Calle Rioja

Donde muere el río nace el misterio

  • Desagravio. El arqueólogo francés Jorge Bonsor invirtió su tiempo, su capital y su prestigio en buscar en la desembocadura del Guadalquivir vestigios de la cultura tartésica.

SE llamaba George Edward Bonsor Saint Martin, pero en los anales arqueológicos consta como Jorge Bonsor. Nació el 30 de marzo de 1855 en Lille (Francia), pero tiene una biografía sevillana. Muere en 1930, el mismo año que Fernando Villalón, en Mairena del Alcor, la cuna de Antonio Mairena. Con los dos compartió la utopía de un espacio y un tiempo que localiza en las marismas del Guadalquivir, en tres décadas de búsqueda de la civilización de Tartessos.

Tartessos de Jorge Bonsor es el sexto título que la editorial Almuzara dedica a la mítica ciudad que durante mucho tiempo, erróneamente, se asocia con la Tarsis de la Biblia. Antes se publicaron Tartessos, de Adolf Schulten, una rivalidad que es un duelo de Centauros, Las golondrinas de Tartessos, de Ana María Vázquez Hoys, Tartessos desvelado, de Araceli Rodríguez y Álvaro Fernández, Viaje a Tartessos, de Fernando Penco y Leyendas de Tartessos, de Manuel Pimentel.

El Tartessos de Bonsor se acompaña de una edición reivindicativa de Jorge Maier Allende, doctor en Prehistoria y Arqueología que considera al investigador francés "el verdadero pionero de la arqueología tartésica". Llega a Sevilla en 1879 y cambia los pinceles de pintor por las herramientas de arqueólogo. Todo empezó con sus excavaciones en los Alcores en 1894, una comarca delimitada por el río Corbones al norte, el Guadaíra al sur.

Dos afluentes del Guadalquivir en cuya desembocadura tenía el convencimiento de que encontraría vestigios de la ciudad y la civilización de Tartessos. En ese propósito invirtió su capital, su tiempo y su vida. Fueron tantos los obstáculos con los que se encontró que, según el estudio de Maier Allende, Bonsor se planteó incluso la posibilidad de vender algunos cuadros del ciclo de la vida de Santa Clara de Asís de Valdés Leal para sufragar los gastos del estudio y publicación de las ciudades tartésicas.

Bonsor es uno de los fundadores de la Sociedad Arqueológica de Carmona y propuso la creación en Sevilla de la Escuela Anglo-Americana de Arqueología vinculada con la Hispanic Society of America fundada por el filántropo neoyorquino Archer Milton Hintington, esposo de la escultora que realizó la estatua del Cid que se encuentra en la Avenida de Portugal.

Huntington acogió con entusiasmo los informes de Bonsor, pero los veía poco viables mientras no concluyera la Primera Guerra Mundial. Los tres mil dólares que le mandó para financiar campañas de excavación en Baelo Claudia (Bolonia) los dedicó Bonsor a su trabajo de Tartessos. En el proyecto finalmente fallido del Gobierno español de hacer navegable el Guadalquivir desde Sevilla hasta Córdoba vio el arqueólogo francés una posibilidad de encontrar aliento económico a sus trabajos. Encontró nuevos aliados en la Dirección General de Bellas Artes y en la Real Academia de la Historia. Y con dos negativas consecutivas por parte de la duquesa de Tarifa, María de los Ángeles de Medina y Garvey, para iniciar sus excavaciones en el Coto de Doñana.

Algunos académicos intercedieron ante el duque de Tarifa, Carlos Fernández de Córdoba, que se animó a financiar personalmente las excavaciones con una particularidad. La Primera Guerra Mundial había terminado, pero se iban a producir escaramuzas científicas entre Francia y Alemania. Bonsor tuvo que compartir el permiso para excavar en el Coto de Doñana, en la zona de Arenas Gordas y Matalascañas, por presiones del duque de Alba, con el equipo que lideraba el alemán Adolf Schulten. Éste publicó después su libro de Tartessos pero encontró en la comunidad científica la credibilidad que no había tenido Bonsor, sometido, según Maier Allende, a un olvido paulatino, sometido "a un juicio moral tan injusto como desproporcionado". Críticas que iban desde acusarlo de vender los materiales de sus excavaciones a negar los hallazgos y evidencias de Tartessos.

Almuzara reúne por primera vez los trabajos de Bonsor en una edición en español. Un arqueólogo que trabajó en Lora del Río, la Mesa del Gandul, Bolonia y los Alcores. La edición del profesor Maier Allende concluye con una frase del arqueólogo francés Pierre Paris en carta a Bonsor fechada en Toulouse en junio de 1902: "Es usted el Schliemann del Guadalquivir y los arqueólogos de gabinete, como yo digo, ¡tendrían que elevarle una estatua!". Schliemann fue un millonario prusiano que invirtió parte de su fortuna en excavar en los emplazamientos de Troya y Micenas.

Según la hipótesis de trabajo de Bonsor, Tartessos fue una cultura, "civilización en el sentido francés", precisa el editor, de carácter dual que pasó primero por una fuerte orientalización para después, tras un breve periodo de esplendor independiente, ser dominada por los celtas. Las tres culturas en la desembocadura del Guadalquivir, donde trabajó Bonsor, como también lo hizo en la del Guadiana, en Ayamonte.

Tartessos fue "una cultura indígena con notables influencias fenicio-púnicas y celtas que tuvo su solar en el bajo valle del Guadalquivir y Huelva". La ciudad de Tartessos, "que no su cultura", fue destruida por los cartagineses, que dominan hasta la segunda guerra púnica. Después llegarían los turdetanos, la leyenda de Argantonio y el tesoro del Carambolo. Alto bajo Guadalquivir.

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