Un pequeño museo del toro

las piletas

Cuentan Cristóbal y Fran Escalona que para Francisco Rivera no hay otro gazpacho como el suyo y que El Cid y su cuadrilla no faltan a la cita con su cocina cada vez que torea en La Maestranza.

El restaurante Las Piletas es parada obligatoria para los amantes de lo taurino porque de sus paredes cuelgan fotos y recuerdos de grandes tardes en la plaza que han ido recopilando ellos mismos o que han sido donados por los propios toreros y también por los aficionados.

Recorriendo las dos plantas y los distintos espacios que tiene el local, uno puede toparse con la cabeza de un novillo que Manuel Caballero brindó a sus padres en La Maestranza, un abono taurino de los años treinta para la plaza de toros de Valencia o imágenes dedicadas de toreros de todos los tiempos.

Y todo eso a pesar de que antes "toda la decoración del local recordaba al mundo de la pesca", recuerda Cristóbal Escalona. Además, el grave incendio que sufrió el local hace tres años acabó con algunos recuerdos como una pintura de Paquirri que colgaba junto a la barra.

Desde que su madre, María Acevedo, se puso al frente del negocio a principios de los noventa, el restaurante Las Piletas ha ido sumando clientes "que son, sobre todo, amigos". Su fórmula secreta no es tal porque tanto ellos como el resto de la plantilla que trabaja en el local sólo tienen como primer objetivo que "la gente se sienta a gusto".

Culpa de la buena fama de su cocina la tienen, en parte, su cola de toro, su Lenguado buena mujer así como sus jamones, quesos, chacinas y pescados. Definen su cocina como "andaluza y mediterránea" y sirven tanto tapas como raciones y también desayunos que, aseguran, "son los mejores".

También los vecinos del barrio tienen al Restaurante Las Piletas como punto de encuentro desde primera hora y "hay clientes que llevan desayunando aquí 20 años", cuentan los hermanos.