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Sevilla

La madurez del Alamillo

  • Mañana comienzan las obras para incorporar al parque metropolitano 40 nuevas hectáreas Dos pantalanes permitirán el acceso a la zona verde desde el río

El Parque del Alamillo alcanzará las dimensiones y el concepto con los que fue concebido hace veinte años gracias al acondicionamiento de las últimas 40 hectáreas que aún no estaban abiertas al público. De esta forma, la zona verde metropolitana alcanzará las 120 hectáreas, sesenta más que aquella joven dehesa que se inauguró el 12 de octubre de 1993.

Esta última y definitiva expansión del Alamillo, cuyas obras deben comenzar mañana después de la firma de las últimas formalidades el viernes pasado, cuenta con un presupuesto de algo menos de 700.000 euros, 300.000 de los cuales se destinarán al acondicionamiento de caminos y limpieza de la zona que ahora se incorpora, mientras que otros 365.000 euros son para la instalación de dos pantalanes que permitirá la simbiosis entre el parque y la dársena del río. La ampliación, asimismo, incluye las plantaciones de naranjos de la zona sur también, que ahora acogerá también unos huertos ecológicos.

Hasta ahora, el norte nunca había sido la vía lógica de entrada al Alamillo, pero desde que se construyó la pasarela peatonal que lo une con el Parque de San Jerónimo, se ha convertido en un acceso bastante popular entre los sevillanos que quieren pasear o hacer deporte. El aspecto de esta entrada experimentará un cambio sustancial después de la reforma, ya que los gestores han decidido utilizar un nuevo tipo de tierra para los caminos: la zahorra. Este árido blanquecino, poco común en los parques de Sevilla, es más caro que el característico albero color ocre, pero da un mejor resultado.

Al avanzar por los viales restaurados, se empieza a ver entre los árboles la estructura blanca que Calatrava decidió que presidiría el puente del Alamillo, pero el paseante no podrá llegar hasta él en línea recta, porque una valla delimitará lo que ya es la Estación Ornitológica del Alamillo. En este espacio lleva a cabo su actividad el grupo ecologista Gosur (Grupo ornitológico del sur). Este colectivo se encarga desde 1996 del mantenimiento de un herbazal de jaramagos y cardos en el que han plantado moreras, acebuches y madroños. Todas estas especies sirven de alimento a las pájaros que los voluntarios de Gosur se encargan de anillar para poder llevar un seguimiento de los distintos tipos de aves que viven en el Alamillo y su entorno. La Estación será visitable, pero sólo dentro de las actividades programadas por Gosur, ya que se quiere preservar como una reserva natural dentro del parque.

La disposición de la plantación de naranjos es la que determina la dirección del sendero principal, que sigue hacia el sur después del desvío. La intención de los diseñadores del proyecto es adaptarse a la realidad de la vegetación preexistente, dándole mayor entidad a una serie de vías que faciliten el recorrido.

En las anteriores reformas que se llevaron a cabo en al Alamillo se decidió cambiar el paisaje de algunos de los caminos de la zona cerrada y hacerlos así más atractivos. Para ello instalaron hileras de árboles de otras especies que conectan los nuevos espacios con la superficie ya en uso. De esta manera, han creado tres itinerarios flanqueados por palmeras, ginkgos y palos borrachos que llevan desde el centro de la zona verde a los espacios más cercanos al río.

En el interior del naranjal también existen una serie de caminos agrícolas por los que se podrá andar contemplando un escenario más propio de las vegas de Sevilla y Córdoba que de un parque urbano. El pasado agrario también sorprenderá al visitante cuando se encuentre con los restos de lo que seguramente fuera un almacén y con las acequias que permitían el riego al traer agua del río. Estas construcciones serán debidamente cercadas a la espera de una restauración que las ponga el valor, pues se estima que fueron edificadas a finales del siglo XVIII, aunque fueron modificadas para adaptarlas a las nuevas tecnologías hasta bien entrado el siglo XX.

Sin embargo, el acercamiento del Alamillo a la agricultura no acaba aquí. Al dejar la zona más cercana a la dársena y aproximarse a la ciudad, se accede a otro espacio con naranjos, en este caso mandarinos. Comparado con lo anterior, la estampa parece un poco desangelada: los árboles tienen un aspecto raquítico, pues sufren la enfermedad llamada la tristeza del naranjo. Este mal hace que el crecimiento sea más débil de lo normal y finalmente la planta acaba secándose, lo que ha provocado grandes claros en la plantación.

La revitalización de esta zona degradada vendrá de la mano de la creación de 6.000 metros cuadrados de huertos ecológicos. Serán 133 huertos de entre 35 y 70 metros cuadrados adjudicados a grupos de entre 3 y 10 personas. También se pondrán a disposición de los centros educativos del norte de la ciudad 4 espacios de 140 metros. Para poder optar a la concesión de esta actividad, los interesados deben solicitarlo a la Empresa Pública del Suelo de Andalucía (EPSA), que es la entidad que gestiona el parque.

Una vez se hayan acabado todas las reformas, el Alamillo no tendrá hacia donde crecer, pero las mejoras no acabarán aquí. Como asegura el director, Adolfo Fernández Palomares: "Un parque es algo que está en continuo cambio". Lo que sí cambiará a partir de octubre serán los usos que los ciudadanos podrán dar a este importante pulmón metropolitano. Fernández Palomares lo explica con una curiosa metáfora: "Es como la familia que tiene una habitación que no usa, pero la pone en valor. La familia sigue siendo la misma, pero ahora tiene un espacio que le permite hacer más cosas".

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