La noche que hablaron los guitarristas
Calle rioja
Homenaje. Media calle Jesús del Gran Poder se fue a la Cruzcampo para arropar a su vecino Rodrigo de Zayas
ZAYAS es un Rodrigo que reivindica la dignidad de los moriscos. Un librepensador a quien su amigo el torero Manolo Vázquez hizo hermano del Gran Poder, cofradía a la que donó un órgano salvado de numerosas vicisitudes. Hijo de la globalización, su padre era Marius de Zayas, un mexicano de ascendencia astigitana que fue amigo de Monet, de Picabia, que organizó en 1911 en Nueva York una exposición de su también amigo Picasso; su madre era Virginia de Harrison, norteamericana que en su casa de París recibía a gente como Joyce o Rachmaninoff. Rodrigo de Zayas vio cantar de niño en su casa de Sevilla a doña Concha Piquer y desde ahí a lo más grande del arte.
Marius de Zayas y Virginia de Harrison fueron artífices del testimonio excepcional que la pasada semana su hijo presentó en la Fundación Cruzcampo, las grabaciones en las que Manolo de Huelva, profesor de guitarra de la familia, sastre de profesión, acompaña a algunas de las mejores voces del flamenco, algunas muy poco conocidas.
En la Fundación Cruzcampo se vivieron varios momentos excepcionales en torno a este intelectual tranquilo, revolucionario moderado, conservador de la esencia, Caballero de las Artes y las Letras del Gobierno Francés. Había dos rectores de Universidad, Juan Manuel Suárez Japón y Rafael Infante, el profesor que introdujo el flamenco en las aulas; en la primera fila, la bailaoras Cristina Hoyos y Pepa Montes no daban crédito a lo que veían: una grabación en la que las hermanas Pilar y Encarnación López, la Argentinita, hacen en una casa en las afueras de París en 1938, en plena Guerra Civil. Bailan unas sevillanas que quitan el sentido, con la guitarra, claro, de Manolo de Huelva, que volvió a España en plena contienda.
Fue la noche en la que los guitarristas hablaron. Este oficio de gente discreta, que trabaja para que luzca la palabra del cante, el pellizco del baile, cobró un hermoso protagonismo. Pidieron la voz desde el público los guitarristas Ricardo Miño y José Luis Postigo. Ambos ganaron en Córdoba el premio Manolo de Huelva de guitarra en 1971 y 1983, respectivamente. También acudió Quique Paredes, que lo ganó en 1986.
Pero quizá lo más emotivo estaba en el propio patio de butacas de la sede fundacional de la cervecera sevillana. Rodrigo y Anne Perret, su esposa, su cómplice, son vecinos de la calle Jesús del Gran Poder. Esta calle se movilizó para estar con su amigo, con su ilustre vecino que la próxima semana cumple 80 años. Allí estaban Francisco Javier y Eva, hijo y nuera de Joaquín, el tabernero que da nombre al bar de 1929 que está frente a la casa del matrimonio; Diego Carrasco, novelista, futbolero, comisario de exposiciones; Rafael Aguilera con su esposa y otros compañeros de su estudio de arquitectura Alminar; Marina Bernal, periodista que también tiene su cuartel general en esta calle.
Había otros amigos y vecinos de calle próximas: Manolo Melado, de Amor de Dios, donde tiene la barbería; o José el de la Tomasa, que vive en la calle Feria, un acreditado amigo de Rodrigo que cantó en su boda y volvió a hacerlo en este acontecimiento, acompañado de la guitarra de Paco Cortés. Debió ser por ello el único bético importante que faltó a la presentación del Betis que han escrito Manolo Rodríguez y Juan Salas Rubio, desde Burgos (donde viajó José Giorgio en aquel viaje de la primavera de 1994) hasta Jaén, donde se consumó el ascenso con el gol de Gastón Casas.
Fue una noche mágica para honrar a este renacentista sencillo: novelista, ensayista, músico, traductor, animador tantos años del taller Ziryab, educado en París, en Grenoble, Nueva York y Damasco. Glosó sus méritos su amigo Manolo Álvarez y le sacó algunas confidencias el periodista Miguel Ángel Fernández. Julio Cuesta hizo de anfitrión con la guitarra como protagonista.
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