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Bodas de oro sacerdotales del arzobispo de Sevilla

El ‘sí quiero’ de Asenjo a la Iglesia

  • El arzobispo de Sevilla concelebró en la Catedral sus bodas de oro sacerdotales l Amigo Vallejo y Rouco Varela le acompañaron, además de casi todos los obispos andaluces

El arzobispo Asenjo se dispone a abrazar al cardenal Amigo Vallejo. A su derecha, Rouco.

El arzobispo Asenjo se dispone a abrazar al cardenal Amigo Vallejo. A su derecha, Rouco. / Juan Carlos Vázquez

Juan José Asenjo Pelegrina sigue siendo presidente de la Comisión de Patrimonio Cultural de la Conferencia Episcopal Española. En una de las joyas de ese patrimonio elesiástico, el arzobispo de Sevilla concelebró ayer las bodas de oro de su ordenación sacerdotal con un templo a rebosar, donde la presencia de autoridades de diferentes ámbitos convivió con los detalles del pastor de la diócesis para la gente sencilla.Ha sacado fuerzas de flaqueza, porque su quebradiza salud de los últimos meses estuvo a punto de hacer verdadero el dicho de Alejo Carpentier, “los honores deshonoran”, porque después de estas bodas de oro de su ordenación sacerdotal en Sigüenza, su pueblo natal, un pueblo con obispo y catedral, el 5 de noviembre celebrará sus diez años al frente de la diócesis hispalense. La clave tal vez esté en el salmo responsorial que acompañó a las lecturas del Libro de Jeremías y la Carta de San Pablo a los Efesios. “El Señor sostiene mi vida”, repetían los feligreses. Asenjo hizo suya la frase en la sentida homilía. “La Iglesia es la mesa en la que restauro mis fuerzas desgastadas. Es puente, escalera, hogar paterno, mesa y manantial”.

Fue una pieza en la que no hizo alardes pirotécnicos ni efectismos de pregonero. Apenas si nombró a Sevilla, su ciudad adoptiva, como tampoco la citan Cernuda en Ocnos o Alfonso Grosso en Florido Mayo, sobrino este escritor que firmó el cuadro que preside el Altar del Jubileo donde tuvo lugar la ceremonia.Las bodas de oro de Asenjo despoblaron de curas las parroquias de la diócesis. La cola era interminable, precedida por la de los seminaristas, mientras la Coral Polifónica de la Catedral, dirigida por el maestro de capilla Herminio González Barrionuevo, interpretaba la Misa Prima Pontificali de Perosi. Acompañaban a Asenjo los cardenales Carlos Amigo Vallejo y Antonio María Rouco Varela, arzobispos eméritos de Sevilla y Madrid, respectivamente. Los pastores que casaron uno a la infanta Elena en 1995 en este mismo templo, el otro a los actuales reyes de España en la Almudena en 2004, permanecieron ayer en un segundo plano para no restarle protagonismo a su compañero. De hecho, en la ceremonia sólo participaron en las peticiones.Al Gobierno municipal lo representó el delegado de Movilidad, Juan Carlos Cabrera. El alcalde preparaba un viaje a Nueva York para participar en la Cumbre del Clima. En su entorno dicen que se excusó ante el arzobispo “e incluso le dio un obsequio”. Asistieron los concejales Juan de la Rosa (PP), Álvaro Pimentel (Ciudadanos) y Cristina Peláez (Vox). Autoridades civiles, militares, académicas, cuerpo consular. Y los otros brazos de la Iglesia, porque “no tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos”. Mariano Pérez de Ayala (Cáritas), María Albendea (Manos Unidas). En uno de los laterales, personas de la Pastoral de Sordos que lleva el sacerdote Gumersindo Mero.

21 de septiembre de 1969. Catedral de Sigüenza, festividad de San Mateo, a quien Asenjo reivindicó como modelo. El autor del primero de los cuatro Evangelios, recaudador de impuestos para el imperio romano, “fue un pecador repudiado por la opinión pública, sobre todo por escribas y fariseos”.

La bancada de la derecha la ocuparon los familiares de Asenjo. El arzobispo era uno de los tres hijos de José Asenjo y Cándida Pelegrina. Uno de los hermanos falleció. A la ceremonia acudió Andrés Asenjo Pelegrina, acompañado de su esposa, María de los Ángeles Trillo, y dos de sus tres sobrinas, Ana y María. Faltó Beatriz, que acaba de regresar a España después de diez años de experiencia laboral en Dubai.

Las bodas de oro de Asenjo fueron una cumbre de los obispos del Sur. Estuvieron casi todos: Rafael Zornoza, de Cádiz-Ceuta; José Vilaplana, de Huelva; José Mazuelos, de Asidonia-Jerez; Francisco Javier Martínez, de Granada; Francisco Jesús Orozco, de Guadix-Baza; Jesús Catalá, de Málaga. Obispos andaluces como Juan del Río, ayamontino que es arzobispo castrense. También estuvieron el obispo auxiliar de Madrid, Juan Antonio Martínez Camino; los obispos emérito y titular de Sigüenza-Guadalajara, José Sánchez y Atilano Rodríguez, respectivamente; el arzobispo de Urgel y copríncipe de Andorra, Joan-Enric Vives Sicilia, y el encargado de Negocios de la Nunciatura, Michael F. Crotty. Asenjo bajó del altar pasa saludar en su silla de ruedas a Antonio Montero, obispo emérito de Mérida-Badajoz que fue obispo auxiliar de Sevilla con Bueno Monreal al frente.

Asenjo celebra este “sacrificio de alabanza” condensando en medio siglo de servicio cuando entra el otoño en la ciudad donde siempre es primavera. El arzobispo se ha ganado el respeto en una plaza difícil, en términos taurinos como esos dos gladiadores del toreo, Juan y José, que adornan su nombre. En el Palacio Arzobispal ondeaban las banderas de España, Andalucía y el Vaticano. Asenjo se ordenó sacerdote siendo sucesor de Pedro en Roma Pablo VI; Juan Pablo II lo nombra obispo; Benedicto XVI, con el que aparece fotografiado en el libreto de la misa, lo confirmó como pastor de la diócesis hispalense hace una década. Su obispo auxiliar, Santiago Gómez Sierra, leyó la carta que el 27 de agosto, con remite del Vaticano, le mandó el Papa Francisco en reconocimiento a “tu dilatado servicio sacerdotal”.

Teodoro León, deán de la Catedral, le entregó dos presentes al arzobispo Asenjo: un Crucificado de marfil del siglo XVII anónimo y una obra salida del taller de orfebrería de Fernando Marmolejo que simboliza la unión entre Sigüenza y Sevilla. Presente también en el cáliz que fue propiedad del obispo Delgado Benegas (1714-1781), un sevillano que fue obispo de Sigüenza. El reverso de Asenjo Pelegrina.

Al final de la ceremonia, después de fotografiarse con su familia y con los obispos y de agradecer el trabajo de los empleados y del prefecto de Ceremonias, Luis Rueda, atravesó el pasillo central de la Catedral donde todos lo querían saludar. Giró al trascoro para felicitar a las alumnas del colegio Entreolivos, que dirigidas por Emilia Pilar Aguilar, habían interpretado una pieza de La Misión de Ennio Morricone y el Anima Christi de Frisina y a los postres le regalaron, por petición expresa de Asenjo, el Ave María de Caccini. Saludó una por una a todas las religiosas: hermanas de la Cruz, agustinas de San Leandro, concepcionistas de Marchena... “Tu Betis va regular”, le decía a Jorge Morillo. Como su predecesor, Asenjo es del Atlético de Madrid, aunque lo lleva con mucha discreción.

Terminaba la ceremonia de las bodas de oro del arzobispo y en la misma Puerta de Palos por la que salían muchos de los asistentes, entraban los invitados a una boda. El coche antiguo con el chófer y el ramo de flores aguardaban en la plaza. De sacramento a sacramento. Allí dentro, los novios tenían curas donde elegir para el sí quiero. Como el que Asenjo le dio a Dios hace justamente cincuenta años, el año que el hombre llegó a la Luna y el cielo tocó en la casa de este siguntino que bajó hasta Sevilla con escalas en Toledo y en Córdoba, como los reyes de antaño.

Bodas de oro con la Iglesia y el año próximo, 15 de octubre, bodas de diamante con la vida.

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