“¿Cuántas veces habéis arrojado el ‘Ulises’ contra la pared?”

Calle Rioja

Tributo. En el primer aniversario de su muerte, Francisco García Tortosa, co-traductor del Ulises de Joyce, fue recordado por sus discípulos y quienes ahora llevan las riendas del decanato y el departamento

La imagen de García Tortosa durante su homenaje en el Aula de Grados de Filología.
La imagen de García Tortosa durante su homenaje en el Aula de Grados de Filología. / juan carlos muñoz

Majestuoso, el orondo Buck Mulligan… La voz de Francisco García Tortosa (La Ñora, Murcia, 1937-Sevilla, 2024) leyendo las primeras palabras del ‘Ulises’ de James Joyce convertía el Aula de Grados de Filología en una réplica de la Torre Martello. Un numeroso grupo de sus discípulos se dieron cita para rendirle tributo en el primer aniversario de su muerte. El fruto, la semilla de quien llegó a un erial y lo transformó en un oasis. El principal legado es la continuidad. Fue el primer decano de Filología y el acto lo moderó el decano actual, José Javier Martos. Fue el primer director del departamento de Literatura Inglesa y Norteamericana y el lunes intervino la directora presente, Carolina Sánchez Palencia.

“Todos sois mis hijos”, decía Manuel Almagro parafraseando a Julio Iglesias para ilustrar la abundancia de prosélitos en este apostolado laico. Cuando Manuel Gómez Lara llegó a la Facultad, estaban García Tortosa, recién llegado de Santiago de Compostela (en ambas Universidades sería el primer catedrático de Filología Inglesa), Pilar Marín, especialista en Hemingway y John Dos Passos, esposa de Jerry Johnson, ex cónsul de Estados Unidos en Sevilla y estudioso de la obra de Juan Ramón; estaban también Antonio Garnica, traductor de las Cartas de España de Blanco White, y Paco Garrudo.

Manuel Almagro hizo una inmersión arqueológica para evocar los principios. “García Tortosa le da un impulso definitivo al espacio físico, porque el departamento eran dos habitaciones. Un día se trajo de la mano al vicerrector para que viera cómo estábamos como sardinas en lata. Allí en el fuerte esperando a que llegara la Caballería”. El departamento era un híbrido llamado Anglogermánicas que pertenecía a Filosofía y Letras y compartía asignaturas con Geografía e Historia. El visionario murciano luchó por esa independencia.

La directora del departamento evocó a “ese Paco polemista, muy buen conversador que se crecía en la competencia”. Completaban la mesa dos de sus más queridas discípulas: María Losada Friend, en la actualidad decana de la Facultad de Humanidades de la Universidad Pablo de Olavide, y Ana León Távora, sobrina de Salvador Távora, catedrática en la Salem College. “Nunca defraudo porque siempre lloro”. Recordó al maestro al que nunca hasta ahora había tuteado. “A pesar de la tesina, de que me dirigiera la tesis doctoral sobre el ‘Finnegans Wake’, de que me convirtiera en azafata para los congresos internacionales sobre el ‘Ulises’, yo no soy joyceana, soy tortosiana”.

Al homenaje acudió Marta, la hija mayor de García Tortosa, nacida en Leeds, uno de sus destinos académicos, además de las tres S (Salamanca, Santiago, Sevilla), arquitecta de profesión. El traductor del ‘Ulises’, tarea que compartió con María Luisa Venegas, fue profesor en las Universidades donde enseñaron Unamuno y el abuelo de los Machado. Hizo escuela. “Antes la literatura era la vida y milagros de los autores”, dice Manuel Almagro, “él puso el énfasis en el comentario de texto”.

A Gómez Lara, por ejemplo, le sugirió que hiciera la tesis doctoral sobre el ‘Beowulf’, el poema épico y heroico que se considera la fuente fundacional del idioma anglosajón, un equivalente al Poema del Mío Cid español, la canción de los Nibelungos alemana o la Chanson de Roland francesa. Y su alumnos estuvo dos años en Sheffield buscando pistas en esa piedra Rosetta de la poesía inglesa.

Convirtió a Sevilla en más joyceana que Dublín, compartiendo ese liderazgo literario con La Coruña. Una relación de amor-odio explicada en sus propias palabras. “La Asociación James Joyce lleva treinta años funcionando y creo que no se lo merece, porque era un mala uva, muy poco agradecido, un indeseable. ¿Qué es lo que tiene Joyce? Sobre todo, es eso indecible que todos llevamos dentro, algo oculto que somos incapaces de sacar fuera”. Los amigos y discípulos de Tortosa compartieron la emoción al escuchar la voz de Leonard Cohen.

Una novela, el ‘Ulises’, que en palabras de Almagro, todo el mundo ha oído hablar de ella, como el ‘Quijote’ de Cervantes o ‘La Montaña mágica’ de Thomas Mann “pero muy pocos han conseguido terminar”. “No ha habido novela más odiada ni más veces arrojada contra la pared. Yo a mis alumnos les preguntaba cuántas veces lo habían hecho”. No todos aparecían en esa posición tan idílica de Marilyn Monroe leyendo el ‘Ulises’ en el descanso de un rodaje. Igual se la había recomendado John Fitzgerald Kennedy, descendiente de irlandeses.

García Tortosa se inventó un departamento, creó una Facultad, revolucionó la manera de leer un libro. Trabajó desde dentro con la cantera y desde fuera recuperando profesores que estaban en la diáspora. Almagro citó a Ramón López Ortega, José Luis Guijarro o Rafael Portillo, “rescatado del frío invierno de las inmensidades escocesas”. En su época de decano, en el comité de alumnos estaba Antonio Maíllo, en la actualidad dirigente de Izquierda Unida, con el que trabó una larga amistad.

María Losada Friend, muy emocionada, recuerda los desayunos que compartían con su profesor en los que siempre terminaban discutiendo acaloradamente. “Nos llamaba el Frente de Juventudes”. Después, pelillos a la mar y cita para desayunar al día siguiente. Un día no se puede perder. Es la gran lección del ‘Ulises’ de Joyce. Treinta años de congresos, simposios, reuniones desmenuzando lo que pasó el 16 de junio de 1904. Con la quedada casi furtiva y espontánea de todos los años en el Flaherty de la calle Alemanes al que no faltaban Juan Antonio Maesso, Antonio Rivero Taravillo o Antonio Molina Flores. El cierre de la taberna y la muerte de García Tortosa fueron dos banderillas en el bloomsday. Pero el entusiasmo de sus discípulos, la lealtad que le profesan a la persona y a su magisterio y su amistad aseguran la buena salud de la celebración a menos de un mes vista. Entre el 8 de junio, Domingo de Pentecostés en el Rocío, y el 19 de junio, Jueves de Corpus, el bloomsday el lunes 16 de junio.

Hijo de la Huerta murciana, es historia de la Universidad de Sevilla. Tres profesores nacidos en 1937, en plena guerra civil española, fueron nombrados catedráticos eméritos de la Universidad de Sevilla: el químico Manuel Zamora Carranza, el americanista Luis Navarro García y el filólogo Francisco García Tortosa, que fiel a la primera denominación de sus estudios, lenguas anglogermánicas, empezó con el alemán antes de adentrarse en la jungla inextricable del ‘Ulises’ de Joyce, un descubrimiento que recordaba haber hecho en Sevilla mucho antes de viajar a Dublín. El Aula de Grados de Filología donde se ha recordado al traductor y editor de una de las obras más controvertidas de la literatura universal está muy cerca del Aula Agustín García Calvo, el zamorano que hizo la revolución con el latín y el griego.

Hay una Sevilla que se puede reconstruir con la guía del ‘Ulises’ de Joyce: la calle Alemanes junto a la Catedral, aunque ya no esté Flaherty; la Casa de la Provincia donde se leían fragmentos de la novela; la torre de la Plata, que se recreó como una torre Martello; las aulas de la Universidad; o las secuelas de apellidos irlandeses: los O’Kean (escuela de sastres); los O’Sullivan (medievalista consorte); los O’Donnell (con calle y todo); los O’Connell (una Liga con el Betis); los O’Neill (maestrantes). James Joyce (1882-1941), el escritor que recreó Dublín en las páginas del ‘Ulises’ entre París, Trieste y Zurich, tiene en Sevilla una legión de seguidores gracias a esa dialéctica de amor/odio despertada por un profesor de un pueblo de Murcia que dedicó buena parte de su vida académica a una de sus pasiones. La otra era William Shakespeare. Y con el tiempo se convirtió en un lector incondicional de Saramago.

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