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Turismo religioso

  • El Ayuntamiento se integra en un grupo de trabajo de la Red de Ciudades Teresianas para potenciar este legado

  • La ruta de los conventos

Paseo sensorial por la Sevilla de Santa Teresa

Escena de la ruta teatralizada de Engranajes Culturales en el convento de San José del Carmen. Escena de la ruta teatralizada de Engranajes Culturales en el convento de San José del Carmen.

Escena de la ruta teatralizada de Engranajes Culturales en el convento de San José del Carmen. / María J. Martín

Escrito por

· María José Guzmán

Redactora jefe

"Sevilla os echa u os traga, pero Sevilla no podrá tragarme a mí". Con esta frase daba a entender Santa Teresa el infierno que vivió en la ciudad, a la que llegó en mayo de 1575 con una comitiva de monjas de Ávila para fundar un convento de carmelitas descalzas. La santa nunca congenió con los sevillanos; en la ciudad sólo permaneció un año y un mes exactamente, pero sí contribuyó a dejar un legado, espiritual y patrimonial, que hoy se ha convertido además en un atractivo recurso turístico. Quizás resulte difícil de entender que la vida y obra de alguien que sentía tal animadversión por Sevilla, que veía como la ciudad del pecado, sirva de reclamo para el destino. Pero, cuestiones religiosas aparte, está claro que retrata la historia de la capital, ayuda a difundirla y la incluye en una red de ciudades que favorece un interesante intercambio cultural.  

Sevilla forma parte de este conjunto de destinos junto a Beas de Segura, Ávila, Segovia, Malagón, Caravaca de la Cruz o Villanueva de la Jara. Destinos que han encontrado en las huellas de Santa Teresa un argumento más para atraer visitantes y que estos días han definido e impulsado un nuevo plan de acción que los proyectará a l mundo. Un programa que en Sevilla pilota sobre tres monumentos: el convento de San José del Carmen, donde se guaran muchas de sus reliquias y que, curiosamente, nunca llegó a pisar en su emplazamiento actual; el castillo de San Jorge, que fue la sede de la Inquisición; y el Monasterio de la Cartuja, que también visitó en alguna ocasión.Y en torno a estos enclaves comienza un relato que se remonta 446 años atrás.

Escena de la ruta teatralizada de Engranajes Culturales en la placita de Santa Marta. Escena de la ruta teatralizada de Engranajes Culturales en la placita de Santa Marta.

Escena de la ruta teatralizada de Engranajes Culturales en la placita de Santa Marta. / María J. Martín

¿Qué le pasó a Santa Teresa en Sevilla? Engranajes Culturales organiza una visita teatralizada que responde a esta pregunta y se convierte también en paseo sensorial, una experiencia para el turista o el sevillano que descubre la historia que se esconde tras la puerta de Las Teresas, como se conoce al convento que pasa fácilmente inadvertido en el entramado de calles del barrio de Santa Cruz. 

Antes de llegar a esta clausura, el hilo argumental comienza en la Plaza de la Contratación, un refugio de tranquilidad hoy en plena avenida de la Constitución que fue todo lo contrario en la época en la que llegó Santa Teresa, con 60 años cumplidos, a la ciudad, convertida entonces en la capital del mundo, en una pujante Carrera de Indias que llenaba sus calles de dinero y negocios, lujos y vicios. La segunda parada, tras atravesar el entorno monumental, ahora menos bullicioso por la pandemia, está en la Plaza Virgen de los Reyes, un punto donde se contempla la magestuosidad de la ciudad delante de la Giralda y la Catedral y el Palacio Arzobispal. Símbolos del poder de la Iglesia que supuso el primer gran obstáculo para que la santa pudiera cumplir con su misión: fundar un convento y abanderar una reforma de la orden basada en la austeridad y la sencillez. 

Ni la población ni el clero, encabezado por el arzobispo Cristóbal Rojas, aprobaban la iniciativa de la religiosa y menos si ello significaba una pérdida de sus privilegios y, además, un gasto adicional para las rentas de la Iglesia en una ciudad donde sobraban ya conventos. Pero ella no cejó en el empeño, un tesón que revela el perfil adelantado de una mujer en pleno siglo XVI. Y ahí aparece ya un detalle que incrementa el interés por el personaje. En lugar de repartir a las hermanas que la acompañaban en los conventos ya existentes, las llevó a una casa alquilada y muy precaria en la calle Armas, hoy Alfonso XII, donde sólo logró el permiso para dar misa y donde un día recibió la visita providencial de su hermano, Lorenzo de Cepeda que le prometió sufragar los gastos de su traslado a otra casa más digna y le entrega como novicia asu hija Teresita que toma los hábitos con sólo 9 años y así se representa en un retrato que se expone en Las Teresas.

Santa Teresa siguió batallando para conseguir la fundación de su convento, consiguió que el arzobispo visitara la casa y saliera de ella convertido en el mayor defensor de la orden. Fue entonces, gracias a este giro y a la ayuda de su hermano, que compró una casa en la calle Pajarería, hoy Zaragoza, cuando se fundó el convento y la congregación se mudó, un acontecimiento para el que se engalanaron las calles y hubo incluso el Santísimo procesionó por ellas. Objetivo cumplido. El 3 de junio de 1576, a las dos de la madrugada, Santa Teresa abandonó Sevilla para no volver nunca más.  

Al fresco y la sombra de la placita de Santa Marta, la guía sigue dando detalles que explican por qué la santa tenía ese deseo de huir. El fuego, a veces literal y sinónimo del calor que mataba a la abulense, y el carácter de los sevillanos, y las sevillanas especialmente. Decía que siempre había oído decir que los demonios lo tenían más fácil en Sevilla, donde las pasiones se desbordaban.

Entre sus novicias, dos especialmente fueron muy conflictivas y hicieron difícil la estancia de Santa Teresa en la ciudad: Beatriz de la Madre de Dios, una niña maltratada desde los 7 años y convertida en una monja resentida, y María del Corro, que con 40 años y una amplia experiencia vital a sus espaldas provocó que Santa Teresa pasara varias veces ante el Tribunal de la Inquisición.

Fachada del convento de Las Teresas. Fachada del convento de Las Teresas.

Fachada del convento de Las Teresas. / María J. Martín

La ruta sigue hasta la calle Santa Teresa, en el barrio de Santa Cruz, donde se ubica el convento de San José del Carmen al que la orden llega evitando el ambiente de la calle Zaragoza, en cuya trasera se localizaba el lupanar de la época. Desde 1585 se oía hablar del traslado, años más tarde apareció la figura de San Juan de la Cruz, que ayudó en su misión a la orden. Y la mudanza llegó en 1605, aunque las obras no concluyeron hasta 1635. Se trata de la antigua casa palacio de estilo renacentista del banquero Pedro Morgan que se reformó para hacerla convento conservando elementos arquitectónicos propios del mudéjar, como el artesonado que se observa hoy en el techo del locutorio.

En el el compás, una nueva experiencia sensorial antes de atravesar el umbral de la iglesia barroca donde se guardan reliquias y obras de arte. El silencio lo inunda todo, es como una ciudad dentro de la ciudad, y la parada oportuna para conocer la correspondencia que mantuvo Santa Teresa con la priora, la madre María de San José, que no sólo revelan las reglas de la orden y la vida en la clausura, también descubren a una monja con un sentido del humor muy irónico, muy castellana y empeñada en que las novicias recibieran formación, aprendieran a leer y a escribir, y muchas más enseñanzas: desde consejos médicos a labores y oficios como la encuadernación de libros, que hoy se mantiene. 

Rejas del convento primitivo de las carmelitas descalzas y el artesonado en el techo del locutorio. Rejas del convento primitivo de las carmelitas descalzas y el artesonado en el techo del locutorio.

Rejas del convento primitivo de las carmelitas descalzas y el artesonado en el techo del locutorio. / María J. Martín

La situación en la mitad del siglo XVII siguió siendo muy tensa entre la Iglesia y la orden. Y algunas hermanas consideradas difíciles se acercaron a curas, como el confesor del convento; otras se creyeron iluminadas... y todo eso hizo que la priora acabara encerrada. La intercesión de Santa Teresa, en la distancia, hizo que las aguas vuelven a la calma. Y, tras las explicaciones, el visitante se adentra en un templo repleto de reliquias, lecturas y tesoros cuyo interés trasciende de lo puramente religioso. 

El retablo de Barahona presenta a una Inmaculada vestida curiosamente con los hábitos de las carmelitas descalzas, obra de Juan de Mesa. Un cuadro de Zurbarán que retrata a Santa Teresa en su escritorio, como una estudiosa. Otro retablo, cuyo autor es Herrera el Viejo, representa la escena de la Encarnación, presente en todos los convenos teresianos. Y otro retablo, el principal, dedicado a San José, acompañado por el Niño Jesús, esculturas de Juan de Mesa, y varias escenas místicas.

El broche a la visita está en la sacristía, sala de reliquias. El manuscrito de Las moradas, aunque lo que se exhibe es un facsímil, el único retrato de la santa en vida, que por cierto detestó al verse "fea y legañosa; un relicario bordado por San Teresa para el prior del convento de la Cartuja, que visitó en varias ocasiones; una losa de su celda, reliquias de la clavícula de San Juan de la cruz, la campana que anunciaba los rezos en el convento, apodada La ronquilla, y un tambor que, para sorpresa del visitante, se usaba en las festividades del convento. En el altar una capa blanca del hábito de la santa se expone y presta a aquellas embarazadas que se encomiendan para tener un buen parto.  Una tradición poco conocida y convertida también en una reliquia de Santa Teresa, que murió en Alba de Tormes, donde acudió para atender el parto de la duquesa de Alba. Tras las discusiones sobre cuál debería ser el lugar de enterramiento surgidas entre el duque de Alba y el padre Jerónimo Gracián, fraile discípulo de Santa Teresa que, según dicen, la enamoró, el cuerpo se troceó y repartió por España y también Roma. Un capítulo macabro del final de una mujer del siglo XVI que fundó 17 conventos femeninos y 7 masculinos, que reformó una orden, que fue ejemplo de tesón, que vivió sin vivir en ella y que 500 años después de su nacimiento sigue enseñando a través de su fe, su literatura y su legado.

Difundirlo, apuesta de Sevilla en estos momentos, ayuda a conservarlo. A las ayudas municipales se suman los donativos de visitantes que, pagando rutas como la de Engranajes Culturales, colaboran con la restauración de Las Teresas. Un acto solidario, piadoso para algunos y, sin duda, cultural.

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