste del Estado central se diluiría entre las comunidades autónomas; y otros mantuvieron que el coste del Estado se mantendría y, además, habría que sumarle el de las comunidades autónomas. Parece que fueron estos últimos los que tuvieron razón. Los intentos de simplificar la Administración han sido muy poco profundos y habría que incidir más en ellos. Por ejemplo, se debería hablar ya claramente de la supresión de las diputaciones, que hoy en día carecen de sentido.

-Hay quienes hablan de la necesidad de una recentralización; otros de que sean las administraciones autonómicas las que representen en exclusividad al Estado en sus territorios... ¿Qué opina usted?

-Hay ámbitos que son indelegables en las comunidades autónomas, como son la defensa, la educación, la sanidad, la seguridad, la política exterior... Aquí incluso convendría una revisión sobre lo que ya se ha hecho en beneficio de una recentralización. En lo que respecta a los otros servicios, el principio para decidir a quién corresponde la competencia debería ser el de máxima eficacia y celeridad. Es más, no estaría mal que se pensase en una segunda descentralización que fuese de las autonomías a los municipios, como el modelo alemán, lo que diluiría muchas tensiones entre las autonomías y el Estado central.

-Eso está muy bien sobre el papel, pero luego está la realidad histórica, social y cultural de España... Los nacionalismos.

-Ese es un problema artificial. Fuera de España, en Europa, no se entienden los afanes independentistas. El discurso de los nacionalismos es para venderlo hacia dentro, especialmente en el propio territorio, detrás de este hay intereses políticos y económicos, recuerde si no el caso Pujol. Como se dice en el mundo de la empresa, el nacionalismo es un coste fijo para España... Ya lo dijo Ortega y hay que sobrellevarlo como se pueda.

-Uno de los fenómenos más curiosos que ha propiciado la corrupción política es la aparición del juez estrella. ¿Cómo se ve esta figura desde el mundo del Derecho?

-Un juez de instrucción es, ante todo, una garantía de que las cosas se hagan como se tienen que hacer. Ahora bien, por vanidad o por otros tipos de intereses, han surgido los famosos jueces estrella, cuya labor hay que mirar con lupa, porque hay algunos muy conocidos que cuando se estudia detenidamente su trabajo caemos en la cuenta de que no instruían bien ni técnica ni jurídicamente.

-¿Como Garzón?

-Efectivamente.

-Se presenta a la opinión pública como un mártir del progresismo.

-No hay que olvidar que fue condenado por la justicia como delincuente. Ahora se dedica con éxito aparente al ejercicio de la abogacía y tiene derecho a hacerlo.

-Transparencia es uno de esos conceptos que se repiten actualmente como un mantra. Sin embargo, nuestro sistema jurídico no parece muy transparente, empezando por la misma redacción de las leyes o las sentencias, que suele ser bastante críptica. ¿Esto es mejorable?

-Es mejorable y empeorable. El código civil del siglo XIX lo podía entender cualquier persona. Usted, sin ser especialista, lee cualquier precepto de ese texto y lo entiende. Sin embargo, las leyes actuales no las comprenden ni los juristas, están mal escritas, algo que creo que es consecuencia de la mala calidad de la formación cultural de la sociedad. La norma tiene que ser siempre clara y precisa para que no admita duda.

-Además hay una enorme cantidad de normas y leyes.

-Hasta dos generaciones anteriores a la mía, una persona aprendía en la carrera todo el Derecho que existía: un Código civil, otro Penal, otro de Comercio, las leyes procesales... textos que apenas se modificaban. Hoy en día eso es imposible, porque al legislador nacional le hemos añadido el autonómico, el internacional, etcétera. Es muchísima la norma que se produce y de muy mala calidad.

-Además, hay sentencias de jueces que desafían cualquier lógica...

-Esto está relacionado con la pérdida de equidad, concepto que según los romanos es el sentido común aplicado al Derecho. Todos conocemos por los medios de comunicación sentencias que son disparatadas. No estaría de más que se recuerde que el Derecho es, ante todo, sentido común.

-La justicia no es igual para todos. Creo que no es demagógico afirmar que el que más dinero tiene se asegura una mejor defensa en los tribunales. ¿Cómo se podría garantizar la igualdad de condiciones?

-En este sentido, los colegios de abogados y procuradores, que son los que prestan la asistencia gratuita, tienen una gran labor que realizar. Desde las universidades echamos en falta una formación actualizada. Hay muchas personas que se colegian y nunca más se ponen al día, por lo que es importante que los colegios colaboren con las universidades y tengan cursos y sistemas de formación continua para sus miembros, de tal manera que cuando alguien actúe como abogado del turno de oficio se tenga la total seguridad de que es competente. No estaría mal que los colegios revaluaran cada cierto tiempo a sus miembros para ver cómo van sus conocimientos, como se hace en otros sectores.

-Con los colegios profesionales hemos topado...

-Son instituciones de origen medieval que mantienen un gran poder. De hecho el Gobierno ha tenido que aparcar su idea de disolución de los colegios profesionales para avanzar hacia un sistema libre de asociación. El lobby de los colegios es muy potente.

-Usted es asesor jurídico de la Comisión Europea y representante de España en el Comité de Derecho Civil de la UE. Desde hace un tiempo, hay ciertos sectores interesados en presentarnos a las instituciones europeas como un nido de burócratas y zánganos. ¿Hay algo de verdad en esta apreciación?

-Cuando uno trabaja en la UE se lleva una doble sorpresa. La primera es que la burocracia no es tan amplia, dicen que hay menos funcionarios que en el Ayuntamiento de París. La segunda es que la elaboración del Derecho en la UE es mucho más abierta y transparente que en muchos estados. Cualquier ciudadano puede participar, verbalmente o por escrito, en una audiencia pública de un futuro reglamento.

-En concreto asesora sobre derecho de familia.

-Sí, es una de las cuestiones más complicadas en la unificación del derecho europeo, porque entran en juego factores religiosos, culturales, históricos.

-Ponga ejemplos de esa dificultad.

-Las parejas de hecho registradas, que aproximadamente la mitad de los países de la UE no admiten; también el matrimonio de personas del mismo sexo. En los países del Este, de hecho, se está produciendo un regreso a los postulados más tradicionales del Derecho de Familia y no admiten estas uniones.

-La familia es la institución básica de la sociedad y está sufriendo una profunda mutación que provoca ciertas ansiedades. El mismo matrimonio heterosexual se está convirtiendo en un no-matrimonio: hay un hombre y una mujer, hay hijos, hay obligaciones y derechos, pero se deja completamente al margen al Estado... ¿El derecho está dando una respuesta adecuada?

-Se están dando respuestas, pero es cierto que al Derecho le cuesta seguir la rapidez con la que suceden los hechos. La principal evolución que se ha producido es que el eje de la familia ha pasado del padre, el pater familias -figura heredada de Roma-, al hijo. Hoy en día se considera que hay una familia donde hay un hijo, donde hay un menor, y todas las relaciones jurídicas que nacen son para su protección. Además, están surgiendo figuras a las que el derecho le cuesta llegar porque detrás se esconden preguntas filosóficas, como es el caso de los vientres de alquiler, que parece que ahora se va a admitir en España.

-En Europa confluyen, y chocan, tradiciones jurídicas muy distintas, como la anglosajona y la latina. ¿Quién va ganando?

-Lamentablemente, y por goleada, los anglosajones. Es normal que los británicos pretendan que los 27 países de la UE se adapten a lo que ellos piensen, el problema está en que hay muchos otros países que asienten. El Reino Unido tiene sus palmeros: Dinamarca, Eslovaquia, los Países Bajos... Frente a esto nos situamos algunos países de origen romanista que nos resistimos a la colonización anglosajona: Francia, Italia, España... Esta imposición de los anglosajones se nota en el lenguaje. Desgraciadamente, las normas que hoy se elaboran en la UE se están redactando en inglés y de allí se traducen a otras lenguas. El inglés es un idioma muy apto para otros ámbitos (el comercio, la técnica...), pero es muy pobre para el Derecho, no sirve, entre otras cosas porque éste se creó en latín.

-Lo cierto es que el mundo está completamente globalizado: la economía, las comunicaciones... ¿Y la justicia, se está adaptando bien a este proceso?

-Sí y no. Si nos centramos en el ámbito europeo, la cooperación judicial es cada vez más intensa. No hay rincón de la Unión que escape a la cooperación entre autoridades, no sólo en el ámbito penal, sino también en el civil. De hecho, los grandes reglamentos de la UE en cooperación judicial están siendo revisados para darle una segunda vuelta de tuerca y llegar mucho más cerca del ciudadano. Ahora bien, fuera de la UE esta cooperación es muy complicada si obviamos algunos tratados internacionales. EEUU, que es el gran país de la actualidad, tiene una visión muy egocéntrica y colabora muy poco en estas cuestiones.

Sevillista de cuarta generación, jurista de nuevo cuño

Andrés Rodríguez Benot es un claro ejemplo de aquello que Buñuel llamó el discreto encanto de la burguesía: educación afable, elegancia clásica en el vestir, cultura humanista y horror a cualquier tipo de estridencia. Sin embargo, como todo ser humano que ha hollado la tierra, tiene un lado irracional: su afición sin concesiones ni medias tintas al Sevilla F. C. Le delata nada más entrar en su sobrio despacho decanal un retrato en el que aparece él junto a Frédéric Kanouté, leyenda viva del sevillismo, durante un acto en la Universidad Pablo de Olavide, centro en el que es catedrático de Derecho Internacional Privado y Decano de Derecho. "Soy sevillista de cuarta generación, llevo más de cuarenta años de socio.", dice con el orgullo propio de un par de Francia. Miembro de una familia de tradición médica -es hijo del doctor Alberto Rodríguez Sacristán y sobrino del psiquiatra Jaime Rodríguez Sacristán- decidió, sin embargo, estudiar Derecho para acabar siendo discípulo de uno de los grandes juristas que han enseñado en la Hispalense: Juan Antonio Carrillo Salcedo. Solterón orgulloso, vive en un ático del centro. "Allí subo a mis amigos y les hago un examen de sevillanía; les digo que me identifiquen las torres. No es fácil". Un buen profesor nunca deja de serlo.

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